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Cuando la justicia llegó al bohío

El 17 de mayo de 1959 la Revolución apagaba el grito de dolor en los campos de Cuba. Así lo siente José (Pepe) Ramírez Cruz, quien presidiera la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños hasta 1987

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Pepe Ramírez rememora los años en que la población campesina sufría la explotación. Foto: Raúl Pupo A sus 86 años posee una lucidez que asombra a sus interlocutores y un sentido de consecuencia con los desvelos de su vida que sorprende aún más. José Ramírez Cruz vive hace muchos años en el barrio habanero de Miramar, donde nos recibió, pero conserva intactos las ansias y sentimientos de los campesinos cubanos, por cuyos desvelos arriesgó su existencia desde muy joven.

«Nosotros éramos 12 hermanos; lo que producíamos no alcanzaba para vivir y había que salir a vender la fuerza de trabajo con otros campesinos que tenían mayores fincas. A los 16 años empecé en las luchas campesinas. Yo tenía un tío que era líder campesino en Barajagua, cerca de Cueto. Simpaticé mucho con él y convencí a mi padre para vender la finquita que teníamos cerca de Antilla e irnos para Barajagua, donde vivía mi tío.

«Al fin mi padre vendió la tierra y compramos otro pedazo a un pequeño colono en Barajagua. Nos ampliamos en tierra, pero no éramos propietarios, sino precaristas. Los que nos vendieron la finca eran medio latifundistas. No los reconocíamos como dueños, porque les habían robado la tierra al estado. Allí empezó la lucha. Caí preso la primera vez por paralizar un deslinde —los latifundistas quisieron quitarles las tierras a los que estaban como nosotros para venderlas a otros—. Nos llevaron para el cuartel de la Guardia Rural, pero en la noche se dio un acto de masas en el que se pidió la libertad de nosotros y nos liberaron».

Recuerda Pepe que su tío se vio obligado a trasladarse para la Sierra Cristal y él convenció otra vez a sus padres para seguirlo. «Allí la lucha fue más dura. Entre juicios y más juicios me condenaron. Después me casé, tuve mis primeros hijos, hice un rancho y compré una finquita que se llamaba La Periquera. Tomamos tierras de otros latifundistas y las repartimos. Fue por esos tiempos cuando comenzó la guerra en la Sierra Maestra».

Desde muy joven militó en la Unión Revolucionaria Comunista y después en el Partido Socialista Popular (PSP). En los años 50 asumió la vicepresidencia en Oriente de la Asociación Nacional Campesina de Cuba, liderada por Romárico Cordero, único campesino miembro de la Cámara de Representantes.

En la Sierra Cristal se reunía con los campesinos y creó la asociación Luz de la Patria. «El PSP me envió a La Habana a pasar la escuela clandestina del partido. De La Habana fui para Holguín, y de allí para el Segundo Frente con la orden de ver a Raúl Castro».

—¿Cómo se produjo el encuentro de usted con Raúl en 1958?

—Le expliqué lo que habíamos hecho y me dijo que mi frente de guerra principal era organizar a los guajiros. A los pocos días le propuse celebrar el Congreso Campesino en Armas. Ese congreso levantó el espíritu de apoyo de los campesinos a los rebeldes. Fue un congreso de masas. Se clausuró con un acto en la noche. Recuerdo que se demandó la Ley de Reforma Agraria, el arreglo de los caminos, el aumento a los precios de los productos y la necesidad de construir escuelas en los campos. El Congreso Campesino en Armas fue uno de los antecedentes de la firma de la Ley de Reforma Agraria.

—¿Cuáles fueron sus esfuerzos para lograr la incorporación de los campesinos a la lucha armada?

—La participación de campesinos en la lucha de la Sierra fue masiva. Íbamos a las casas para hablarles de la necesidad de su incorporación y aconsejábamos a otros que se querían alzar y no podían por la edad o por razones de salud. También organizamos las secciones juveniles de las asociaciones campesinas.

—¿Qué se hizo entre enero y mayo de 1959 para finalmente el día 17 firmar la Ley?

—Se había discutido en las organizaciones campesinas, los sindicatos y le fue consultada a las masas. No participé directamente en la redacción del documento, pero ofrecí mis opiniones. Además, en todos los discursos que pronuncié hablaba de la necesidad de la Ley de Reforma Agraria.

—¿Qué significación histórica tiene para usted esa firma?

—El 17 de mayo de 1959, por vez primera en la historia política de Cuba, el Consejo de Ministros se trasladó al Oriente del país, para firmar la Ley de Reforma Agraria en la Comandancia de La Plata. Se les entregó el título de propiedad a los campesinos. Eso tuvo una repercusión tremenda, a pesar de que no había los medios de comunicación que hoy tenemos. Fue una fiesta para todo el campesinado; y la justicia, al fin, llegó al bohío.

—¿Esta medida incomodó al Gobierno de los Estados Unidos?

—Por supuesto. Fue la primera ley que afectó las riquezas de los latifundistas cubanos y norteamericanos. Recuerda que aquí estaba la United Fruit Company y la American Sugar Company, dueñas de cientos de miles de caballerías. Se les expropiaron las tierras y se les entregó a los campesinos, porque la tierra es de quien la trabaja.

—¿Cómo valora la reciente decisión de entregar tierras en usufructo?

—Si son tierras que están ociosas y hay fuerza de trabajo que puede hacerlas producir, vamos a resolver un problema. Esto beneficia al consumidor y al país.

—Si hubiese que hablar del campesinado cubano antes y después de 1959, ¿qué usted nos diría?

—Antes de 1959 sufrí como campesino pobre porque no tenía garantías ni propiedad. Ahora el campesino es propietario o trabaja la tierra en usufructo, su trabajo se le respeta y se le apoya con créditos y técnicas.

—Usted fue el primer presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), una organización que este 17 de mayo cumple 48 años. ¿Cómo se logró instituir la ANAP?

—Antes de constituir la ANAP los campesinos nos organizamos para ayudar al Ejército Rebelde, después apoyamos a la Revolución triunfante y más tarde, para desarrollar el trabajo político, deportivo y cultural del campesinado cubano, el 17 de mayo de 1961 creamos la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.

—En escasas ocasiones se menciona la Segunda Ley de Reforma Agraria, promulgada en 1963. ¿Por qué cree usted que se habla menos de esta?

—Porque no fue como la anterior. La ley de 1963 fue justo hacerla porque quedaban latifundistas que estaban conspirando contra la Revolución. Se hizo, más que por la necesidad de la tierra, para paralizar a aquellos que se oponían al Gobierno Revolucionario.

—Algunos dicen que la juventud de hoy es remolona. ¿Cómo se puede lograr que en los tiempos actuales nuestros jóvenes se acerquen más a la tierra?

—Se está haciendo una gran labor por parte de la Unión de Jóvenes Comunistas y las organizaciones estudiantiles. El joven estudia y se prepara, pero no se le puede quitar el espíritu de productor. También hay que buscar la forma de mecanizar para que sea menor el esfuerzo físico. Los jóvenes trabajan y se movilizan para la producción de alimentos. Se puede lograr mucho si se trabaja sobre la base de conciencia. No puede ser posible que en el futuro se desarrollen la ambición y las ansias de ser también latifundista, porque sería una desgracia.

—¿Existen productores con ambición de riquezas?

—Por supuesto que los hay, pero yo les hago un llamado a que mediten y rectifiquen, porque no se hace nada con tanta riqueza para al final morirse. Hay que trabajar, para lo que se va a vivir vivirlo bien y que sea producto del esfuerzo.

—¿Cuáles han sido las preocupaciones de Fidel con respecto a los campesinos cubanos?

—El sentir de Fidel está demostrado desde las declaraciones que hizo en el juicio del Moncada, en la Sierra Maestra y después del Triunfo de la Revolución. Fidel siempre ha tenido como objetivo la unión del campesinado, por su fortaleza y apego a la justicia. Siempre hablaba y discutía con Fidel lo que había que hacer para beneficiar a los campesinos.

—¿Cree que todavía algunos miran con menosprecio al campesino?

—Eso ya no es tanto. Antes se referían al campesino de una forma despectiva, pero al guajiro de hoy no hay quien le haga un cuento.

«En el campo hay más comida porque los campesinos siembran y producen. Hay que luchar porque tengan más condiciones para producir, que tengan más cajas para que almacenen tomate y más sacos. A veces eso no se logra por falta de planificación y hay que preverlo a tiempo. La lucha no fue ni será en vano. Logramos con la lucha lo que tenemos. Estamos en el 50 aniversario de la firma de la Ley de Reforma Agraria y en el 48 de la ANAP, pero estaremos mejor en el 60 aniversario de la Reforma Agraria y 58 de la ANAP. Tengo confianza que va a ser mejor; no sé si lo veré, pero lucharé por ello. Ya tengo muchos añitos y lucho por la vida, porque la muerte está segura».

Décimas de Pepe Ramírez

A este líder histórico del campesinado, como buen hombre de campo le gusta la décima improvisada. Ante la sutil petición de nuestro fotógrafo, para que se acomodara en el butacón de su hogar, Pepe, que vestía esa tarde una guayabera azul, improvisó de inmediato una redondilla, a la que le seguí la rima y entre los dos logramos esta espinela: «Sí, tengo que bajar el pie / y voy a subir la voz / y así pensamos los dos / en la palabra del Che». Entonces yo continué: «Hoy martes lo entrevisté / el diálogo fue genial / y nada ha salido mal / todo ha salido muy bien». Pepe culminó entonces: «Y yo te digo también / que esto ha sido universal».

Pero como ya estaba inspirado. Al final de la conversación desempolvó del archivo fonográfico de su mente una décima que escribió al concluir su presidencia de la ANAP en 1987: «Yo no me estoy despidiendo / solo les devuelvo el cargo / pienso por un tiempo largo / vivir y seguir sirviendo / siempre me verán pidiendo / más trabajo, no nivel / dispuesto desde la piel / el corazón y el sentido / a luchar por mi Partido / por mi patria y por Fidel».

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