Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Retoño de agricultor

En Sancti Spíritus, un niño de 12 años disfruta cosechar hortalizas, frutas y tubérculos que lleva a la mesa de su familia

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— Entre dos casas, en un pequeño solar plantado frente al ir y venir de todo tipo de transporte, germina la vida. Manos aún tiernas acomodan con amor las dosis exactas de agua y retiran la maleza para que los brotes nazcan con fuerza. Un panorama que rompe con la cotidianidad citadina.

«Mis tomates son sabrosos y saludables», dice como carta de presentación el espirituano Diago Alejandro Tejas Bernal, responsable, con sólo 12 años de edad, de la pequeña pero prolífera área verde.

Este solar del Consejo Popular Parque ofrece desde hace un año un espectáculo de lujo: de un suelo aparentemente infértil han brotado habichuelas, frutabombas, ajíes, boniatos, calabazas y tomates. ¿La fórmula? Enamorarse de la tierra.

«Mi abuelo me enseñó porque él antes lo hacía en la comunidad de Paredes. Unas veces guataqueo, hecho agua, miro cómo van creciendo... Ya en mi casa comemos lo que siembro, así no hay que salir a comprar algunas cosas a la calle», alega con una voz que busca encontrar su tono definitivo.

Desde el hogar se sigue cada paso de este estudiante de la Secundaria Básica Ernesto Valdés, de la ciudad del Yayabo. Abuelos y madre respaldan cada sueño que ha crecido frente a los ojos de la comunidad.

«Lo de ser campesino lo lleva en los genes. Es una herencia de mi papá», cuenta desde el portal del hogar Yanelys Bernal Bernal, su mamá, sin perderlo con la mirada. «Desde bien pequeñito nos percatamos que le gustaba, y mira ya cómo ha logrado cosechas. Incluso aprendió la técnica del cultivo de tomate empalado», dice admirada.

Entre las plantas de tomate, su más reciente tesoro, anda Diago Alejandro Tejas Bernal. Botas de goma, sombrero de guano y nasobuco le protegen. Sucede así siempre que cesan las obligaciones escolares. Allí también aprende.

«El tomate empalado es mucho mejor porque evita que se te echen a perder por el contacto con el piso. Además, puedo cosechar más porque al crecer para arriba aprovecho el espacio», explica lo aprendido con el abuelo.

Sorprende la destreza con que utiliza los instrumentos de trabajo. Una constancia atípica para su grupo etario, más pendiente de las tecnologías o los juegos en la calle.

«Estamos muy contentos porque no todos los niños a su edad saben explotar la tierra. Le digo que tiene que estudiar para que pueda obtener una especialidad que le guste, ya sea Veterinaria o Agronomía. Pero sí tiene que enfocarse en algo porque la vida nos demuestra que hay que superarse», cuenta la progenitora.

Diago Alejandro anhela que el tiempo pase rápido. Sueña con el día en que pueda tener mucho más espacio y además descubra los secretos del manejo de animales.

«Él quiere tener vacas, caballos… y yo le respondo que todo será en su justo momento. En mí siempre tendrá el apoyo porque estaré a su lado para que pueda lograr cada meta», concluye Yanelys.

Mientras tanto, este retoño de agricultor se espiga con fuerza en el arte de hacer parir la tierra. No importa si ocurre en un pequeño solar citadino o si tal vez logre mañana cultivar muchas hectáreas para obtener otras variedades. Lo válido es que la semilla ya se sembró, y que obtiene, con apenas 12 años, buenos frutos.

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