Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Pequeña gran historia de un muchacho de pueblo chico

Un joven instructor, insatisfecho aún con su quehacer, cuenta su experiencia desde un barrio en el que ha logrado ensanchar la dimensión del trabajo de un profesional del arte y también algunos horizontes de la gente de su pueblo

Autor:

Haydée León Moya

Manuel Tames, Guantánamo.— Hay pueblos chiquitos donde suelen encontrarse pequeñas historias que los hacen grandes. Por la obra de amor que tejen sus hijos, pero, sobre todo, por la dimensión que alcanza dedicarse en cuerpo y alma al arte de hacer bien, aunque se habite en un lugar remoto, prácticamente perdido en el mapa nacional.

 Casiseis es el caso. Que hoy allí un niño que no rebasa los diez años te hable de El Principito o de Nené Traviesa con la pasión que desborda cada letra de estos clásicos de la literatura, no es suceso menor, y tampoco aconteció de la nada.

 Ese sitio montañoso y distante de cualquier evidencia de urbanismo, tuvo la suerte de ser el punto de partida del quehacer del instructor de arte Yoandry Deroncele Zulueta, un joven a quien, con más distinciones sociales que años de edad, no es precisamente ese reconocimiento a su obra el motor que lo ha impulsado. Ni allá en la escuelita rural de Casiseis, en las profundidades del municipio guantanamero de Manuel Tames, donde logró traspasar las fronteras del lugar con sus talleres creativos para impulsar la lectura desde las primeras edades, ni en el pequeño poblado de Jamaica, donde ha vivido sus 30 años y hoy desarrolla proyectos de alcance social.

 Hablar con el hijo de una cocinera profesional y un cochero del poblado de Jamaica, es encontrase con las mismas esencias contenidas en el llamado que allá por los años 60 hiciera el líder histórico de la Revolución Cubana para que los jóvenes se incorporaran a la tarea de promover el arte en todo el país.

 Es aproximarse a alguien con vocación de sacrificio y bondad infinita hacia el prójimo en su andar por caminos no siempre fáciles. Porque su historia para llegar a la especialidad que le fascina, está marcada, como la de muchos que alcanzan renombre en lo que deciden dedicarse en la vida, por tropiezos.

 Quiso entrar a la academia de Artes Plásticas de la provincia, pero no lo aprobaron. Luego, decepcionado, estuvo a punto de comenzar la carrera de Medicina. Pero el consejo de una profesora y la fuerza que tomaba entonces, como parte de la Batalla de Ideas iniciada en diciembre de 1999, le enderezó el camino.

 Convencida de que un diálogo a distancia puede acercarte a la dimensión de cualquier persona, al filo de la media noche de este miércoles las redes sociales me lo mostraban y confirmaban también su utilidad.

La pasión de Yoandry es trabajar con niños de la Enseñanza Especial porque, dice, lo ha ayudado a ser un mejor ser humano.Fotos: Tomada del perfil de facebook del entrevistado

 Yoandry estaba activo en el chat de mi perfil en Facebook cuando apenas faltaban horas para este 18 de febrero, Día del Instructor de Arte en Cuba. Cuestionario por medio, unas horas después el diálogo con el maestro de la escuela especial Rigoberto García, su actual centro laboral, no se hizo esperar.

 —Entonces, cuando decidiste formarte como instructor de arte no fuiste tras una oportunidad del momento, sino de un sueño de toda la vida…

 —Exacto. Porque entre las especialidades del instructor de arte están las artes plásticas, pero mi vocación siempre ha sido más bien pedagógica. Y un instructor de arte es un profesional de la cultura que no solo debe poseer un sólido nivel técnico artístico, sino mucha vocación por el trabajo social, por transmitir conocimientos…

 —¿Y cómo lo haces?

 —De muchas maneras, pero básicamente mediante talleres, desarrollando procesos de apreciación, creación y promoción del arte y la literatura en los niños.

 —¿Por ejemplo?

 —El proyecto K´talejo, del que soy gestor. Es una plataforma sociocultural que brinda al niño y la niña con necesidades educativas especiales (con quienes más me gusta trabajar) herramientas para su inserción en la vida y la sociedad, pero de manera activa, en procesos creativos que tengan utilidad social. «El proyecto tiene tres fases principales: el taller, la ecogalería y la confección de juguetes terapéuticos. Queremos seguir incrementando sus potencialidades en aras de perfeccionar nuestro trabajo con los niños y la comunidad, sobre todo para contribuir a eliminar criterios errados y prejuicios sobre las personas con alguna discapacidad.

 «Este trabajo, más que cualquier otro, me ha demostrado lo importante que somos los instructores de arte para los niños y para la comunidad. Montamos unas exposiciones enormes, al aire libre y con gran convocatoria de los lugareños. Claro, ahora se ha limitado un poco por la situación epidemiológica que vivimos».

 —¿Entonces la pandemia los ha detenido?

 —Un poco sí, pero no completamente. Amplié un poco mi taller creativo en casa para enseñar a los niños cómo confeccionar tejidos con fibras y otros trabajos con madera y plástico.

 «También, y con apego a todas las medidas higiénicas establecidas, aprendí y luego enseñaré a los niños a fabricar máscaras protectoras para médicos que hoy combaten esta pandemia, y confeccionamos logotipos para las casas en aislamiento, brazaletes y credenciales para mensajeros y ticket para las colas en mercados, placitas, bodegas, dulcerías y carnicerías del pueblo».

 Estaba viendo tus reconocimientos sociales: Joya de la Pedagogía, de la Sociedad cubana de Pedagogía, filial Guantánamo; Mejor instructor de arte en más de siete ocasiones; Sello Forjadores del Futuro, de las Brigadas Técnicas Juveniles; Premio nacional IX Taller de experiencias de las brigadas artísticas José Martí; Premio como maestro investigador en 2020… ¿Eso es lo que más te satisface?

 —No puedo negar que los reconocimientos me enorgullecen, pero lo que más me hace sentir realizado es cuando un niño de aquí de mi pueblo, que apenas salía de su casa o solo iba de la casa a la escuela por sus limitaciones físicas, por ejemplo, lo veo reír en medio de un parque porque la gente elogia su obra a la vista de todos en una exposición. No te imaginas lo que eso significa para uno y, sobre todo, para ese niño y su familia.

 —Entonces muy satisfecho debieras sentirte, porque, además de lograrlo, presides las BTJ en tu municipio, has dirigido casas de cultura…

 —Contento sí, además de eso por la posibilidad de fortalecer mi carácter y responsabilidad en las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas desde hace 18 años. Pero satisfecho no. Nosotros tenemos el encargo de incitar a la acción, impulsar, estimular y orientar intereses y aficiones, propiciar, desde nuestras comunidades, el diálogo entre las personas y contribuir al fortalecimiento de sus sentidos de pertenencia e identidad cultural locales, y en eso, aunque hemos avanzado un buen trecho, nos falta camino por andar todavía.

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