Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Junto a la roca

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

Ni aún con la amenaza de una mortal pandemia, la suspensión del transporte o la posibilidad del contagio, la agente de seguridad Graciela Enríquez de Jesús dejó de trabajar. Entre las 32 posiciones que ocupan los integrantes de la agencia Prosef en el cementerio Santa Ifigenia, durante más de un año le fue confiado el pedacito más cercano al monolito que atesora las cenizas del líder histórico de la Revolución Cubana.

«Desde ese grano de maíz, cobijado por el verdor de las plantas de jazmín, café, helechos, mantos y las chinas pelonas de la Sierra, Fidel es ícono del mundo», enfatiza sin evitar que el patriotismo nacido en su cuna humilde del poblado de El Cobre y enriquecido aquí, le embargue.

Por eso, cuando el cotidiano peregrinar hasta la necrópolis de personas de toda Cuba y de los más disímiles sitios del mundo, fue sustituido durante los últimos meses por la preocupación a distancia y las escasas visitas dirigidas, nunca dejó de cubrir su puesto.

No fue entonces tan dura la rutina de 12 horas de pie, oxigenadas por los cinco minutos de descanso en cada cambio de guardia y la satisfacción de conducir a visitantes o velar porque el tributo se encauce de la manera adecuada. Pero igual, «desde el corazón», siguió fiel al orgullo y la oportunidad de custodiar la grandeza del Comandante eterno, que para ella es decir el hombre altruista y sensible, siempre al lado de su gente.

La convicción de Graciela es compartida. De ello da fe el joven agente Oberlandis Torres, quien a sus 33 años disfruta del privilegio de encauzar su vida al lado de Fidel. Y la alimentan también los integrantes de la brigada de jardinería, incansables en su faena para que la lozanía de las plantas sea atributo de un entorno
impecable y cada tres horas nuevas rosas blancas acaricien el monolito.

Incluso, lo reafirman las palomas, que cual prolongación del halo místico que le acompañó durante toda su vida, también se han mantenido sobre la piedra y sus alrededores, como expresión de que el
anhelo de paz por el que tanto luchó se mantiene incólume, aseveran algunos.

Desde hace un lustro. Fidel es luz y ejemplo que conmueve al mundo desde la roca gigantesca que atesora sus cenizas en Santa Ifigenia. Su huella, profunda y cálida, también nos preparó para imponernos unidos y con nuestros propios esfuerzos a cualquier pandemia. Justo por eso entre los pocos visitantes que llegaron durante el último año hasta su monumento funerario estuvieron los creadores de la vacuna anti-COVID-19 Abdala.

Desde su llegada a Santa Ifigenia el 4 de diciembre de 2016, el ejército de agradecidos que conquistó a fuerza de entrega, bondad y justicia sabe que el legado de Fidel está en sus manos. Mas, cuando el cariño no pueda ser multitudinario, desde la intimidad del Altar de la Patria, el desvelo de unos cuantos hablará por millones.

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