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Sin trampas con los precios

La mejor inversión es brindar un buen trato a la población, con ello aseguras las ventas, afirma José Andrés Peña Guevara, quien cada día recibe a sus clientes con una buena oferta de viandas, frutas y vegetales

Autor:

Margarita Barrios

En una esquina del capitalino municipio de Cerro, en la intercepción de las calles Masó y Enrique Villuendas, hay un pequeño agromercado que no pasa inadvertido para el transeúnte. Ordenado y limpio muestra habitualmente una amplia oferta, donde no faltan los vegetales, las viandas y las frutas. Pero lo más interesante son los precios de los productos, que correctamente colocados en la pizarra, difieren de los de otros mercados similares.

«Yo camino ocho cuadras, a pesar de que tengo dos agros cerca, para comprar aquí», refiere Xiomara Hernández Pupo, quien atesora entre sus manos un mazo de zanahorias y otro de remolachas a 25 pesos cada uno. «Por mi casa están a 35 y hasta a 40 pesos. Y un pesito por aquí y otro por allá… va sumando».

Mientras Xiomara refiere su historia, René Díaz Fuentes, un trabajador de un centro laboral aledaño asiente con la cabeza y asegura que todos los días dedica un tiempo de su horario de almuerzo «para pasar a ver qué hay y llevarme algo para la casa, porque en mi barrio, en el Vedado, los precios son el doble y hasta el triple de aquí».

«Y lo mejor es que siempre se sale de aquí sonriente», dice Mayra, una señora ya mayor que se ayuda con un bastón para caminar. «Porque Peñita trata bien, complace, es consecuente cuando pesa la mercancía y ayuda a los que como yo tenemos dificultades para escoger la compra. Nunca lo he visto disgustado, hasta la música que pone es agradable», dice haciendo referencia a unas melodías de «la década» que casi siempre conforman el entorno sonoro del lugar.

Mireya Montes de Oca está escogiendo tomates y también participa de la conversación, «aquí están a 15 pesos, de buena calidad y los de diez pesos ya están muy maduros, que me sirven para hacer puré. Sin embargo por ahí te encuentras que están ya malos, golpeados y no les rebajan el precio», subrayó.

Lo cierto es que en el puesto Corona, o donde Peñita, como habitualmente le llaman, hay oferta para todos. Es difícil pasar y no detener el paso para llevar algo, o saludar al vendedor que responde con una sonrisa y «un buenos días vecina, mire a ver si le gusta algo».

La magia de poner empeño

«Para lograr esta variedad de productos coordino directamente con las cooperativas. Ahora tengo ocho proveedores que vienen de San Antonio, Alquízar, Quivicán y Catalina de Güines», destcó José Andrés Peña Guevara, quien cada día recibe a sus clientes con una buena oferta.

Y añade: «Hay quien quiere ganar un poco más, aunque claro que el objetivo es ganar, pero hay que conformarse. Esto es como el negocio del chino, mientras menos le pongas, más vendes y más ganas».

—¿Discutes los precios con los proveedores?

—Sí, para ellos soy un cliente fijo y negocio los precios. Como no lo pongo alto vendo mucho, así que compro bastante. Hago un pedido y ellos lo traen, pero luego que el camión hace su recorrido, si todavía les queda alguna mercancía vuelven a pasar, esa la puedo coger más barata y equiparo luego con el precio final.

—¿Y si tienes tanta mercancía no se te queda y se echa a perder?

—Regularmente la vendo, hay algunos productos que son de ciclo corto, como el tomate. Si está muy maduro pues lo bajo. Es preferible salvar una parte de la inversión que perderlo todo y siempre hay quien se beneficia.

—Recuerdo que este puesto era estatal y trabajabas aquí, pero ahora eres trabajador por cuenta propia. ¿Cómo fue ese proceso?

—La empresa desapareció y se formó Acopio Habana, que es la que nos atiende. Los grandes mercados fueron absorbidos por diferentes formas productivas y los pequeños, como este, se arrendaron a trabajadores que lo solicitaron, ese fue mi caso. Se me otorgó y pasé a cuentapropista, de lo contrario iba a una bolsa a esperar que me ubicaran.

—Has hecho algunos arreglos y tienes personas contratadas.

—Sí, tengo dos personas que me ayudan. Reciben su salario y estimulación que se les entrega el fin de semana, según las ventas. Nosotros nos autofinanciamos. Pago el impuesto a la ONAT y el arrendamiento mensual del local, que son 78 pesos por metro cuadrado, en mi caso 3 744 pesos. En mi opinión es alto, pero se puede. Con buenos proveedores que traigan productos de calidad y mejorando los precios. Hay que trabajar, poner empeño, pero se puede.

—Hay una opinión muy extendida entre los clientes de que tú tienes muy buen trato...

—Pienso que la mejor inversión es brindar un buen trato a la población, con ello se aseguran buenas ventas. Lo principal es la pesa, las personas se sienten maltratadas por los dependientes. Si alguien viene aquí y le falta dinero se lleva la mercancía igual. Si lo tiene lo trae luego, sino pues es igual. Hay que ser consecuente, no es lo mismo un jubilado que el que recibe un salario. Eso va en los sentimientos de cada quien, hay que ayudar, la situación está complicada y esta es la comida de la cual depende quizá un niño, un anciano.

—¿Qué dificultades tienes? ¿Qué quisieras cambiar?

—Hay trabas. Yo tengo mi documentación para declararme mercado de nuevo tipo, pero son unos cuantos requisitos que se deben cumplir. Estoy luchando para poner el agua, desde octubre di todos mis papeles en Aguas de La Habana y todavía estoy esperando.

«Con la empresa eléctrica ya hice el contrato, quiero poner luz en el portal. Quisiera darle mejores condiciones a esto, ponerlo bonito, y el agua es también higiene.

«Agricultura Urbana nos dio las facilidades con la Empresa de Suministros, dimos un listado de necesidades, pintura, brocha para darle mejores condiciones al local, pero eso está en papeles.

«También hay problemas con la calidad del producto. El campesino exporta, vende al turismo. Aquí vienen ya productos de segunda y eso influye en los precios y la calidad de la oferta que doy».

—¿Cómo sería ese mercado de nuevo tipo?

—Es un giro muy grande. Los productos envasados en bolsas de nailon, por peso. Las viandas lavadas, peladas. Cajas plásticas y anaqueles para colocar las mercancías.

«Quizá contrataría a alguna personas más y preparamos aquí los productos. Sería una pequeña empresa. Yo tengo muchos deseos de trabajar. Hay que ser consecuente, son momentos difíciles del país. Para salir adelante hay que trabajar y darle la mejor atención a la población».

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