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Los aldabonazos de Playa Girón

Aquella gesta demostró con hechos que los sueños de justicia social no eran una quimera ni una utopía de locos. ¿Qué pasaría en Cuba si se olvidaran las esencias de ese momento histórico trascendental?

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

A mediados de la década de los 90 —con los apagones duros todavía en los recuerdos, pero con una buena carga de dificultades encima, similares a aquellos tiempos de alumbrones—, un negro alto y delgado, de ademanes muy serenos, se sentó en un salón con estudiantes de la Universidad de La Habana.

La mayoría de aquellos jóvenes no lo conocían. Es más: todavía hoy no se conoce por completo toda su estatura de héroe. A la muchachada que se encontraba en el recinto le habían explicado unos minutos antes, de forma rápida, que era un hombre relacionado con el Che y Haydée Tamara Bunke Bider, la integrante del grupo revolucionario del Guerrillero Heroico en Bolivia.

Al identificarlo, el nombre tampoco dijo demasiado: Ulises Estrada. Así de simple. Después, siempre después, los más interesados en el tema conocerían algo de su historial. O, al menos, uno de los detalles más significativos: el de ser uno de los oficiales de mayor rango de la inteligencia cubana, con un importante papel en el apoyo a los movimientos de liberación, en especial en África y América Latina.

Sin embargo, entre los sucesos que contó, unas palabras de Ulises quedaron en la memoria. Al hablar de aquellos días iniciales de la Revolución, de los afanes de lucha y de hacer a veces sin nada material a cambio, recordó: «Nosotros, a decir verdad, en aquel momento no sabíamos qué cosa era el socialismo. Fuimos a Girón a luchar por el socialismo porque lo había dicho Fidel y por todo lo que se había logrado en aquellos años. Porque había justicia y se estaba luchando por los más humildes, y a eso se le puso socialismo. Por eso la gente peleó en Girón».

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Dándoles vueltas a esas palabras, en estos días de inflación, de versiones contrapuestas y de intentos por diluir el agua con el vinagre, vale la pena preguntarse: ¿Qué es, en verdad, el socialismo y, sobre todo, el socialismo en esta Isla? ¿Es una práctica, son hechos tangibles o constituye solo una disertación teórica, divulgada mediante toneladas de papel o por cientos de miles de mensajes por redes sociales? ¿Cómo un pueblo, en tan poco tiempo, abrazó y estuvo dispuesto a morir por un ideario que, en muchos casos, le podía resultar poco conocido por la fuerte propaganda anticomunista existente antes de 1959? ¿Dónde está el Playa Girón de la Cuba de hoy?

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En el documental Fidel, de la realizadora norteamericana Estela Bravo, al recordar la epopeya de abril de 1961 y el anuncio del carácter socialista de la Revolución, la heroína Vilma Espín Guillois contó que en medio del discurso del 16 de abril de 1961 el Comandante en Jefe interrogó a la multitud.

Cuenta Vilma en el video: «Lo primero que empieza a preguntar es: “¿Están de acuerdo con la Reforma Urbana?” Y los de alante se ven todos levantando los rifles, y todo el pueblo atrás: “¡Sí!”. “¿Están de acuerdo con la Reforma Urbana, la reforma de la enseñanza, están de acuerdo con toda la Revolución que se ha hecho en la enseñanza, la salud…?”. “¡Sí, sí, sí…!”. “Entonces, todo eso que hemos hecho se llama socialismo”».

Bajo ese ideal, miles de personas fueron a Girón a darlo todo. Además de los recuerdos e imágenes, la prueba más fehaciente se encuentra en el mismo lugar de los hechos. Del central Australia al poblado de Playa Larga, por solo mencionar un lugar, la carretera parece un cementerio por los monolitos a ambos lados de la vía. Cada uno señala el lugar donde cayó un miliciano o un soldado de las FAR. Y a ratos, a lo largo de 29 kilómetros, los monolitos parecen interminables.

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Sin menospreciar a la teoría, que mucha falta hace, la Historia dice que el socialismo por este lado del mundo ha sido, ante todo, un hecho tangible. O, para decirlo de otra manera, una esperanza concretada.

El ejemplo de Playa Girón que resuena en la actualidad es que una victoria como aquella y lo que vino después fue posible por muchos factores, pero, en especial, por el vínculo directo de sus líderes con el pueblo, al punto de convertirse en un solo cuerpo; por el diálogo constante; por explicar hasta la voz volverse ronca (como le ocurrió en una ocasión a Fidel en un discurso); por estremecer el inmovilismo; por alejarse de organizaciones excesivas que ahogan la espontaneidad y lo auténtico de un movimiento popular, y porque, además, se demostró con hechos que los sueños de justicia social no eran una quimera ni una utopía de locos, sino que también, a pesar de los pesares, podían ser una realidad.

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En un excelente artículo titulado La conciencia revolucionaria, el profesor Jesús Arboleya Cervera hacía ver los desafíos actuales que el país tiene por delante para mantener los ideales de la Revolución. Uno de esos, acotaba el académico cubano, se encuentra en caer en las frases manidas y repeticiones que terminen por vaciar de interés las ideas de la Revolución.

¿Qué pasaría en Cuba si se olvidaran las esencias de Playa Girón? Sería algo funesto, más cuando esa batalla física, circunscripta por la fuerza de los acontecimientos a una zona geográfica, se encuentra hoy multiplicada, por su necesidad de enfrentar y superar los imposibles en múltiples rincones del país.

Torcerles el puño a las burocracias, levantar las barreras que frenan a la economía, deshacer los entuertos que enturbian la vida cotidiana de la ciudadanía en colas y trámites interminables, en justificaciones de todo tipo, pegarse a la gente humilde y espantar los intentos de crear vitrinas de redes sociales o en informes para contentar a jefaturas… Ahí están algunas de las rutas actuales de aquella batalla y por las cuales se necesita, urge ahora más que nunca, transitar en el día a día de un pueblo. Esos son los aldabonazos de Playa Girón.

 

Foto: Archivo de JR.

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