Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Hombres buenos

En el futuro, cuando con toda justicia se les recuerde y aparezcan sus identificaciones en tarjas y monumentos y salga en las noticias el recuerdo de una hidalguía tan difícil de emular, probablemente debamos recordar el carácter común de estos 14 cubanos

Autor:

Eduardo Grenier Rodríguez

Catorce rostros aparecen hoy en una página de obituarios. Eran 14 hombres buenos, para decirlo con toda la sencillez que conlleva un suceso tan estremecedor, quienes reciben hoy calificativos de héroes, aunque hayan visto apagarse sus vidas entre el calor de las llamas. Catorce familias, 14 grupos de amigos y una gran parte de este país herido ven sacudidas hoy sus almas por la intensidad del dolor.

La gente los ve y casi les reconoce entre las fotos. Hiere la juventud de algunos, machacan más todavía las sonrisas de otros, esas expresiones de desenfado que solo pueden responder a «tipos chéveres», para decirlo en buen cubano, a personas que valen la pena.

Porque aunque cueste imaginarlo ahora, bien pudieron ser nuestros familiares, vecinos, el que juega dominó en la esquina o el fanático del fútbol que discute hasta el hastío para defender sus criterios.

Eran eso: tipos de barrio. Unos, imberbes con toda la vida por delante y sueños gigantes como su valentía; otros, padres cuyo mayor anhelo radicaba únicamente en llegar a casa por las tardes para sellar con un beso en la frente el amor por sus hijos.

Se dice en este preciso minuto y parece quedarse en el mar de adjetivos y loas o lugares comunes que, con toda la buena intención, llegan para dignificar la figura de los bomberos que encararon el infausto incendio en la base de supertanqueros de Matanzas.

Sin embargo, a veces olvidamos de dónde vienen los héroes. En el futuro, cuando con toda justicia se les recuerde y aparezcan sus identificaciones en tarjas y monumentos y salga en las noticias el recuerdo de una hidalguía tan difícil de emular, probablemente debamos recordar el carácter común de estos 14 cubanos que también soñaban con el futuro.

Y reitero: soñaban con el futuro. Ojalá el tiempo no pueda borrar tal cosa. Ojalá no sea tan fuerte como el calor la práctica cotidiana de olvidar la nobleza que radica a veces en lo terrenal.

Es complejo entender cuán difícil debe ser para una persona tener en sus narices la posibilidad de morir y aun así decir: «Voy pa´ adelante». Es muy cubano eso. Y es de ser muy c…orajudo.

Uno piensa una y otra vez qué pasará por sus cabezas en el momento de entrar al fuego, de sentir las brasas y enfrentarlas. Ellos temieron. El miedo es un sentimiento humano y su presión sicológica hace únicos a los hombres que lo derrotan.

Por eso, aunque la aflicción es compartida, aunque la tristeza se escurra entre cada rincón de esta Isla y resulte difícil, casi imposible, subsanar la cicatriz que quedará por siempre en 14 familias, pocos remedios curan más que saber que casi nadie habría hecho lo que hicieron ellos.

Este miércoles llegó el último golpe, mortífero y cruel. Fue imposible identificar a las víctimas de semejante catástrofe. Las malas noticias, dicen, nunca llegan solas, y esta, no por esperada, deja de adentrar el dedo en la herida.

Hace unos días, cuando la base de supertanqueros era todavía la de antes, 14 hombres buenos pensaban todavía en qué harían al día siguiente. La vida, y la misma bondad de sus almas, hoy les arranca tal privilegio.

Michel, Osley, Osmani, Raciel, Luis Raúl, Fabián, Leo Alejandro, Rolando, Luis Ángel, Pablo Ángel, Diosdel, Andy Mitchel, Areskys, Adriano, y también a Juan Carlos Santana Garrido y a Elier Correa Aguilar —quienes ya recibieron el homenaje póstumo de nuestro pueblo―: GRACIAS.

 

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