Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El fuego no quemó el amor que sentimos por ellos

Ha terminado el duelo oficial, pero todavía hoy, y por siempre, estarán la gratitud y la admiración infinita por quienes cayeron en el cumplimiento del deber durante
 el incendio en la base de supertanqueros de Matanzas

 

Autor:

Yuniel Labacena Romero

 

El mutismo de toda una ciudad se hizo denso y su dolor se multiplicó. Fueron miles las almas que en el Museo de Bomberos de Matanzas «abrazaron» a los valientes hijos de Cuba, esos que no dudaron en ofrendar su vida por el bien mayor, en medio de las llamas. Ha terminado el duelo oficial, pero todavía hoy, y por siempre, estarán la gratitud y la admiración infinita por quienes dejaron un vacío enorme en el espacio familiar y social.

Si una imagen quedará de estos días —más allá de las terribles explosiones—, es el mensaje que alguien llevó al tributo y dejó entre las flores como confirmación de que este país no olvida a sus mártires: «El fuego no quemó el amor que sentimos. Ustedes están en nuestros corazones». El conmovedor gesto ha sido otra expresión de desprendimiento que ayudará también a que el alivio y la esperanza renazcan en esta Cuba entristecida.

Por eso, sin que el fuerte sol y la lluvia pudieran impedirlo, el pueblo rindió homenaje a los caídos en el cumplimiento del deber durante el incendio en la base de supertanqueros. Ante las 14 urnas que resguardaban sus restos unos llevaron velas, flores, dibujos, banderas cubanas…; otros prefirieron las lágrimas, el saludo militar o una reverencia ante las fotos de esos hombres intrépidos que no pudieron ser identificados. Hubo también mucho de silencio, de solemnidad.

Fotos: Roberto Suárez.

Como en otros momentos difíciles y ante la adversidad, los cubanos fueron uno en el pesar, en la solidaridad y en el respeto. Y allí, «acompañando el dolor de las familias, que es también el de toda Cuba», estuvieron el General de Ejército Raúl Castro Ruz y el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, junto a otras autoridades de la nación. Unidos todos en una honda tristeza depositaron una rosa frente a las urnas.

Y cuando partió el cortejo fúnebre —en manos de la Unidad de Ceremonias del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Revolucionarias— hasta el cementerio yumurino para dar el último adiós a los caídos, toda la ciudad se hizo pueblo y amor. Matanzas lloró y agradeció a los valerosos hombres que desafiaron las llamas. Cuba toda honró. Ellos seguirán viviendo en el alma de la Patria y en nuestros corazones.

 

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