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Luberta y Floro en Pogolotti

El barrio de Pogolotti, un espacio muy particular para el escritor Alberto Luberta, acogió la presentación del volumen concebido en homenaje a su persona y su obra: Quien bien te quiere…

Autor:

JAPE

Continúa la 31ra. Feria Internacional del Libro por diferentes provincias y aún queda en mi memoria la última presentación que tuvo lugar en La Habana del libro Quien bien te quiere…, realizado por la reconocida directora radial y profesora de medios audiovisuales Caridad Martínez y un servidor. Como ya saben, se trata de un volumen homenaje al escritor Alberto Luberta y a su obra, en particular el legendario programa Alegrías de sobremesa, que escribió durante más de medio siglo de manera continuada.

Dos ediciones impresas de cientos de ejemplares fueron vendidas al público de la capital y diversas provincias, donde, al decir de los más viejos: ¡«voló como pan caliente»! Todas las presentaciones fueron muy emotivas, desde que por primera vez vio la luz en el reconocido espacio del Sábado del libro, en la calle de Madera, el 20 de agosto del pasado año, hasta esta cita final, en un espacio muy particular para Luberta y su familia: hablo del barrio de Pogolotti, en el municipio de Marianao, entre los más antiguos de La Habana.

No haré la historia de este cónclave urbano, porque es muy rica y extensa. Pogolotti es el primer barrio obrero construido en Cuba gracias a la idea de Luis Valdés Carrero, de origen tabaquero y cercano colaborador de José Martí en la preparación de la Guerra Necesaria, que, siendo miembro de la Cámara de Representantes en 1910, propuso una ley para la construcción de casas para los más necesitados.

Redención, fue el nombre con que se bautizó el asentamiento, sin embargo, el apellido de Dino Pogolotti, miembro de la junta directiva de la compañía ejecutora de obras, y padre de Marcelo y Graciela, fue el que prevaleció a lo largo de la historia. Cuentan que cuando alguien iba a gestionar trabajo en la construcción de dichas viviendas siempre indicaban: «ve a ver a Pogolotti».

Con tales padrinos, por supuesto que este no podía ser un barrio cualquiera. Así lo sentí, y también viví el amor que los moradores de estos lares sienten por su eterno vecino, su amigo de siempre, el popular Alberto Luberta, que con su jovial carácter y extensa sapiencia hizo mayor este lugar, lleno de incalculable historia y cultura. Es un amor recíproco porque en más de una ocasión Alberto comentó sobre su entrañable cariño por Pogolotti.

Allí me encontré a nobles hombres y mujeres, de amplia sonrisa y honestas palabras, que admitían con orgullo ser quienes dieron vida a muchos de los personajes de Alegrías de sobremesa. Narraron divertidas anécdotas que luego dieron lugar a hilarantes libretos. Fue una hermosa mañana de sábado, días después del 24 de febrero, fecha que reconocen como el día en que se fundó este suigéneris asentamiento.

Y hubo quien me pidió que transmitiera una invitación a mi amigo Floro para el próximo aniversario, pero creo que no hay que esperar tanto. Desde ya Floro también es amigo y admirador de Pogolotti, porque así lo quiso Alberto; Caridad, su siempre esposa y amiga; la familia Luberta y todos los amigos del barrio.

No me atrevería a decir el gentilicio de quienes habitan Pogolotti, pero sí les digo a todos: ¡Gracias por ser parte viva e indisoluble de la cultura,y el buen humor de esta ciudad, de este país! Sigo pensando que no fue casualidad que este fuera el lugar en que se hiciera la última presentación de este libro lleno de tanto amor y amistad.

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