Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Números

A mí no me sorprende de que me toquen siempre números altos. Desde niño lo he asimilado. A estas alturas ¡a mí no hay quién me meta un número

Autor:

JAPE

Porque la gente no son más que números.

Polito Ibañez

Yo soy el 14320, y mi mamá es el 07365. Claro, ella nació primero. Mi padre no tiene número, ya falleció. Él era de otra generación, de otro momento, de otra coyuntura. No alcanzó número, pero sí tuvo solapín. Todos los que alguna vez trabajaron en empresas estatales tenían solapín. El solapín se inventó como una fuente de empleos. Era el contenido de trabajo de los custodios. Recuerdo aquel slogan que se hizo muy popular: «No te quedes en la casa, cuidando de la jevita / Ve a trabajar con Coraza, y te dan una jabita. «¡Te daban!», me aclaró una vecina que trabaja de custodio en una fábrica de bombillos. ¿Cuidando qué?, pregunto yo.

Volviendo al tema de mi mamá, el 07365. Pensándolo bien, ese número está más relacionado con otro número, el 57. El mío es el 260. Hablo del número de la libreta, el número del núcleo. No somos del mismo núcleo, no pensamos igual. Lo digo por aquello de que cada cual piensa como vive. Y ella vive sola, así que no puede pensar como yo, que vivo solo. Hay diferencia de género gramatical, y de generación.

También hay diferencia en los días en que nos toca comprar, y muchas veces en las cosas. Es cuestión de suerte. Por ejemplo, ella compró el pasado miércoles y además de lo de siempre, los cinco productos básicos, había un dirigido: máquinas de afeitar. Mi mamá no se afeita. Nunca se afeitó. Las muchachas de su tiempo no se afeitaban las piernas, ni los brazos… ni… ¡No se afeitaban nada! 

Ahora vea esto: yo compro mañana lunes y ya no hay máquinas de afeitar. Hay íntimas, almohadillas sanitarias. Y yo no uso eso. Mi mamá tampoco. Podríamos hacer un cambio y después ella vende las íntimas, pero ya vendió las máquinas de afeitar para comprar arroz. Una libra de arroz.

Estoy ansioso por que llegue mañana porque así veré al 14 318. Es una señora de las cuatro décadas, que más bien parece de fin de siglo; sin embargo, tiene una expresividad y una manera de hablar muy agradable. Cuenta anécdotas, chistes, hace comentarios de muchas cosas, tiene un amplio bagaje cultural. Todo lo contrario de 14 319, que siempre está disgustado y hablando mal de…, de todo, para qué entrar en detalles. Es un tipo amargado y pesimista. Por suerte llega tarde, casi a la hora de recoger los carnés de identidad y la libreta. Recuerdo que una vez se le olvidó la libreta y dijo: ¡«yo no sé para qué hace falta la libreta»! y 14 318, con su simpatía habitual le respondió: «¿Para qué? Pues para coger pollo, o no estaríamos aquí». Casi todos los números se rieron. Descubrí que 14 325 tiene una sonrisa muy linda. ¿Cómo se llamará? Tengo dudas además de cómo llamar a la hija de 14 318. La última vez fue con su mamá y no sé si llamarla 14 318,5 o simplemente 14 318 junior.

Yo sé que esto de los números lo facilita todo, incluso es más rápido cambiar de número que cambiar de nombre. En la cola de la gasolina yo fui, indistintamente, el 958, el 616, el 215 y el 55, todo eso en solo una semana. Para comprar dólares, por la aplicación en el móvil, sí no he tenido tanta suerte. Soy el 1 783 desde hace seis meses.

A mí no me sorprende esto de los números y de que me toquen siempre números altos. Desde niño lo he asimilado. Yo era el 31 en la escuela. Como mi apellido empieza con P, casi siempre en la lista del aula estaba lejos con p, o sea, en las postrimerías. Por eso, sin discusión alguna, a estas alturas ¡a mí no hay quién me meta un número.

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