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Una forma ingeniosa de vivir

El Centro Coordinador para la Discapacidad es el corazón para robustecer la cultura sobre esta temática. Necesitará de alianzas multisectoriales y un trabajo de «orfebrería» para que esos jóvenes puedan lucir sus dones, sus gracias, sus habilidades… y con ellas construir una sociedad más inclusiva y justa

Autor:

Marianela Martín González

«El destino es inesperado. A veces te pone piedras en el camino y tienes que convertirlas en escalones». Así, en ese tono poético y filosófico, define su discapacidad intelectual Claudio Riverí Noriega, un joven que soñó ser escritor y devino en aprendiz de panadero, pero sueña en grande: quiere ser el mejor panadero del universo.

Gracias al Proyecto de Discapacidad iniciado hace casi una década por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH) —y que ahora se robustecerá, a través del Centro Coordinador para la Discapacidad, creado el 16 de junio de este año—, él y otros jóvenes han logrado insertarse laboralmente en la capital del país.

Riverí Noriega cuenta con 21años de edad, y el equipo que lidera este proyecto logró insertarlo como trabajador en la mipyme Cubaneando, cuando concluyó, el año pasado, el Segundo Proyecto de Discapacidad Compartiendo caminos de inserción y cuidado (el cuidado para el adulto mayor y la inserción para los jóvenes), el cual contó con la colaboración de una ONG italiana; y una vez culminado, ayudó a insertar 22 jóvenes: 14 en la Quinta de los Molinos y ocho en distintas entidades de la Oficina del Historiador.

El proyecto, como señala el ingeniero Mario Vaca Aguirre, director de Capital Humano de la OHCH, quien lidera el Proyecto de Discapacidad desde hace años y ahora asume la conducción del recién creado Centro Coordinador de este programa, tiene como objetivo, como indica su nombre, coordinar las políticas sobre todo, en el tema de empleo.

«Es muy importante para nuestro trabajo —acota— lograr la inserción de los jóvenes con discapacidad intelectual al mundo laboral con la máxima de que es la comunidad beneficiaria y protagonista a la vez».

Riverí Noriega está insertado laboralmente en la referida entidad, pero su desempeño ha sido respetando el protocolo que exige el proyecto, según explica la defectóloga Marlén Mora López, especialista de la Dirección de Capital Humano de la Oficina del Historiador.

«Utilizamos la metodología de empleo con apoyo, que consiste en asignarle al joven discapacitado un tutor en el puesto de trabajo y un preparador, que es quien evalúa qué es lo que falta para que pueda ocupar el puesto laboral definitivamente. Hay determinadas tareas que requieren adaptaciones del puesto de trabajo que ocuparán estos muchachos. No es tarea fácil, pero sí muy bonita. Requiere de mucha comprensión y flexibilidad», asevera.

También explica que en los centros laborales donde tienen previsto insertar jóvenes con discapacidad realizan un previo análisis del tipo de puesto de trabajo y los intereses del joven. El proceso es precedido por una entrevista que se le realiza a él y a su familia para precisar sus inquietudes, necesidades, su verdadero potencial para desempeñarse en un empleo. Una vez que se tenga todo eso claro y la anuencia de los padres, el equipo coordinador del proyecto busca un tutor en el puesto de trabajo.

«Tenemos como objetivo facilitarle empleo, pero el objetivo sagrado es lograr la permanencia de estos muchachos en los puestos de trabajo. Y eso lleva un andamiaje de apoyo intenso. La idea del apoyo es que llegue el momento en que el tutor se desprenda de su intensa labor de manera gradual, porque se lograron los objetivos perseguidos y el joven se convierte en un trabajador con el apoyo mínimo e indispensable», señala.

En el caso de este joven, el maestro panadero Roberto Castelyni Valera lo adiestra; y sueña con que logre convertirse en un buen panadero, porque asegura que el muchacho tiene aptitudes. Antes tuvo un tutor que cumplió todo el protocolo que exige la inserción de estos muchachos al mercado laboral. De él aprendió no solo los secretos de la harina, sino también las bases de la cultura organizacional del gremio.

«Ya sabe bolear y empañar los panes (ubicarlos equidistantes en las bandejas). No lo tenemos directo a la población  todavía. Es ayudante, pero no un ayudante cualquiera. Es muy hábil trasladando mercancías —que no tengan demasiado peso— y haciendo lo que antes dije», asegura Castelyni.

Claudio tiene virtudes que, tanto los que lideran el Proyecto de Discapacidad como los trabajadores de la panadería, han advertido. Es muy respetuoso y agradecido. Quizá por eso presume un uniforme blanquísimo que sus compañeros le compraron para que no se sienta descolocado entre ellos, sino parte del colectivo: con derechos y deberes.

En un período de apenas dos años, ya cobra 5 000 pesos por trabajar de nueve de la mañana a dos de la tarde de lunes a viernes; y aporta a su seguridad social. Hay que ver la felicidad que le brota cuando habla de su empleo. En esa suerte de bienestar subyace el amor de su familia y de quienes vieron en él no un estorbo, sino un arte. Una forma ingeniosa de vivir, como calificara a la discapacidad el actor y dramaturgo estadounidense Neil Marcus, quien durante su vida luchó para que se reconocieran y reivindicaran los derechos de ese grupo poblacional, al que él también perteneció.

Ellas: el don de agradecer

Ambas son frutos, al igual que Claudio, de un grupo de talleres que ha organizado la OHCH con ayuda de la cooperación internacional, entre esta el apoyo de las ONG Euzkal Fondoa, del País Vasco, y la We Word GVC, de Italia, que junto a un financiamiento de la Unión Europea, han contribuido para que naciera lo que hoy es la esperanza de personas que no siempre fueron tenidas en cuenta para dar su aporte a la sociedad, sus familiares y la comunidad toda.

A una de ellas, Laritza Basulto Ramírez, los genes le jugaron una mala pasada. Nació hace 37 años con una trisomía en el par 21 (síndrome de Down). Pero a esta joven muchacha que limpia y acicala los muebles en el otrora Convento de Belén —actualmente la sede de la Unidad de Servicios Humanitarios de la OHCH, en La Habana Vieja—, la vida la premió con la gracia de la pulcritud, el baile y la de siempre encontrar la belleza en las cosas que la rodean.

«Disculpa, estaba con mi mamita», nos dice cuando vamos a su encuentro, en aquel hermoso recinto, enclavado en la calle Compostela, destacado desde el tiempo de la colonia en acciones caritativas, y donde la ciencia también hizo historias, entre estas el haber sido el lugar desde el cual se logró por vez primera —el 13 de enero de 1910— observar telescópicamente desde Cuba el famoso cometa Halley.

Laritza se alegra al vernos y no para de repetir que le gusta trabajar, los niños, echar agua a las plantas, sus jefes y amar a sus amigos. También, riéndose a carcajadas, dice que le encanta la música y bailar, pero no el reguetón. Que es amiga de Laritza Bacallao, la cantante que conoció en la televisión y es tocaya suya.

 Laritza Basulto nació hace 37 años con el don de la alegría. Foto:Roberto Suárez

Con picardía y euforia, me susurra que tiene un amigo secreto y que, tanto Mario como Marlén, se enteran de todo lo que ella hace en el trabajo. Me dice, ya en alta voz, que le encanta cobrar y ayudar a su madre con la limpieza del hogar.

Su madre, Ismaela Ramírez Perdomo, quien está insertada en este local, nos explica que su hija lleva años como trabajadora en esa entidad. Gana mensualmente 2 100 pesos por la plaza que ocupa como auxiliar de limpieza. Cuando llegó tuvo por tutor a Luis Carlos Espinosa Duanis, un muchacho generoso que no soltó su mano hasta verla segura, como se muestra hoy.

También cuenta que ambas madrugan de lunes a viernes. Se levantan a las 4:45 de la mañana para poder trasladarse de Alamar, en el este de la capital, hasta el antiguo Convento de Belén. La muchacha viene a trabajar y la madre se beneficia con los talleres que ahí se imparten sobre manualidades y medicina verde, entre otros.

Estos muchachos disfrutan el arte, tanto o más que aquellos que no presentan discapacidad intelectual. De eso da fe la profesora de sicoballet, Ileana Freijes Tejera, quien ha logrado sacar de la timidez, fortalecer física y espiritualmente a decenas de discapacitados, Laritza entre ellos.

Cuando me informo de que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este trastorno genético lo enfrenta el 15 por ciento de la población mundial, celebro que Cuba se haga responsable de encontrarle sentido a la vida de los jóvenes que lo comparten.

Es ejemplarizante para Cuba y el mundo que personas como la joven Marcela Padilla Rodríguez, pueda ser la cara que primero ven quienes, por diferentes motivos, visitan la Dirección de Cooperación Internacional de la OHCH.

Gracias al proyecto, la insertaron en la recepción de esta entidad, y hace seis meses que, con la ayuda de su tutora María Caridad Fernández Granado, aprende lo básico para poder ejercer en su puesto de trabajo. Insistirle en aprenderse los nombres de los trabajadores ha sido labor de quien es como una madre para Marcela; y por esa labor, totalmente gratuita, se siente muy satisfecha, como en otras ocasiones en que ha jugado ese rol tan importante para ganar la batalla de incorporar a la vida laboral a otros que comparten la misma condición genética de esta muchacha de 24 años.

 Marcela Padilla Rodríguez (en el extremo derecho) junto a Marlén Mora López y a la profesora de sicoballet, Ileana Freijes Tejera. Foto:Roberto Suárez

Marcela aprendió manualidades en los talleres que ofrece la Oficina del Historiador. Domina el arte de la cerámica fría y la pintura. De sus manos salen preciosuras, según nos dicen Marlén y su tutora. Mientras converso con ella, le arranco montones de expresiones que develan un alma inocente, pero llena de luces como para apreciar los árboles y pájaros que rodean la instalación. Y lograr que me diga que esas son las cosas más bellas que circundan su puesto de trabajo.

Hay que ser muy fuerte

Pero para impulsar esta labor hace falta no solo ser dedicados y trabajar conectados y defendiendo grandes valores humanos y éticos, sino también «ser muy fuertes», como aseguró el ingeniero Mario Vaca Aguirre cuando nos vimos por primera vez.

El ingeniero Mario Vaca Aguirre asume la conducción del recién creado Centro Coordinador de este programa. Foto:Roberto Suárez

Y es que aunque la inclusión de la discapacidad a nivel global ha tenido una evolución muy favorable en las últimas décadas, cuando se trata de la referida a la intelectual, su inserción al mercado laboral debe enfrentar retos mayores, porque, según los especialistas, sus emociones y sentimientos pueden ser difíciles de manejar.

Los estudiosos del tema, entre ellos quienes trabajaron en la Guía Metodológica Compartiendo caminos: Experiencias de inserción laboral para jóvenes con discapacidad intelectual en Cuba, detallan que estos muchachos se caracterizan por inestabilidad de los intereses, y relativa incapacidad de conducir hasta su fin las tareas iniciadas, debido al bajo desarrollo de su esfuerzo volitivo. Y, además, poseen dificultades en el control muscular, lentitud en el ritmo de trabajo y una marcada preferencia por el juego.

Por eso, el Director de Capital Humano de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y Director del Proyecto de Discapacidad fue categórico al resaltar que «hay que ser muy fuerte para enrumbar este hermoso proyecto iniciado en el año 2016, con el apoyo de la cooperación internacional. Y que no pocos consideran un surtidor de felicidad».

Por eso, reitera que «hay que lograr que cada vez podamos sumar más jóvenes con discapacidad intelectual de la comunidad a la inserción laboral, pero debe hacerse con la comunidad como beneficiaria y protagonista a la vez».

Mario se refiere también entre los desafíos que requieren de esta máxima el trabajo con el adulto mayor. Sostiene que, reducir las brechas de desigualdades ante las oportunidades es el objetivo de este programa. De ese modo, esas personas, de acuerdo con su condición física, económica y social, pueden realizar labores para obtener ingresos y mejorar su calidad de vida.

Según explica, es un trabajo que requiere mover conciencias y reconoce el apoyo que ofrecen las numerosas campañas de sensibilización que desarrollan para hacer más anchurosos los caminos que se abren a la discapacidad.

Cada vez que se celebra una fecha inherente a esa temática: día internacional del síndrome de Down y el de la Discapacidad, múltiples entidades (como la Casa del Chocolate) colaboran con el proyecto para sensibilizar a la comunidad en la inserción de estos  jóvenes.

Cada campaña es un grito para que los que deben apoyar sepan que ellos sí pueden formar parte del tejido social, a través de su cooperación, gratitud y orgullo infinito.

El Centro Coordinador para la Discapacidad será el corazón para robustecer la cultura sobre esta temática que será siempre retadora. Los más de 15 años  de experiencias en proyectos comunitarios que atesora la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, con alianzas y sinergias con otras entidades de los ministerios de Educación, Salud, Cultura, el Instituto Nacional de Deporte, Educación Física y Recreación, entre otros, es una fortaleza para enrumbar este programa que siempre necesitará un trabajo de «orfebrería» para que esos jóvenes puedan lucir sus dones, sus gracias, sus habilidades y con esas virtudes participen en la construcción de una sociedad más inclusiva y justa.

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