Cada fin de semana durante la etapa estival, un grupo de jóvenes cambian de labor para aportarle al país en la actividad agrícola. Autor: Tomada del sitio de la UJC Publicado: 12/08/2025 | 01:16 am
Tal vez lo primero que diga alguien al ver una guagua repleta de jóvenes por estos días sea: «ahí van para la playa, o a alguna excursión». Sería lo más lógico, ciertamente. En realidad, pocas personas asocian a la juventud, en pleno verano, con horas de sol, trabajo productivo o con los pies, fuera de lo metafórico, puestos en la tierra. Son palabras mayores que no les competen en la etapa estival a las nuevas generaciones, dirán algunos.
Pero las certezas que van dejando estas últimas semanas dictan lo contrario. Hay pinos nuevos en todo el país que se aferran a eso, a contradecir las «lógicas» y asumen tareas importantes con la única motivación de ser útiles allí donde más le haga falta a Cuba.
Luis Yoel González Méndez, por ejemplo, es de los muchachos que ha puesto por delante su compromiso y responsabilidad en estas jornadas veraniegas. «Primero va mi aporte», dice. Con esa disposición salió hace par de semanas, junto a otros jóvenes de la FEEM, la FEU y la UJC, hacia el campamento juvenil Abdala, en la finca El Rincón, ubicada en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo.
Como él, desde principios del mes de julio, decenas de muchachos asumen esta práctica en todas las provincias del país. Si bien en la tierra irradia fuerte el sol, quienes la labran lo hacen desde el amor y la diversión más auténtica que desprenden las nuevas generaciones.
Así lo afirma el propio Luis Yoel, quien cursa estudios de Marxismo-Leninismo e Historia en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona. Al hablar sobre su experiencia durante la primera rotación en el campamento, comentó que se trata de una oportunidad para que los jóvenes se involucren directamente en la producción de alimentos. «En mi caso, asegura, me he sentido útil».
Eso no lo afirma por mero compromiso, sino, como bien expresa, porque sabe que su aporte impactará directamente en la alimentación de lugares tan sensibles como el Hospital Dermatológico de La Habana, o en otros centros indispensables para la economía.
Las labores que realizan en el campamento, explica, no resultan sencillas. Bien sabemos que la tierra, en cualquiera de sus variantes, demanda grandes sacrificios. Según precisa,
los trabajos que hacen están vinculados con la chapea, deshierban los canteros, aran la tierra y alimentan gallinas y peces, por solo citar algunos.
«Son muchos los muchachos que, como yo, hemos estado involucrados en varias tareas de impacto, y siempre prima el mismo sentimiento de esforzarnos y enfocarnos para cumplir nuestros propósitos en los escenarios productivos, tan necesarios hoy en el camino de alcanzar la soberanía alimentaria», acota.
Labores indispensables
Con la continuidad de este campamento agrícola en la etapa de verano, el cual se puso en marcha el pasado año, se le hace frente con mano de obra puramente juvenil a la compleja situación productiva que vive el país. Pero, ¿cómo hacer sostenible este proyecto en el tiempo durante la etapa estival?
Al comentar sobre el tema, el primer secretario del Comité Provincial de la UJC en La Habana, Raúl Alejandro Palmero Fernández, explicó que, hasta la fecha, y durante las semanas que restan del verano, se han estabilizado las rotaciones de muchachos de viernes a domingo, y participan estudiantes universitarios y de la enseñanza media en la capital. «Ellos entran al campamento en grupos de 20 por cada ciclo», agrega.
En la finca El Rincón contamos con dormitorios y dos ranchones para hacer actividades culturales después de cada jornada productiva, porque, si bien se labora fuerte, estamos en una etapa en la que los jóvenes también buscamos esparcimiento y disfrute colectivo, dijo. «Y qué mejor combinación que sentirse útil y pasarla bien entre un piquete de muchachos que muchos empiezan a conocerse», destaca.
Palmero Fernández señala igualmente la excelente atención de los máximos directivos del hospital y de la UBPC, siempre al tanto de las necesidades de los campistas. Para satisfacción de los jóvenes y de todos en El Rincón, agrega, varios de los alimentos que se consumen durante la estadía son generados por ellos mismos, algo que regocija a todo el que pasa por allí.
Con ese sentido de pertenencia y orgullo habla la estudiante del preuniversitario Kim Il Sun, de Arroyo Naranjo, Ania Sánchez Báez, una de las muchachas que recientemente acudió al campamento. Según comenta «es inevitable no sentir compromiso cuando al final de las jornadas vemos el resultado del trabajo que estamos desarrollado y el aporte significativo que damos».
Hoy el país demanda más espacios así, en el que podamos asistir con regularidad los estudiantes de casi todas las enseñanzas. «En ocasiones se piensa de manera errada que nosotros, por ser jóvenes, no somos capaces o no estamos puestos para estas cosas. Y eso, en realidad, son estereotipos. Hay compañeros de mi edad que sí quieren y participan a la hora que se les llamen», reconoce.
Un ejemplo claro es lo que viene haciendo la juventud capitalina en El Rincón durante la etapa estival; pero, de igual manera, sucede en otras provincias del país. En el caso de Luis Yoel, cree también que se deben encontrar más lugares fuera de los meses de verano donde los estudiantes, de una forma diferente, se involucren en la producción de alimentos u otro renglón de la economía, siempre atendiendo a generar, por supuesto, más ingresos que gastos.
«Los campamentos agrícolas brindan una magnífica oportunidad para familiarizarnos en la práctica con la agricultura», asegura. Sin embargo, existen otros elementos que hacen necesarias e interesantes estas «aventuras al centro de la tierra», y de pleno intercambio con el campo.
Confiesa Luis Yoel que cuando puso un pie en el campamento se desconectó un rato de la tecnología. A veces, dice, es importante salirnos de la espiral tecnológica para centrarnos en otras prioridades: la naturaleza, el trabajo, y compartir sanamente con el grupo de amistades que vamos creando mientras laboramos.
No hace falta ser experto para darles comida a las gallinas, limpiar un maizal o chapear. Solo basta sentirse útil y tener el deseo de hacer por Cuba. Hay muchos jóvenes que aún entre las carencias y desafíos apuestan a eso, a transformar de una callada manera —sin hacer tanto ruido—, pues andan comprometidos con su tiempo.
«No podemos estar ajenos a la situación que vive hoy el país, más cuando tenemos la certeza de que cada acción, por pequeña que sea, importa y es muy valorada. El verano lo vamos a disfrutar y no veo como un sacrificio ir a lugares como estos a aportarle al país. Al contrario, pienso que es muy importante no dejarlo de hacer en ninguna etapa», reafirma Luis Yoel.
Pobres quienes piensen que, aún en estas horas difíciles, los jóvenes siguen, como generalidad, desconectados de su tiempo. Hay generaciones que se funden en la historia y guapean a la altura de cualquier sacrificio. La juventud cubana, en su mayoría, es un ejemplo vivo de esa heroicidad. Solo basta un breve recuento de los últimos años para darse cuenta.
En la primera línea de los escenarios más duros han estado con absoluto protagonismo las nuevas generaciones. Hoy, a pleno sol, también dejan su huella en la tierra tantos rostros que solo piensan, ante todo, en el bien de Cuba.