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La expo Otras señales marcó el regreso a La Habana de Gabriel Gutiérrez

El artista de Camagüey expuso su enigmática pintura en la galería capitalina La Acacia

Autor:

Toni Piñera

No hay dudas. Es una pintura enigmática. Tonos, formas y tema se comunican por los laberintos de la soledad y atrapan al espectador. Porque ese sentimiento humano que vive dentro de casi todos nosotros, el destacado artista Gabriel Gutiérrez lo plasma de forma original en sus cuadros.

Gabriel Gutiérrez (Camagüey, 1945), pintor, escultor, dibujante, pero sobre todo el que ha entregado su magisterio a lo largo de las últimas décadas y ha dejado sus huellas en nombres cimeros de la plástica cubana actual: Joel Jover, Agustín Bejarano, Aisar Jalil, Esterio Segura, Aziyadé Ruiz, Kadir López, y Franklin y Marco Castillo (Los Carpinteros)... se paseó recientemente por La Habana (galería La Acacia) con la exposición Otras señales.

Otras señales marcó su regreso, luego de décadas sin exponer en la capital. Precisamente, con una muestra de esa misma serie titulada Y se hizo la luz, celebró, en su ciudad natal, el premio Fidelio Ponce por la obra de toda la vida, que recayó en su primera edición (2005) en este creador, y no por azar.

Gabriel Gutiérrez no es un paisajista en el sentido tradicional del término. En su obra el paisaje es un medio y no un fin, constituye un símbolo que expresa muchos significados. Y en estas piezas hay una manera singular de atraparlo, a través de las edificaciones, donde el artista se las ingenia para plasmar la distancia mediante la lógica neblina del tiempo. Realidad irreal e irrealidad real inundan sus creaciones, que se distinguen por la economía de recursos formales y tonales, a la par de su vasta lectura conceptual y filosófica sobre la memoria de la nostalgia, y en este instante, de la soledad.

Sus obras son espacios bidimensionales, infinitos, que no difunden respuestas, sino muchas inquietudes e interrogantes. Mientras que con el color, la monumentalidad, la amplitud claustrofóbica, la ausencia premeditada de figuras, se sumerge en la calidad emocional. Él logra siempre volatilizar el espacio, desmaterializarlo, hacerlo subjetivo y, al mismo tiempo, corporeizar el tiempo, convertirlo en algo físico, perceptible, palpable. Sus formas son sólidas y sus contornos netos; estas se alzan ante nuestra vista plenas de vitalidad para comunicarnos un mensaje.

Frente a sus piezas pictóricas, el espectador se conmueve por tantos enigmas de creación. Como vistos en la noche del tiempo, sus trabajos enfocan parajes remotos que construye en su mente y luego arma sobre las telas. Él pinta lo que ven sus ojos —incluso en la mente— y establece un juego de imágenes semánticas y pictóricas que despiertan en quien las observa múltiples evocaciones.

Si observamos con detenimiento sus obras, cada una de las representaciones que se disuelven e interpelan en los distintos planos poseen una naturaleza conceptual. Tal movimiento es consecuencia de las inquietudes plásticas del artista en su afán por explorar el dibujo y la línea —centro de sus experimentos pictóricos— junto al valor de las manchas de colores y pinceladas sueltas, sobre las superficies en que indistintamente crea para así constituir un rico y diversificado arsenal de formas que dinamicen su discurso visual conceptual y estético.

El artista comentó acerca de su obra actual, que para él el objeto y su apariencia es fundamental. En la muestra Otras señales no es el sentido etimológico de la palabra «señal» a lo que alude, sino a aquello que pudiera evocar la soledad: el vacío de ese elemento-objeto en un espacio que resulta abrumadoramente grande, no es el signo de la luz que emite como posible guía a un destino, sino el misterio de esa figura hierática, sola, terriblemente sola (el faro) en medio de ese espacio. Entonces, la acompaña de otro elemento sugerente (la esfera) que resulta todo lo que nos amenaza, algo que está por suceder... Para decirnos, desde su peculiar lenguaje, se mueve dentro de la nueva-figuración con ciertos tintes de surrealismo y neo-expresionismo para tratar, en lo posible, de ofrecer una visión muy personal de aquellas cosas que lo compulsan al acto de la creación.

En la actualidad, la obra de arte es el vehículo de expresión de los temas referidos a las más íntimas vivencias del creador. Y la pintura constituye una suerte de descarga emocional que desata una rica e intensa comunicación con el receptor. Gabriel Gutiérrez —graduado de Artes Plásticas en la especialidad de dibujo y escultura (1968) y Licenciado de Artes Plásticas en el Instituto Superior Pedagógico José Martí (1991)— construye una obra que contiene muchos impactos rotundos, muchos puntos de fascinación. La mejor valía de esos trabajos surge de la conjugación de vectores matizadamente distintos. La suntuosa intuición plástica que permite al artista resolver sus apuestas con una secreta riqueza y elegancia de efectos así como la habilidad, su vertiente más bronca. Todo cuanto se mueve en la fascinante obra del artista —sea en pintura, dibujo o escultura—, no es más que lo que la mirada pone en relación: signos, atisbos, señales que llegan desde el tiempo.

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