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Aitana Alberti, hija del Rafael Alberti y María Teresa León, evoca en La arboleda compartida los días junto a sus padres, trotamúndicos exiliados. Los evoca con los mismos conjuros con que ellos edificaron su crédito como escritores, poetas básicos del siglo XX en nuestra lengua: con una prosa que a la vez que cuaja en poesía se adecua a las intenciones de rendir un testimonio singular, mediante la libertad de la crónica.
Mágico, ese es el adjetivo que le ajusta, porque este libro nos va unciendo progresivamente a la lectura, sin que podamos desprendernos del interés humano y de los aciertos estilísticos crecientes en estas páginas.
La arboleda compartida es un título que se vincula y se desprende de La arboleda perdida, memorias que Rafael Alberti escribió y que muchos de nosotros, cuando éramos jóvenes, leímos en Cuba con un temblor en los ojos. Después leímos Memorias de la melancolía, donde percibimos la reciedumbre del estilo de María Teresa León, la esposa compañera de Alberti.
En este volumen, publicado por la Colección Sur, de la Uneac, Aitana Alberti devela no solo la intimidad con sus padres, también el orbe íntimo, ese medio donde ella nació y creció y recibió como legado. Por tanto, estas crónicas de remembranzas, primeramente aparecidas en un periódico español, nos transmiten múltiple información de aquellos años familiares, porque incluyen el ambiente doméstico, pero también las relaciones de sus progenitores intelectuales con otros intelectuales. Y por esa razón nos enteramos no solo de cómo vivían los Alberti, sino conoceremos, además, con quiénes y cómo se relacionaban en los diversos lugares donde una familia exiliada de la España de Franco establecía su trashumante hogar.
Intimidad, sensible apropiación del pasado y estilo, atmósfera poética, información, todos esos atributos se conjugan en este libro que comparte una arboleda familiar, por cuyos méritos literarios e históricos, nosotros, los lectores, recibimos la herencia de una húmeda sombra que nos enriquece y mejora.
