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Un telón que se niega a bajar (II)

Cuando estamos a punto de asistir a la reapertura de teatros, JR se acerca a creadores de la escena para indagar sobre el pasado, presente y futuro de su labor

Autor:

Frank Padrón

Cuando estamos a punto de asistir en la capital a la reapertura de los teatros y de que vuelva a subir el telón, JR se acerca a otros creadores de la escena no solo habaneros para indagar sobre el pasado, presente y futuro de su labor y la de sus respectivas compañías, siempre tomando como puntero la tristemente célebre pandemia que, ya sabemos, ha frustrado planes, interrumpido trayectorias, pero no al punto de hacer que nuestros artistas se crucen de brazos.   

Es el caso de la santiaguera Fátima Patterson, actriz y directora del Estudio Teatral Macubá, de la hospitalaria ciudad oriental. «Lo último que hicimos —comenta la Premio Nacional de Teatro— fue La Casa (versión nuestra de La casa de Bernarda Alba, de Lorca) y la pandemia me sorprendió regresando de una gira nacional. Retorné a Santiago el 10 de marzo de 2020 y sentí como una sacudida al ser consciente de que la enfermedad había llegado hasta nosotros, que no era algo ajeno; siempre pensamos que teníamos una coraza contra las cosas terribles que pasan en otras latitudes, pero de qué manera nos hicieron poner los pies en la tierra. Lástima que todavía hay quien anda por las nubes.

«Durante la pandemia mi primer trabajo fue confeccionar nasobucos para mi grupo y los vecinos, una iniciativa de mi hija que compartí; luego comencé a grabar pequeños cuentos para poner en la red de manera sistemática con los integrantes de Macubá; el 9 de julio tuvimos en línea el Taller de teatro popular, con participantes del Caribe y de su diáspora...

«En Santiago de Cuba la situación es diferente y nos permitió durante el mes de agosto presentar La casa en nuestra sede, utilizando solo el teatro al 50 por ciento de su capacidad y donde es obligatorio llevar el nasobuco. Ahora estamos en el proceso de montaje del espectáculo De Moliére y otros demonios y por supuesto que la marca de estos tiempos difíciles que hemos vivido estará presente». 

Una compañía tan activa como Danza Contemporánea de Cuba (DCC) fue duramente golpeada por la COVID-19, pero eso no ha significado inmovilismo o espíritu derrotista, como lo confirman su director, el coreógrafo Miguel Iglesias, y el mánager Jorge Brooks.

«DCC dejó varios trabajos en pausa cuando hubo la necesidad de cerrar. Se pospusieron las funciones en el Ottawa Art Center, de Canadá. A unos días para la presentación de La consagración de la primavera, en colaboración con el Teatro Ecuestre de París, bajo la égida del gran bailarín Julio Arozarena, los intérpretes que conformaban el elenco tuvieron que regresar antes del cierre de las fronteras europeas. La invitación del Festival Cervantino, en México, igual quedó para otro momento», explicó el primero.

En el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso se preparaban para estrenar Páramo, de la coreógrafa Laura Domingo Agüero (una mirada a ese monumento literario que es Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo). «A Páramo le faltaron pocos minutos para su terminación. Asimismo nos hallábamos involucrados en una pieza por el aniversario de Beethoven, inspirada en la obra del genial músico alemán, creación de uno de nuestros coreógrafos más reconocidos, George Céspedes; y en otra nueva propuesta de Julio César Iglesias, todo lo cual se sumaba a los trabajos habituales de entrenamientos, clases de técnica, ensayos, etc.», informó el segundo.

«Durante la pandemia hubo que tratar de mantener el estado físico de cada bailarín desde casa y siempre priorizando la salud y la disciplina; en julio se impartieron algunas clases en los salones cuando La Habana pudo aplicar una de las fases para la COVID-19, sin embargo, el retorno del cierre impidió el avance y nos repensamos tanto de cara a nuestro estado físico como al público que quería saber de la compañía. En este sentido hemos estado compartiendo en nuestras redes sociales algunas rutinas, de la misma manera celebramos el aniversario 61 de DCC y por primera vez no se hizo en los teatros, aunque se potenciaron los mensajes en las redes sociales y se compartieron videos y entrevistas con varios bailarines y coreógrafos que han pasado por sus filas. Hemos participado en la concepción y la realización de teleclases sobre Técnica de Danza para los estudiantes y bailarines. Estos paquetes de programas han estado saliendo por la TVC», apunta Iglesias.

«Para el retorno se impone recuperar al grupo, o sea, acondicionar el estado físico de nuestros bailarines para lo cual hemos pensado algunas semanas de clases propias en nuestros salones. A partir de ahí se impone culminar los montajes en proceso y comenzar los nuevos, así como planificar los ensayos de las obras que conformarán los programas en los teatros con los que tenemos compromisos. Dicho de otra manera: romper el estado de hibernación y trabajar, trabajar y trabajar como hemos hecho en estos 61 años», enfatiza Brooks.

Ramón Silverio, el incombustible director del Centro Cultural El Mejunje y su grupo teatral del mismo nombre, en Villa Clara, han sido otros nada inactivos en esta difícil etapa. Tanto él como el especialista principal del popular sitio, Alexis Castañeda, nos cuentan:

«En la etapa pre-COVID-19, lo más importante fue la celebración del 28vo. Festival Mejunje Teatral, que tuvo lugar del 21 al 29 de enero. Después el centro se mantuvo en su activa rutina con presentaciones los fines de semana en nuestra sala Margarita Casallas, cubierta en buena medida por representaciones de la propia Compañía El Mejunje», nos da a conocer quien ostenta el Premio Nacional de Cultura Comunitaria.

«Cuando se propagó la pandemia en nuestra provincia y la institución cerró, retomé en mi casa una obra que desde hacía mucho tenía anotada pero no había podido desarrollar. La historia nace de las alucinaciones de mi vecina más cercana, nonagenaria que posee dos personalidades: buena parte del día es una ama de casa común, preocupada por las escaseces y avatares cotidianos, y la otra, una muchacha enamorada que espera por un novio imaginario llamado Jorge, que a veces la ama con locura y otras la engaña. Esta historia de amor me la contaba ella cada día y siempre tenía matices nuevos, al extremo de que en una ocasión me afirmó que había logrado hablar con Dios para que intercediera en sus amoríos.

«Comencé a trabajar a distancia con la actriz Mayuli Hernández, le dictaba las pautas y comprobaba a diario los adelantos a través del teléfono. Hasta que me decidí: casi “a escondidas” nos encontrábamos en la salita de El Mejunje y, cumpliendo las regulaciones sanitarias, ensayábamos. Con otros amigos escogimos la música y preparamos la escenografía. Poco tiempo después de levantadas las restricciones en Villa Clara, estrenamos el monólogo Si puedes tú con Dios hablar, que se mantuvo en cartelera varias semanas con gran éxito de público.   

«Pero inmediatamente comencé otro proyecto con apoyo de la Dirección de Cultura de la provincia: En zona rosa. Un gran show de transformismo para el que escogí a estrellas de este arte que habían fundado en los 90 la Compañía Futuro. Lo nombramos así teniendo en cuenta que pasaba la etapa más peligrosa de la COVID-19, cuando se estaba en zona roja. Ya la sociedad necesitaba otras propuestas que mitigaran el ambiente tenso que se ha vivido, y qué mejor que este color refrescante, identificador, además, de la comunidad LGBTI».

Cuenta Castañeda que el proyecto fue concebido para ser llevado a todos los municipios villaclareños y otras zonas intrincadas y suburbanas de la provincia. «El éxito que ha tenido sobrepasa todo lo que se imaginó y concibió. A la par, dos grupos de actores, pertenecientes a la compañía Mejunje ensayan el montaje de sendas obras más que ya están casi a punto para su estreno».

Ya vemos cómo la pandemia no ha podido con el ánimo y el espíritu indoblegable de nuestros artistas de la escena. Nuevos testimonios nos esperan, cuando ya las salas capitalinas se oxigenan para retomar la más participativa de las artes.

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