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Mi amor por el lírico es inmenso

No hubo un domingo entre abril y julio de 2020, en que el joven tenor Andrés Sánchez Joglar dejara de conmover a sus vecinos y a los curiosos que, desde el parque de Línea y L, en el Vedado, alzaban la vista en busca de aquel cálido canto de esperanzas

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Como otros artistas de corazón grande, no hubo un domingo entre abril y julio de 2020, en que el joven tenor Andrés Sánchez Joglar dejara de conmover a sus vecinos y a los curiosos que, desde el parque de Línea y L, en el Vedado, alzaban la vista en busca de aquel cálido canto de esperanzas que venía desde lo alto, llevando hacia los cuatro puntos cardinales, desde La Habana, un abrazo a los trabajadores de la Salud, batalladores contra la COVID-19, dondequiera que se encontraran.

Por supuesto que Andrés sabía que no era el único, que había muchos en el mundo ofreciendo su voz en gesto solidario, pero ninguno llamó tanto su atención como la reconocida soprano Jonaina Salvador. «Me apretó el pecho cuando se puso a cantar a Lecuona para agradecerles, desde su balcón, a los médicos cubanos que ayudaban a detener la pandemia en su tierra natal». Entonces este talentoso intérprete de 27 años, miembro del Teatro Lírico Nacional de Cuba (TLNC) a quien muchos ya conocen por haber protagonizado clásicos como Tosca y La Traviata, musicales al estilo de El Fantasma de la Ópera en el Anfiteatro de La Habana Vieja, o por ser parte de Los Líricos del Gato Tuerto, decidió llenarse «de valor» y contactar con la directora artística de la Temporada de Òperad'Andorra.

Ello explica que en estos días Sánchez Joglar haya tenido que acudir a WhatsApp para responder las preguntas curiosas de Juventud Rebelde, aprovechando al máximo los escasos momentos libres que le dejaban los ensayos de Cecilia Valdés, para que ese icono de las zarzuelas cubanas, obra del ilustre Gonzalo Roig, pudiera ser estrenado, hace apenas una semana, en ese país del sur de Europa, situado en los Pirineos entre España y Francia.

Cartel que anunció el estreno de Cecilia Valdés en Andorra.

«Fue la manera que eligió la Associació Andorra Lírica para culminar su temporada de ópera que la pandemia había boicoteado, como mismo hizo con las funciones de Rigoletto, de Verdi, que no pude realizar cuando el virus llegó a La Habana. Todavía me pellizco y no me creo que haya podido interpretar al Leonardo Gamboa de esta inmortal zarzuela que ya suma 90 años, al lado de una soprano tan admirable como Jonaina Salvador, quien asumió el rol de Cecilia, y de los también catalanes Laia Mata (Isabel) y Néstor Pintado (Pimienta)...

«Ha sido un gran regalo que me ha dado la vida, además, que esta producción se haya visto por primera vez en el Centre Cultural i de Congressos Laurèdia de Sant Juliá de Lòria, con la guía del mexicano Federico Figueroa, quien se encargó de la revisión del libreto y la dirección escénica; y de Yhovani Duarte, el cual se responsabilizó de la parte musical. Antonio Bártolo también formó el equipo como escenógrafo», le dejó grabado Andrés al diario en un audio que denuncia perfectamente la auténtica felicidad que lo embarga.

—¿Pero cómo aterrizaste en Andorra?

—Bueno, debo decir que muy pronto surgió una bonita amistad con Jonaina Salvador, quien me propuso que nos uniéramos en el famoso dúo O soavefanciulla, de La bohème, de Puccini, el cual subimos a YouTube y consiguió una alta repercusión. Y luego, con la generosidad que la caracteriza, me propuso que ese intercambio cultural se hiciera aún más real presentándole al público de Andorra esa zarzuela cumbre del repertorio cubano.

«Por supuesto que este abrazo cultural entre nuestros dos países tendrá su eco en La Habana, cuando Jonaina venga a centrar la puesta en escena de La traviata, la obra maestra de Giuseppe Verdi,con el TLNC, que dirige Yhovani Duarte. Ese será otro momento muy especial». 

—¿Cómo un niño se deja atrapar por el arte lírico? ¿Cómo apareció esa pasión tuya por cantar?

—Desde niño acostumbraba a cantar con mi mamá. Nos encantaba hacerlo mientras ella limpiaba en la casa. Ponía música y metíamos manos a la obra. Un buen día, el barítono Ulises Aquino fue a visitar a su suegra, quien había permutado para los altos de mi casa, y me oyó dándome gusto con Sueña, el tema de la película El Jorobado de Notre Dame, y para suerte mía decidió tocar la puerta, y no solo me felicitó, sino que también le habló a mi mamá de la Cantoría infantil del TLNC, que entonces conducía Alfonso Janeiro.

«Con diez años me presenté a las audiciones y a partir de ese instante mi amor por el Lírico ha crecido día tras día y se ha vuelto inmenso, al punto de que pretendo defenderlo a capa y espada, es decir, con toda mi voz, con todo mi corazón.

«Después vendrían mis estudios de canto lírico, dentro del Teatro Lírico Nacional de Cuba, en el Conservatorio Amadeo Roldán, con el maestro Waldo Díaz como mi tutor. Estuve cuatro años tomando clases de canto, solfeo, piano…, pero también formando parte del coro juvenil y de mayores, actuando en papeles de partiquino en algunas óperas con la compañía... Aprendí a bailar, a moverme en un escenario, a ser artista...

«Para mí resultó muy estimulante clasificar en el quinto puesto, mientras aún estudiaba, del Concurso de Canto Lírico Uneac, donde todos eran solistas; ganar el segundo premio del certamen de Jóvenes Cantantes Líricos, de Pinar del Río, así como el Gran Premio en el Jesús Li Cecilio... Me gradué en 2012, consciente de que si bien la escuela me había servido de mucho, en lo adelante la responsabilidad de crecer era totalmente mía, que la autosuperación es esencial, el estudio sistemático, la investigación...».

—Hay una etapa en tu aún breve pero intensa carrera en que decidiste probarte en otros géneros...

—Sí, así es. La clave cubana me llamó (sonríe), y pasé por la orquesta de Papo Angarica, por Yuli y Habana C, Azúcar Negra... Luego decidí retomar mi mayor pasión y empecé con Alfonso Menéndez en el Anfiteatro del Centro Histórico. Él me dio la posibilidad de interpretar al Erick de El fantasma de la ópera, con Maylú Hernández, pero también al Genio de la lámpara en Aladino; Los miserables en concierto, que se puso en el Teatro Martí donde llevó otros dos importantes espectáculos: La música a escena y Del Alhambra al Martí, que me brindó la dicha de cantar junto a esa notable soprano que es Milagros de los Ángeles...

Junto a Milagros de los Ángeles en el espectáculo Del Alhambra al Martí, bajo la dirección general de Alfonso Menéndez. Foto: Cortesía del entrevistado.

«Marco como un momento muy significativo de mi carrera haber debutado, con solo 24 años, en el personaje de Mario Cavaradossi, de la ópera Tosca, de Giacomo Puccini, al lado de Milagros de los Ángeles, como ya dije, una artista total. Se trató de una coproducción con la Ópera de Kiev, Ucrania, y fue, la verdad, muy, muy emocionante. Esto me abrió las puertas para después enfrentarme a La traviata, al Réquiem, de Mozart, Rigoletto, a las zarzuelas María la O y Cecilia Valdés...».

—El arte lirico sigue contando con un público fiel, pero tiene como tarea conquistar a los jóvenes espectadores, ¿cómo crees que se podría lograr?

—Desde que empecé a trabajar no he dejado de luchar por mi sueño, y de hacer todo lo que esté a mi alcance para que el arte lírico sea reconocido como lo merece, como en aquellos tiempos de gloria que contó con figuras como Rosita Fornés, Armando Pico, Ramón Chávez, Aldo Lario… Tiene que estar cerca el momento en que se ubique en el lugar que le corresponde. ¿Cómo? Con mucha promoción, con el apoyo del Ministerio de Cultura, de las disqueras, de los medios de difusión... ¿Por qué los representantes de este género no pueden estar en la radio o en la televisión en espacios como 23 y M o Piso 6, que son de la preferencia de los jóvenes, o en Lucas con un videoclip?

Andrés Sánchez en El fantasma de la ópera con Maylú Hernández. Foto: Cortesía del entrevistado.

«Porque los he visto en videos sé que la Ópera de Cuba realizó, décadas atrás, una labor artística admirable. Y no solo gracias a que contaba con buenos cantantes, sino a que las puestas eran cuidadas, se velaba por la calidad de la escenografía, del vestuario... Pero todo cambió. Ya desde el tiempo en que estudiaba las producciones se pusieron viejas, rotas, feas, llenas de polvo... En esas condiciones, aunque sea muy bueno el cantante, será un milagro que el público no salga desencantado.

«Por suerte ya se nota un cambio a partir de la entrada de Yhovani Duarte como director artístico general del TLNC. Se apreció que, Tosca, por ejemplo, fue diferente en todos los sentidos, porque hasta lo favorecieron las luces, los telones, del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso ya remozado. ¿La juventud no sigue al Ballet Nacional de Cuba o a proyectos como Habana Clásico o Líricos del Gato Tuerto, por qué no puede admirar también a nuestra compañía?

«¿Qué nos falta? Nos toca a nosotros, los cultivadores, ganarnos el respeto con nuestro profesionalismo. Hay talento en Cuba, ¡mucho!, eso te lo puedo asegurar, solo se debe saber aprovechar. Es triste cuando los jóvenes no encuentran oportunidad en el Teatro Lírico y se marchan para otros lugares, es triste. No es que sea extraterrestre, pero amo a Cuba, soy tan familiar, tan fiel a todo lo que me enseñaron, que me niego a perder las esperanzas».

—¿Con qué sueña Andrés Sánchez Joglar?

-Con representar a Cuba internacionalmente y poder actuar, en su nombre, en los grandes teatros del mundo.

Uno de los abrazos musicales que ofreciera desde su balcón, en el Vedado, el tenor Andrés Sánchez entre abril y julio de 2020.

Dúo de la soprano Milagros de los Ángeles y el tenor Andrés Sánchez Joglar en la ópera Tosca.

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