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Una herencia con mucho sabor y cubanía

Un disco producido por la Egrem reunió a 63 músicos cubanos para celebrar los 80 años de vida del multipremiado instrumentista Chucho Valdés

 

Autor:

Sergio Félix González Murguía

El maestro Chucho Valdés cumplió 81 años el domingo 9 de octubre. Toda una vida dedicada al arte de la música y a engrandecer nuestra cultura expandiéndola por el mundo. Sus ocho décadas fueron celebradas en el disco Los herederos. Homenaje a Chucho Valdés e Irakere, agrupación que en 2023 estará cumpliendo 50 años de su creación.

Doble motivo, la vida y obra de quien ostenta el premio nacional de la Música 1998, para revisitar sus creaciones a través de la mirada de sus discípulos, músicos de primera línea, entre veteranos y estrellas en ciernes, que ven en Irakere parte del motor impulsor de lo que ha sido la música cubana en las últimas décadas, esa con la que el público se deleita hasta el cansancio y es que, para ser sinceros, ¿Quién no ha gozado a ritmo de Bacalao con pan, Baila mi ritmo o Ese atrevimiento?

Los herederos…, una idea original de la musicóloga Élsida González Portal que encontró el apoyo de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), contó desde el primer momento con el entusiasmo de muchos de los antiguos componentes de Irakere en sus diversas etapas. Germán Velazco, César López, Enrique Pla, Orlando Valle «Maraca», José Luis Cortés, Alfred Thompson, entre otros exintegrantes, se unieron a jóvenes creadores para un total de 63 artistas que, al más puro estilo all star, reprodujeron una banda en el formato original de Irakere, la cual iba variando su composición en dependencia de las exigencias de cada tema del disco.

Los productores del material se plantearon desde los primeros instantes que el repertorio a grabar debía contener canciones inéditas, una mirada desde el presente hacia esos gloriosos años en activo de la banda fundada por Chucho Valdés en 1973, una música que, lejos de pasar inadvertida hoy, llega a nosotros en revisitaciones constantes de artistas jóvenes y experimentados, para poner a bailar al público cubano y de otras latitudes.

Diez temas componen este homenaje, de los cuales seis fueron compuestos por exintegrantes de Irakere, quienes bebieron directamente de la fuerza arrolladora de esos años en que el latin jazz, la rumba, la timba conformaban una amalgama poderosa capaz de atraer hordas de fanáticos a los más disímiles espacios.

Selva es el primer tema de la lista. Jazz afrocubano firmado por Orlando Valle «Maraca», que arranca con un canto abakuá a cargo de Pedro Francisco Almeida Berriel «Tatá», seguido por otras reminiscencias de otros momentos de la agrupación que durante décadas estuvo a la vanguardia de la creación musical de la Mayor de las Antillas.

Le sigue El Gordo, un tema con elementos de contradanza, tributo a otro antiguo componente de Irakere, ya fallecido, el guitarrista Carlos Emilio Morales, recordado en esta composición de la autoría de César López. El reconocido saxofonista cubano también pone su sello en Una melodía para Picho, un bolero donde se hace acompañar por artistas de la talla de Harold López-Nussa al piano, Harold Madrigal y Julito Padrón en las trompetas, entre otros.

Germán Velazco firma Herencia y Para Chucho un son, puro latin jazz que contó con los valiosos aportes de Rolando Luna al piano, Rodney Barreto en el drums, Héctor Quintana en la guitarra eléctrica, Yaroldy Abreu en las tumbadoras, por solo citar algunos.

El tamal, en la voz de Maikel Dinza, llega con la firma inconfundible del maestro José Luis Cortés «El Tosco», uno de los temas del disco que más puede seducir al bailador y crea un equilibrio con otras reinterpretaciones de composiciones de Chucho Valdés como Obatalá, a cargo de «Cucurucho» Valdés y Geidy Chapman, así como Ponle la clave, de Leyanis y Jessie, hijos de Chucho, en su formato Valdés Brother’s.

Relevante resulta el Popurrit homenaje a Irakere con temas que popularizó la agrupación durante décadas en activo, firmados por Chucho Valdés, Ricardo Díaz, Oscar Valdés y Carlos Puerto Caballero, como Boliviana, Dime en que momento y Que se sepa, yo soy de La Habana.

Completa el material una adaptación acertadamente renovada de Baila mi ritmo, dirigida por Roniel Alfonso, quien compartió los arreglos con el Dj Leonardo Milano y la inconfundible voz de Cimafunk en un tema que fue bautizado por ellos como una mezcla expresiva de timbafunk, donde se suma el piano de Alejandro Falcón y el drums de Juan Carlos Rojas, «El peje», entre otros.

El resultado de esta producción discográfica —y es una idea consabida, cada vez que se juntan músicos cubanos a crear— es un deleite equilibrado y lleno de sabor, capaz de hacernos viajar a un concierto de Irakere en los años 80 y al mismo tiempo sentirnos en una presentación de latin jazz en la casa de la cultura de Plaza en pleno 2022, por ejemplo. Sonoridades reconocibles que conectan públicos y experiencias en torno a un acervo común, donde se mezclan talentos de todo tipo.

Los herederos… es testimonio de una obra que está lejos de considerarse pasada de moda o intrascendente, pues es presente constante, y un reflejo de ello es que la mayoría de los componentes del material se consideran deudores directos de la obra de Chucho Valdés y muchos la imparten en nuestras escuelas de arte. Y otros la hemos disfrutado durante años, escuchado en la radio o bailado en teatros.

Este disco fue grabado en medio de los momentos más acuciantes de la pandemia de la covid-19, durante los meses finales de 2021 y presentado a la prensa a mediados de 2022 tras la más reciente edición de los premios Cubadisco, donde Los herederos… obtuvo tres nominaciones, en la categoría de jazz, making off para el DVD que acompaña el fonograma, a cargo de Rolando Almirante y en el apartado de notas discográficas para el texto del crítico cubano José Dos Santos que acompaña el material físico.

En esas líneas, Dos Santos recuerda una conversación con Chucho Valdés sobre el impacto de Irakere en la música cubana y en las modalidades interpretativas de las orquestas bailables, a partir de la década de los 80. «Rompimos la estructura de los mambos, que tiene frases de cuatro compases, y empezamos a usar por ejemplo, frases de Charlie Parker, pero mantuvimos el ritmo y la gente baila con eso», le aseguraba Chucho a Dos Santos.

Hoy la gente sigue bailando con Irakere y es probable que esa realidad no cambie gracias a experiencias como este disco que se ha visto enriquecido por otras notables aportaciones de músicos como Adel González, Javier Zalba, Alexander Abreu, Gastón Joya, Mayquel González, Yasek Manzano, Amaury Pérez Rodríguez, entre muchos otros a los que se unieron las voces de Haila María Mompié, Issac Delgado, Mayito Rivera, Alain Pérez y Maikel Dinza, todos juntos para celebrar la obra de quien continúa sentando cátedras para futuras generaciones, sea cual sea el formato en que se presente su música.

No sería descabellado imaginar que los herederos lleguen a materializar este homenaje sobre el escenario, en eventos como el festival Jazz Plaza, intercambio al que Chucho Valdés ha aportado mucho. Sería una oportunidad para que el público sienta esta obra más allá del sonido, similar a la experiencia vivida durante la edición 35 del Jazz Plaza, cuando Carlos Miyares comandó un grupo de músicos cubanos en su Tributo a Chucho Valdés e Irakere (Producciones Abdala, 2021).

Los herederos… se suma a esa dulce certeza de que la obra de creadores cubanos como Chucho Valdés permanece vigente entre quienes defienden la música cubana y ese público que hace suyas estas creaciones.

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