Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Soy lo que soy por la música que he escuchado

JR conversó con la cantautora española Rozalén, quien debutó recientemente en los escenarios cubanos, como parte de la Feria Internacional Cubadisco 2023

Autor:

Sergio Félix González Murguía

María de los Ángeles Rozalén posee una virtud poderosa. Con su música la joven cantautora española tiene una llave capaz de abrir muchas puertas para invitar al público a la reflexión en torno a nuestros actos y lo que nos rodea. Cada canción supone un diálogo con su audiencia, permeado por la dulzura y el talento de esta notable artista. «Cultiva el don de la palabra», le decía su padre.

A sus 36 años, esta artista oriunda de Albacete (Castilla-La Mancha), es Premio Nacional de Músicas Actuales 2021 en España y cuenta con cinco fonogramas y una década de trabajo, con una obra compositiva donde ha tocado los más diversos temas, por lo general con un fuerte compromiso social.

Podría decirse, sin temor a exagerar, que Rozalén es una creadora consecuente con su tiempo. En su obra aborda la realidad con valiente ánimo reivindicador poniendo sobre la mesa saberes —La puerta violeta, Aves enjauladas, Berlín, entre otras— y reflexiones comunes alrededor de temas como los dramas de la migración irregular, la violencia de género, las desigualdades, el amor propio, el respeto al diferente, el desamor, o puede abrirnos las puertas de su casa, hablar de su tierra natal, de sus tradiciones familiares, como hace en su más reciente disco: Matriz (2022).

La novedad que representa este material fue propicia para que la Feria Internacional Cubadisco 2023 extendiera una invitación a la cantante para formar parte del programa de presentaciones. Pero si bien se trataba de la primera presentación de Rozalén en Cuba como proyecto artístico, no era la primera vez que la intérprete manchega se paseaba por las calles habaneras, incluso su voz ya se había escuchado en otro espacio.

Rozalén no recodaba la ocasión en que cantó como invitada en un concierto de Jorgito Kamankola en la Casona de Línea, en el Vedado capitalino hace seis años. «No recuerdo qué canté, pero la atmósfera la recuerdo perfectamente: había mucha gente joven, era todo muy natural, como si estuviera en casa», rememora en un diálogo con Juventud Rebelde, previo al concierto que abarrotó la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba.

La cantante se confiesa influenciada por la trova nuestra. Cuba aparece en el mapa musical de esta joven creadora desde muy pequeña, cuando sus abuelos le enseñaban a cantar habaneras como La paloma. Luego fue tendiendo puentes: su gran amistad con Alexis Díaz Pimienta, su profesor de décima, el anhelo por cantar algún día un tema junto a Silvio —ha grabado una versión de La maza para su disco El árbol y el bosque (2020)—; la suerte de haber interpretado Para vivir junto a Pablo y la oportunidad de haber grabado Horizontes de niebla con Omara Portuondo, son vivencias que cuenta con orgullo.

Abrazar al cubano

El de la Covarrubias fue un concierto plagado de referencias, un discurso de cariño para un público al que Rozalén quería abrazar desde hace tiempo. Para esa audiencia, la artista trajo su estilo, su esencia pura. «Vengo de la sicología social y encima toda la música que he escuchado desde niña tenía una reivindicación detrás. Los cantautores latinoamericanos y españoles, el rock y el rap me encantan. Soy lo que soy por la música que he escuchado, porque el arte es el medio más amable para lanzar información y es el que te hace pensar.

«A mí me cuesta mucho más escribir sobre amor. Cuando han terminado mis relaciones es que me han salido más fácil las canciones, pero me da mucha vergüenza. En cambio, escribir sobre lo que observo me provoca, me sale de manera más natural», asegura la autora de canciones como Que no, que no, por la cual mereció el Goya a la mejor canción original en 2021, obra que formó parte de la banda sonora de la cinta La boda de Rosa, de Icíar Bollaín.

Rozalén compone desde los 14 años. «Esas canciones son horribles; mis amigos las tienen guardadas por si acaso», bromea la creadora, quien desde la adolescencia, tal vez sin proponérselo claramente, definía sus principios e intereses. Su primera composición, cuenta, de título Dorada perfección, abordaba el tema de la migración y se inspiró en las noticias que veía sobre las primeras olas migratorias que iban de África a España.

«La verdad es que empecé a componer como un juego. Yo pensaba que iba a ser sicóloga. Por supuesto, canto desde que hablo y de niña leía y escribía mucho. Escribir diarios, sobre todo, era mi vía de escape; a veces se escribe mucho más lo que no se puede verbalizar para reconducir la catarsis. Entonces recuerdo que conocí algunos amigos que escribían sus canciones y me animé. Con lo que escribía me tiraba un rato con la guitarra e intentaba medir, rimar y así empecé a hacer canciones, pero era algo para mí».

Los estudios de sicología y musicoterapia le han permitido, comenta, entender mejor cómo conectar con el público a través de la música. «Logré estudiar muchas explicaciones sobre por qué la música no se puede separar del ser humano. Somos música, latimos y andamos a un ritmo, vamos de una emoción a otra según el tipo de acorde, y muchas personas recuerdan momentos importantes de su vida gracias a la canción. El ser humano lo último que olvida son las canciones».

De vuelta a la matriz

«La familia para mí lo es todo», asegura Rozalén, quien considera además que ha heredado la hipersensibilidad de su padre y un espíritu coplero, alegre y dicharachero de su madre. A ellos y al entorno sonoro y emotivo de la localidad está dedicado un material que podría considerarse el más personal de los cinco que ha lanzado hasta la fecha. Matriz nos deja un interesante viaje por la localidad de la península ibérica, lejos de las grandes urbes y el turismo de masas. Apela a la esencia más rural y a la plurinacionalidad que es esa diversidad de cosmovisiones que componen el país europeo.

Para la creadora, «Matriz ha sido una pasada. La mayoría de las canciones vienen de mi zona, La Mancha. Por ejemplo, Te quiero porque te quiero —un fandango para el cual se hace acompañar por el cantante Rodrigo Cuevas— la aprendí a los siete años. De esta manera involucrarme y estudiar más sobre los diferentes folclores de todos lados para mí ha sido super enriquecedor. Estoy muy orgullosa de mi país, en su diversidad, en su riqueza, en todos los colores que tiene, entonces me parece una manera muy bonita de decir “te quiero” a alguien.

«A mí me gusta que cuando vengan a mi pueblo se preocupen por lo que comemos, por lo que fueron mis abuelos, me parece lo lógico. Te quiero hacer sentir bien, importándome tu vida y los tuyos, entonces si voy a Galicia quiero cantar en el idioma de tus ancestros y quiero saber por qué es tan importante el mar para ti o por qué el euskera es una de las lenguas más antiguas del planeta, es una joya. No sé por qué hay mucha gente que quiere ver la vida en blanco y negro cuando hay un abanico de colores increíble».

Y en medio de todo lo compartido, de todo lo cantado y lo que queda por cantar, Rozalén no disimula sus emociones y es algo que su público le agradece con todo el cariño del mundo, el mismo al que ella le pregunta una y otra vez si están a gusto contemplando el concierto. «He aprendido tanto y me siento tan afortunada, sobre todo por dedicarme a algo que me hace feliz.

«Me dedico a algo que me arregla el día, me cura, le hace sentir cosas a la gente, pues claro que me termina compensando, me permite viajar y conocer otras realidades y un poquito más la sociedad y dudar cada vez más de todo. Tengo canciones hechas, y las que me quedan serán para un nuevo disco. Supongo que lo que estoy viviendo aquí y antes, cuando estuve en Colombia, influirá en alguna creación, mientras tanto intentaré seguir para no dejar de hacer lo que me gusta: cantar y contar».

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