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El artista tiene vocación de servir

La prestigiosa actriz y directora de teatro, con una extensa trayectoria en el cine, el teatro, la radio y la televisión de nuestro país, se aproxima a sus 70 años de vida artística. Ahora mismo, en la telenovela El derecho de soñar interpreta la senectud del personaje de Esther de la Osa. Son estas razones suficientes para conocer de sus más valiosas experiencias

Autor:

Valia Valdés

La actriz Verónica Lynn se aproxima a sus 70 años de vida artística. A pesar de reconocer la necesidad de que la dirijan y afirmar que no todas las actuaciones le quedan bien, aun cuando el oficio fraguado por tantos años le ayude a resolver determinadas situaciones dramáticas, comparte con el Portal de la Televisión instantes de sus más valiosas experiencias.

La telenovela El derecho de soñar, en la que interpreta la senectud del personaje de Esther de la Osa, da pie para atizar sus recuerdos de adolescente:

«Yo viví la época de María Valero. Fue una actriz maravillosa, tenía una voz preciosa, por lo que con 14 o 15 años fui una de sus admiradoras». Continúa la actriz y teatróloga: «De la radio surgieron mis amores platónicos, entre ellos, el actor Ernesto Galindo. Mi mamá lavaba y planchaba para sobrevivir, mientras escuchábamos la radio. En esa época preferíamos RHC Cadena Azul porque transmitía programas tan populares como: Los tres Villalobos; Las aventuras de Manuel García, el rey de los campos de Cuba; Tamakún, el vengador errante; Así va el mundo

«También éramos oyentes de la CMQ y Radio Cadena Suaritos, que poseía una discoteca maravillosa, la cual me permitió conocer extraordinarios cantantes y géneros, así como escuchar el audio de películas latinoamericanas.

«Cuando estudiaba el bachillerato en el Instituto de La Habana y por alguna razón nos dejaban salir antes, corríamos a la emisora CMQ, ubicada en Monte y Prado, para presenciar la actuación de Rita Montaner y Alejandro Lugo en el programa Mejor que me calle».

—¿Cómo fue su entrada al mundo artístico?

—Siendo ya una jovencita trabajé para ayudar a mi familia y sostenerme. Fui vendedora en Marianao, donde representé tres marcas comerciales; además, participé en un concurso de televisión donde resulté ganadora, lo que me permitió formar parte de Escuela de Televisión y del elenco artístico de la programación dramática del Canal 4, propiedad de Gaspar Pumarejo.

«En ese canal intervine en Teatro Azul, que salía al aire los domingos a las nueve de la noche en vivo, e interpreté personajes pequeños sin cobrar. En las noches también comencé a hacer teatro de forma gratuita, como casi todos mis compañeros de esa época.

«En el Teatro Experimental de Arte (TEDA) estrené títulos importantes del repertorio internacional, dirigida por Erick Santamaría. Esos fueron mis inicios en las “Salitas”, espacios donde se presentaban obras de teatro en la capital, antes de la Revolución».

—¿Después de 1959 se acercó al medio radial?

—Sí, trabajé en Radio Liberación y más tarde en Radio Progreso, donde intervine en varias novelas de Joaquín Cuartas. En la radio siempre me gustó apoyar las intenciones con acciones físicas.

Su actuación en la versión radial de Santa Camila de La Habana Vieja la hizo merecedora del premio de actuación femenina en el Festival Nacional de Radio de 1992. El conocimiento acumulado en ese medio sustenta su criterio cuando expresa inconformidad con la carencia de buenas voces y la disminuida calidad de las producciones radiofónicas actuales.

Verónica ha actuado en importantes realizaciones a lo largo de su carrera, recibido el favor de la crítica y alternado con grandes figuras de la actuación y la dirección en nuestro país, hasta llegar a convertirse ella misma en un ícono. No obstante, no olvida sus inicios y el consejo generoso de Gina Cabrera, que le permitió conocer la posición del actor ante la cámara y las luces.

El sumar logros en televisión propició su trabajo con directores tan sobresalientes como Roberto Garriga, quien le entregó el personaje de Doña Teresa en la telenovela Sol de batey y posibilitó su consagración ante el gran público.

La actriz integró también los prestigiosos elencos de la directora Loly Buján, en el espacio televisivo Teatro, además de intervenir en telenovelas, series y otras producciones por los que recibió sucesivos premios y reconocimientos.

Actualmente, su rostro se ha hecho recurrente en las realizaciones de Rudy Mora y Alberto Luberta Martínez. Sobre su personaje en El derecho de soñar relata:

«María Valero murió de forma accidental, pero los guionistas desarrollaron la ficción en la que se ven involucrados el personaje de Esther de la Osa y su esposo, por lo que mi rol quedó con el estigma de ser la asesina de la diva y su historia gira alrededor de ese conflicto».

Acerca de la manera de hacer televisión hoy día, la experimentada profesional comentó: «Nosotros fuimos educados con un rigor, una disciplina y un respeto diferentes. En todos los tiempos se hace necesario que el actor conozca las particularidades técnicas del medio, las interiorice, aprenda de los mejores, observe cómo trabajan y, sobre todo, mantenga la humildad y la ética».

Sobre los cambios introducidos en el quehacer de la pequeña pantalla argumentó la también Premio Nacional de Televisión 2005:

«Ahora contamos con el coach de actores. Pienso que esa especialidad debe ser más incisiva y comprometida para que, a pesar de la premura que exige la realización de la telenovela, el coach y el director acuerden lo que se quiere lograr con cada personaje de manera mancomunada y posibiliten que el actor responda a una única directriz».

En el ámbito cinematográfico la intérprete acumula numerosos títulos, entre los que sobresale su actuación como la madre de Rachel en La bella de la
Alhambra
. En cuanto a su desempeño en el último filme dirigido por Alejandro Gil, AM PM, refiere Verónica:

«El director sabía muy bien lo que quería y conversamos mucho. Mi personaje en AM PM es una persona común, con buenas cualidades. No es una mujer curiosa, ni que le guste hablar mal de los demás. Permite sopesar los pros y los contras y abrir un horizonte a la joven que se encuentra en la búsqueda de soluciones. La invita a pensar».

—¿Qué puso de usted en esa caracterización?

—Cuando uno analiza un personaje trata de aislarse de sí mismo, pero en definitiva lo interpretas tú y surgen puntos de contacto al estudiarlo.

«Cualquier personaje, incluso el más identificado contigo, con tus vivencias, con tu experiencia, con tu forma de ser, siempre es una persona que no eres tú. Hay aristas, matices, hasta la época o el país, que no tienen nada que ver contigo; por lo tanto, siempre resulta un reto hacer a otra persona».

A Verónica Lynn le fue entregado el Premio Nacional de Teatro en 2003. Estrenar el protagónico de Santa Camila de La Habana Vieja, dirigida por Adolfo de Luis; asumir a la Luz Marina Romaguera de Aire frío, bajo las órdenes de Humberto Arenal; o compartir escenario con José Antonio Rodríguez en ¿Quién le teme a Virginia Woolf? hubieran bastado para reconocer su nivel actoral; sin embargo, la intérprete siempre buscó llenar los vacíos teóricos de su formación empírica.

Aprendió sobre el Método Stanislavski junto a Andrés Castro y Adolfo de Luis, tomó clases con Alejo Carpentier en el Seminario de Dramaturgia convocado por el Teatro Nacional y estudió Teatrología en el Instituto Superior de Arte.

Unida al desaparecido actor y director Pedro Álvarez, creó el proyecto teatral Trotamundos, el cual mantiene activo al actuar y dirigir su último estreno: Frijoles colorados, acompañada por el actor Jorge Luis de Cabo.

La artista también aportó su experiencia desde la pedagogía a la Facultad de Artes Escénicas de la Universidad de las Artes, por lo que fue reconocida con el Premio Maestro de Juventudes, otorgado por la Asociación Hermanos Saíz (AHS), e insiste en que se mantenga el teatro en verso en los planes de estudio, así como la presencia de los textos clásicos en nuestros escenarios.

Además de reconocer el talento de varios de los actores jóvenes de los últimos años, y de actrices que, como Mayra Mazorra y Yazmín Gómez, han demostrado su excelencia, Verónica Lynn reafirma la necesidad de enfrentar la colonización cultural que arrincona nuestra identidad, a la vez que critica con dureza la vulgaridad que en ocasiones observa en los espec-
táculos teatrales que persiguen la risa fácil.

La actriz y directora señala cómo en determinados momentos el teatro ha ejercido una influencia mayor en la cultura, mientras que, en la actualidad, el audiovisual marca la pauta y su mayor o menor calidad influye en otras manifestaciones escénicas y en la apreciación del público.

Verónica insiste en la función social del arte, sin atiborrar de ideas, pero con la capacidad de hacer pensar:

«Se puede disentir. Yo creo que uno se desarrolla más cuando hay personas que aportan otro matiz, una idea diferente que te haga pensar, reafirmar o modificar un criterio».

La Premio Nacional de Teatro y Televisión realiza ejercicios de forma diaria y aunque retener los nombres de los cientos de personas que ha conocido no es su fuerte, a los 92 años continúa en escena, recibe la admiración de los espectadores y ratifica la vocación de servir del artista. (Tomado del Portal de la Televisión Cubana)

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