Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La última búsqueda de José Angel

La cultura es diálogo y para dialogar, primero hay que escuchar, opina el joven realizador avileño

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— ¿Nombre? Él deletrea: «Jo-sé» Hace una pausa, espera a que terminen de escribir y sigue: «Angel, sin acento». «¿Sin qué?» «Sin acento, así mismo». Encoge los hombros y se echa reír: «Sí, mi madre lo puso así; no sé por qué. A mí tampoco me gusta pronunciar el José acentuado en la última sílaba. Me parece muy gallego. Por eso pongo la fuerza de pronunciación en la ‘o’: tiene un algo más latino».

—Oye, ¿y tú no empezaste por la radio en Morón?

—No, hay un antes.

—A ver, dime…

Ficyha técnica
(para un carné de indentidad)

José Angel González Tamarit. Alto. Fornido. De 31 años. Fue vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Ciego de Ávila. Delegado al congreso de la organización. Nacido en Morón, aunque oriundo de Chambas. Parrandero del barrio El Gavilán. De los 13 a los 21 años, vinculado a la radio. De los 18 hasta los 20 o 22, actor en la compañía D’Morón Teatro.

Luego se inclina por los audiovisuales. Tiene varios cortos y documentales, algunos transmitidos por la televisión nacional, como el dedicado al maestro Andrés Hernández Font, quien fuera músico de Rumba Habana y director de la orquesta Son 14. Cursos de guionista, director artístico, locución, realizador de sonidos, casi poeta. Conclusiones: no está loco.

Confesiones a lo bajito

—Compadre, ¡cómo usted ha dado vueltas!...

—Así es, pero siempre alrededor de la cultura. ¿La razón? Porque yo buscaba la forma más idónea de expresarme a través del arte. La música siempre me llamó la atención. Mi papá decía que yo tenía condiciones. Lo que pasa es que, al crecer, comprendí que eso no era lo mío. Ella demanda un oficio, una disciplina y yo sentí que necesitaba explorar otros campos.

—¿Cuáles? ¿La radio?

—No, en la radio estaba desde que era corresponsal en la secundaria básica. Lo que pasa es que yo me gradúo de Bibliotecología y Ciencias de la Información, y me ubican en la casa de la cultura de Morón.

«Ahí descubro el mundo de la actuación. Después la compañía D’Morón Teatro abrió su primer grupo docente. Hago el casting, apruebo, entro y me vinculo a eso fascinante que es la actuación teatral y el trabajo comunitario; pero no me gradúo».

—¿Por qué?

—Por ego. Sí, no puedo dar otro argumento. Me llamaron la atención y la capacidad no dio para tomar distancia, y decir: «Hey, bájate el ego. Mira, ellos tienen la razón».

Querer la calle de mi casa

—¿De ahí saltaste para los audiovisuales?

—No, eso tomó su tiempo. Me mantuve en la radio, pero vinculado a la filial de la Fundación Nicolás Guillén en Ciego de Ávila. Larry Morales, su presidente, me dijo un día:
—Siéntate. ¿Qué tú quieres hacer? ¿Escribir?
—No; escribir, no, respondí.
—¿La música?.
—La música no.

«Fue un período de búsquedas. El teatro, con su exigencia, me enseñó que uno puede sacar el valor que tiene guardado dentro de sí. Pero yo no ubicaba el camino. Durante ese espacio, Sí me decían que había un curso de lo que fuera, lo pasaba sin pensarlo mucho. Gracias a la Fundación, en ese período tuve la oportunidad de intercambiar con las
personalidades que iban a ella. Y me enseñaron mucho sin que lo supieran. Con ellos comprendí qué es la cultura».

—¿Qué es para ti cultura?

—La cultura es que yo enseñe a mi hijo a amar su calle, a ser solidario, a compartir lo que tiene y no dar lo que le sobra. Esas personalidades, como la Doctora María Dolores Ortíz, el escritor Enrique Pérez Díaz, el propio Larry y su esposa Lina Leyva y muchos más, me enseñaron a pensar la cultura como lo que es: ese ajiaco lleno de matices, diverso, con una historia muy grande detrás. Y eso no es un jueguito, como yo pensaba».

—Descubrir eso fue chocante, ¿verdad?

—Sí, porque me vi delante de mi responsabilidad como artista. Y me sentí chiquito. Me di cuenta de que mientras más grande es una personalidad por su obra, más humilde se comporta.

—¿Qué tiene que ver la humildad con la cultura?

—La vanidad no deja ver. Te pone en el riesgo de encasillarte. De creerte lo que no eres y hay que aprender a controlar ese ego. Pienso que es bueno que los artistas lo tengamos, pero bajo llave. Cuando tú trabajas y lo haces bien, puedes empezar a imaginarte cosas y si encima de eso la gente te lo dice, ahí sí estás embarcado. Tienes que aterrizar.

¡Cámaras! ¡Acción!

—El audiovisual, ¿lo buscaste o te asaltó?

—Un día en la Fundación había una cámara y dije: déjame filmar. Ahí me di cuenta de que eso era lo que yo buscaba. Vi que podía expresarme de una manera muy abarcadora. Los primeros trabajos los hicimos por la libre, sin dinero para pagar a nadie. Hablaba con unas amistades mías: «Oye, vamos a ensayar esto; vamos hacerlo así», y empezamos a hacer algunos cortos y documentales.

Dialogar, sí. Y escuchar también

—José Angel, ¿por qué en Ciego de Ávila no logra despegar una producción audiovisual, al menos en los jóvenes?

—Bueno, hay varias causas. La lejanía de los centros de formación y el presupuesto. Hoy el video más barato te puede costar 20 000 o 30 000 pesos. ¿Dónde se obtiene ese financiamiento? Luego está la promoción. Aquí no hay un evento de cine, como ocurre con la trova. Es muy difícil crear ese movimiento cuando existen todas esas razones».

—¿Qué pudiera hacerse desde la AHS para incentivar la producción audiovisual?

—La AHS pudiera entrar en convenio con los medios. ¿Qué sucede hoy? Vas con los proyectos y no los aceptan o no hacen caso bajo el argumento del presupuesto. O no nos contratan en el Telecentro de Morón por no estar habilitados como directores, a pesar de tener una carta de recomendación del ISA.

«En verdad se debería hablar de una coproducción medios-AHS-cultura. Hace falta que ese diálogo sea más sistemático. Nosotros hemos hecho actividades en las cuales los que tienen que decidir no han participado. ¿Y cómo tú vas a gestionar la cultura si no escuchas y comprendes lo que los jóvenes hacen o quieren hacer?».

—Pero ustedes pueden crear su propio espacio…

—Sí, yo tenía uno en Morón en la librería La Moderna Poesía, donde presentaba audiovisuales y películas. El área se la dieron a un trabajador por cuenta propia y lo que era un proyecto cultural se convirtió en una cafetería. Fíjate, yo creo que la intención no fue mala. El problema es que no se dialogó y se dijo: Oye, tú tienes un encargo y yo tengo el mío. Tú tienes que respetar mi parte y yo la tuya.

«Hablamos de diálogo, pero hay muchas personas que solo quieren escucharse. Y no puede haber diálogo cuando tú no estás dispuesto a escuchar, aun cuando no estés de acuerdo. Por suerte en el cine de Morón, pese a que funciona más como cafetería de cuentapropistas, hay un espacio de proyecciones.

«Hay que crear un público. Eso es un problema, aunque en eso andamos. El próximo mes se estrena un corto de varios autores, entre los que me incluyo, y que fue el examen final del segundo año del ISA. Por ahí andamos».

Filmar, Filmar y Filmar

—¿En qué estás ahora? ¿Qué piensas filmar?

—Ahora trabajo en una historia de ficción. Es sobre una muchacha que quiere entrar en el turismo y le condicionan la plaza. «Si no te acuestas conmigo, no entras», le dice el jefe. Todavía es una idea y yo doy mucha importancia a una historia con sustancia. Eso es lo primordial.

—Entonces, ¿con los audiovisuales ya terminaste de buscar?

—Yo voy a seguir buscando proyectos, pero siempre desde el audiovisual. Ese es mi camino,  está decidido, aunque mañana me proponga incursionar en otra modalidad.

 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.