Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

De niño sí se vale

No puedo dejar pasar una celebración tan extraordinaria como esta en que se defiende y proclaman los derechos a una infancia feliz

Autor:

JAPE

Algunas personas me han escrito al privado (como se usa y es debido) para preguntarme por qué dejé escapar el pasado domingo 1ro. de junio, Día Internacional de la infancia, sin dedicarles unas líneas a los más pequeños de casa.

Yo les recuerdo a mis queridos lectores que no soy de los que más atrasados está en ese asunto de ir al ritmo de la vida y cumplir con cronogramas y fechas. Solo ha pasado una semana después de dicha fecha. Conozco de otras cosas que nos llegan semanas, incluso meses después de la fecha prevista, y no se arma tanta alharaca. Ya nos hemos acostumbrado.

Claro está que no puedo dejar pasar una celebración tan extraordinaria como esta en que se defiende y proclaman los derechos a una infancia feliz.

La infancia es una etapa inolvidable y a pesar de que cuando alguien confiesa alguna «mala» costumbre en los primeros años de vida como por ejemplo, orinarse en la cama, tener miedo al coco, meterse los dedos en la nariz y la boca una y otra vez, temer a la oscuridad…, siempre decimos que de niño no se vale. Yo pienso que de niño es cuando más vale todo.

La infancia es el período clave de desarrollo del cerebro y la formación de conexiones neuronales, según afirman los pediatras y otros especialistas. Todas las experiencias que vivas en esos primeros años impactarán de alguna manera en tu formación como adulto, a tal punto de que cuando seas viejito o viejita prevalecerán más los recuerdos de tu infancia que lo que hiciste la pasada semana, o esa misma mañana. Por eso algunas personas mayores insisten en vivir como si el tiempo y la vida no hubieran pasado. Esto puede ser perjudicial o no según la composición familiar donde pernotas y tu peso actoral dentro de esa familia o comunidad que dependen de tus añoranzas infantiles.

Durante los primeros años es cuando aprendes a hablar, caminar, atarte los zapatos, correr, hacer amistades… Lo que no aprendas en esa etapa nunca lograrás desarrollarlo óptimamente después. Son esos adultos que no logran «cuajar» en la sociedad y simplemente decimos: «Déjalo, que ese nunca tuvo infancia».

Por eso es tan importante dejar salir de vez en cuando eso que llamamos «el niño que llevamos dentro» y hacer alguna de esas cosas que nos hacían tan felices en nuestra infancia, ya sea tocar el timbre del vecino y mandarse a correr, tirarse en una carriola loma abajo, jugar pelota «a la mano» en la esquina (lo que ahora llaman beisbol five), o darse un buen atracón de durofríos.

Hay cosas que los que peinamos canas hacíamos en la infancia que ahora sería imposible volver a hacer, como aquello de guindarnos de la puerta de una guagua llena, de parada en parada, porque ahora podría llevarnos el día entero sin lograr un buen «abordaje».

Sin embargo, en otras cosas nuestros niños de hoy nos llevan ventaja. Dentro de varios años no habrá adulto alguno que sufra de algún trauma sicológico porque en su infancia le temía a la oscuridad.

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