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El imperio no suelta garra

¿Será capaz la nueva administración de ejercer las prerrogativas que pueden abrirle paso a la probidad, y con ello mitigar los dolores de un pueblo que no tiene en su diccionario la palabra rendición?

Autor:

Juana Carrasco Martín

«La mayoría de los cubanos apoya a Castro (...) el único modo previsible de restarle apoyo interno es a través del desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales (...) hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba (...)»

Memorándum del 6 de abril de 1960 del Subsecretario Asistente para Asuntos Interamericanos, Lester D. Mallory

Pedalean con fuerza, lo hacen por carreteras estadounidenses, y su propósito tiene raíces de amor. Cada vuelta de las ruedas de las bicis o de los autos de las caravanas de fin de semana redoblan las energías para denunciar y enfrentar un infame bloqueo de más de seis décadas. También son cubanos los de la migración, y desde que abrieron ojos y conciencia a lo que esa política daña a su familia en Cuba y a su país de origen, unen sus voces a la de todo un pueblo fogueado en la resistencia.

En los últimos cuatro años, sobre todo en los tiempos más recientes, los cubanos de uno y otro lado del estrecho marítimo hemos visto un apretar de tuercas de mayor intensidad. La administración de Donald Trump impuso un rigor especial al manejo de las leyes que codificaron el bloqueo contra Cuba, iniciado oficialmente en enero de 1962 por el presidente John F. Kennedy.

El psicótico republicano se hizo cómplice activo de los políticos anticubanos de la Florida, Texas y Nueva Jersey y puso en vigor todos los acápites de la titulada «Ley para la libertad y la solidaridad democrática cubana», desplegando todas las posibilidades de castigos, amenazas y agresiones contenidas en la conocida como la Helms-Burton, en honor a sus padres creadores hace ya 25 años, el senador por Carolina del Norte Jesse Helms, y el representante por Illinois Dan Burton.

Trump asumió como «enemigo» o víctima principal a Cuba y su pueblo, tal como aconsejó décadas antes Lester D. Mallory. Solo en el año transcurrido entre abril de 2019 hasta marzo de 2020, inicio de la pandemia de la Covid-19 en Cuba, el apretón del bloqueo estadounidense infligió daños notables al turismo cubano cuando el Departamento de Estado reguló los viajes de estadounidenses al país y prohibió vuelos regulares y chárter hacia ocho aeropuertos internacionales, al dejar únicamente como vía de entrada y salida el aeropuerto internacional José Martí de La Habana.

La cuenta de los perjuicios económicos fue precisada con exactitud —el miércoles de esta semana en una nota de prensa— por la misión permanente de Cuba ante las Naciones Unidas: 1 888 386 675 dólares.

Trump hizo mucho más, retrocedió en todos los pasos de avance que la administración Obama había tomado con la intención de lograr una mejor relación entre Washington y La Habana.

El republicano, por el contrario, tomó a pie juntillas la Helms-Burton amparado en los más de 230 ucases que apuntaron a lo contrario, en un viraje hacia lo más retrógrado, aislacionista e intervencionista de la Helms-Burton, acogido al Título III, que internacionaliza el bloqueo, niega créditos y ayuda financiera de países y organizaciones que promueven la cooperación con Cuba y dificulta la inversión extranjera en la nación caribeña.

Cuando Trump y los de Miami apuntaron a la reducción del flujo de visitantes desde Estados Unidos, este disminuyó aproximadamente en 420 000 visitantes. Se esperaba hasta ese momento que al menos dos millones viajaran hacia la Mayor de las Antillas desde el territorio estadounidense, con la anuencia de 12 categorías que había abierto Obama, sin violar la prohibición a los estadounidenses de hacer turismo en Cuba, como establece el bloqueo y en específico la ley firmada el 12 de marzo de 1996 por el presidente de entonces, William Clinton, aupado y empujado por los sectores más conservadores y ultraderechistas de la política estadounidense y los anticubanos.

El proceder pirático de Trump continuó en su último año en la Casa Blanca, cuando la pandemia de la COVID-19 dañaba la economía mundial y muy especialmente la de los países de menores recursos. Mantener y aun recrudecer el bloqueo en estas circunstancias, era un ensañamiento extra y, para colmo, apenas a dos o tres días de concluir el mandato, el secretario de Estado, Mike Pompeo, ubicó a Cuba en la lista de los países que cooperan con el terrorismo, sustento calumnioso que dio pie a la Helms-Burton y sobre el cual se nutren las leyes del bloqueo.

Cuba, víctima del terrorismo de Estado ejercido por Washington, era nuevamente «acusada» por el terrorista mayor, con el objetivo de aplicar las medidas coercitivas y unilaterales que son repudiadas por la comunidad internacional de manera casi unánime desde hace décadas en la Asamblea General de la ONU, y que es una práctica contraria al Derecho Internacional y a la Carta de las Naciones Unidas.

Sin embargo, cuando la Ley Helms-Burton llega a un cuarto de siglo hay otra administración en Washington y el mundo espera de ella una política más reflexiva y respetuosa con el derecho de los demás, lo que sería igual, en el caso de dos países vecinos, al rechazo a los actos, métodos y prácticas que fundamentan el terrorismo de Estado aplicado contra Cuba.

Un punto esencial a recordar en la guerra económica de Estados Unidos contra el Archipiélago antillano se remonta al 16 de julio de 1996 cuando entró en vigor el Título III de la Ley Helms-Burton; sin embargo, Clinton, haciendo uso de las facultades previstas también en la legislación, emitió paralelamente una orden de suspensión temporal por seis meses de una parte de este Título, lo cual fue repetido cada semestre por los presidentes que le sucedieron hasta que llegó Donald Trump, dando pie a reclamos en cortes estadounidenses de supuestos derechos de propiedad que debían amedrentar y espantar a socios comerciales y económicos de Cuba y a nuevos inversionistas.

La pandemia ha venido a apretar el cinturón impuesto por las administraciones estadounidenses. Previo a la fecha de este 12 de marzo, Cuba participó en el debate abierto del Consejo de Seguridad de ONU sobre «Mantenimiento de la Paz y la Seguridad Internacionales: Seguridad Alimentaria» y el representante permanente Pedro Luis Pedroso Cuesta destacó cómo enfrentamos el desafío y el impacto ocasionado por una política de hostilidad que no tiene precedentes.

Entre abril de 2019 y marzo de 2020, Cuba contabilizó daños por 428 894 637 dólares en el área de la alimentación, porque el bloqueo impide que empresas cubanas accedan al mercado estadounidense sin restricciones injustas e ilegítimas, que le niegan el financiamiento de la banca estadounidense y del sistema crediticio internacional, y tampoco puede realizar pago en dólares a terceros. Por supuesto, estos obstáculos de «riesgo país» que «regalan» las leyes del bloqueo dificultan y encarecen alimentos y artículos de primera necesidad, por citar lo más elemental para la sobrevivencia.

Esta es la situación a 25 años de la Helms-Burton y más de 60 de tropelías e ilegalidades para intentar doblegar a Cuba, cortándole luz y aire, aunque la canción sabia lo dice claro:

«Tú no puedes comprar el viento/ Tú no puedes comprar el Sol (…)/ Tú no puedes comprar mi alegría/ Tú no puedes comprar mis dolores»…

Pero la insistencia obcecada del imperio mantiene el cerco brutal, haciendo letra viva lo escrito hace siglos por El Libertador Simón Bolívar: «Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad».

Sin embargo, el presidente Joe Biden podría darle un respiro a esa obsesión. Tiene prerrogativas que pueden abrirle paso a la probidad y con ello mitigar los dolores de un pueblo que no tiene en su diccionario la palabra rendición. ¿Será capaz?

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