El ejército de ocupación israelí se ha aprovechado de las penurias de agua y alimentos del pueblo palestino para perpetrar matanzas humanas Autor: Getty Images Publicado: 28/06/2025 | 08:38 pm
LOS anuncios para «cubrir la forma» de una supuesta protección a los civiles —cuando los hacen, por medio de redes sociales, para una población carente de electricidad y conexión a internet— se emiten cuando ya los aviones y drones están descargando sus toneladas de metralla, los cohetes de alta precisión y las bombas incendiarias, desde la noche o al amanecer, que generan un verdadero infierno en los campamentos improvisados sobre arenales y escombros de edificaciones en ruinas. O en las llamadas «áreas de seguridad», verdaderas trampas mortales.
Y con ese pretexto, avalado primero por el entonces presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, la Unión Europea y sus aliados, prosigue el genocidio, con el apoyo actual del Gobierno de Donald Trump.
En realidad, la respuesta del régimen del apartheid sionista emprendida por Benjamín Netanyahu y su gabinete de extrema derecha y fanáticos ultraortodoxos, resultó una guerra de exterminio, con la clara pretensión de completar la limpieza étnica que arrasó a partir de 1948 más de 500 aldeas, poblados y ciudades, desalojando a más de 700 000 palestinos nativos de aquella tierra.
Hay que decirlo, tal como es, una y otra vez. Se trata del primer genocidio televisado a todo el mundo, o casi... porque la censura militar impuesta en el autoproclamado «Estado judío» ha impedido la difusión en las pantallas hogareñas de todas las atrocidades de sus aviadores, artilleros y soldados en Gaza, como lo ha denunciado el columnista Gideon Levy en el diario Haaretz.
Los bombardeos incendian los refugios, los cuerpos de los niños quedan carbonizados, irreconocibles y destrozados. La sádica normalización del asesinato de familias enteras se repite una y otra vez.
Los reportes de este sábado eran alarmantes: el número de muertos por los ataques aéreos israelíes asciende a 21 desde el amanecer, informaba Al Jazeera. Las fuerzas israelíes están llevando a cabo intensos bombardeos de artillería y aéreos, junto con fuego de helicópteros,
contra zonas centrales y orientales de Khan Yunis, en el sur de Gaza.
Por su parte, el Complejo Médico Al-Shifa informó de la muerte de dos niños en un ataque aéreo israelí en Jabalia al-Balad, en el norte de Gaza.
A su vez, el Hospital Nasser reportó que el número de palestinos muertos en un ataque israelí contra tiendas de campaña que albergaban a personas desplazadas en Mawasi, al oeste de Khan Yunis, ha aumentado a seis.
Las fuentes de la Resistencia indicaban que «intensos enfrentamientos estallaron al norte de Khan Yunis, una de las zonas más golpeadas desde hace meses. El canal satelital Al-Aqsa informó que el viernes por la noche estallaron feroces enfrentamientos entre la Resistencia y las fuerzas de ocupación israelíes cerca de la ciudad residencial de Hamad, al noroeste de Khan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza.
Sí, a pesar de los duros golpes recibidos de un adversario mucho mejor armado, la Resistencia despliega en la actualidad una costosa guerra de desgaste.
Tal como lo demostró la reciente confrontación con Irán, Netanyahu ha estado buscando una guerra regional con el objetivo de salvar su carrera política y restaurar el paradigma de disuasión que se hizo añicos tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023.
La agresión a la nación persa le permitió, finalmente, conseguir su propósito de involucrar directamente a Estados Unidos, pero cuando ya había recibido golpes contundentes a su estructura militar y sensibles posiciones estratégicas, que por primera vez pusieron al descubierto sus puntos débiles y se hicieron sentir en una población intoxicada por las ideas supremacistas del régimen colonizador sionista.
Ahora, 20 meses después del inicio de una guerra que ha matado a más de 56 000 personas en Gaza —aunque hay fuentes independientes que estiman más de 100 000— y después de enredarse en una guerra con Irán de la que no salió muy bien parado, los objetivos declarados de su guerra contra Hamás y la Resistencia Palestina siguen pendientes. Más aún, parecen otros, que pudieran resumirse en exterminio o desalojo total de la población de Gaza.
Desde que Netanyahu rompió en marzo de este año el breve alto el fuego, que permitió un intercambio de prisioneros y debía concluir con el cese de la guerra, la coalición gobernante israelí optó por utilizar el hambre como arma de exterminio masivo en Gaza.
Las fuerzas israelíes comenzaron a tomar amplias zonas de Gaza, al tiempo que desplazó y confinó a la población del territorio, de unos 2,2
millones de habitantes, a zonas cada vez más pequeñas.
El Gobierno también ha desatado una campaña aplastante para limitar y controlar el flujo de ayuda humanitaria, incluyendo un bloqueo total que duró más de diez semanas.
Sin embargo, el dilema de los 50 rehenes restantes, de los cuales se cree que solo 20 siguen con vida, está pendiente.
Aunque pretende mostrar un aire triunfal, Netantyahu sigue entre la espada y la pared.
La mayoría de los israelíes apoyan el fin de la guerra en Gaza, según acaba de revelar una encuesta realizada por el periódico Maariv. El estudio arrojó que el 54 por ciento de los israelíes apoyan el fin de la guerra en Gaza y alcanzar un acuerdo de intercambio de prisioneros que permita el regreso de los israelíes cautivos a a cambio de un alto el fuego y la retirada de la Franja.
Solo el 34 por ciento de los israelíes prefiere seguir luchando en Gaza.
Al propio tiempo, la encuesta también reveló que el 48 por ciento de los israelíes cree que la continuación de la guerra en Gaza está motivada por razones políticas.
«La destrucción deliberada de Gaza se ha reducido, en el mejor de los casos, a una estadística pasajera que contabiliza las muertes diarias. En el peor, se ignora por
completo», afirma la analista Linah Alsaafin, en Middle East Eye.
Desde el 2 de marzo, cuando Israel impuso un bloqueo total a Gaza, sin dejar entrar ningún alimento ni ayuda humanitaria, la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), financiada por Estados Unidos, se ha convertido en el único mecanismo de entregar asistencia vital.
La GHF opera como una maquinaria del crimen. Un mecanismo perverso, movido por el cinismo, la perfidia, carnada para seres humanos cegados por el hambre y la sed de un clima desértico en un páramo de escombros de piedras.
Las raciones de alimentos se reparten como veneno para cucarachas, trampas para humanos hambrientos, semejantes a ratoneras que atraen a sus víctimas por el olor de la comida, por la simple ilusión de comer, y mueren en el intento.
Desde mayo pasado, alrededor de 600 palestinos víctimas del hambre han sido asesinados en las cercanías de centros gestionados por la empresa estadounidense, que opera dentro de un mecanismo de ayuda controlado por el ejército de ocupación israelí.
En opinión de Lina Alsaafin, el genocidio israelí ha matado a miles de niños, que constituyen la mitad de la población de la Franja de Gaza. Les ha arrebatado un futuro, negándoles educación y una vida digna, incluyendo la seguridad de un hogar y la de una familia. Ha creado la mayor cohorte de niños amputados en la historia reciente.
«La gente está siendo asesinada simplemente tratando de alimentarse a sí mismos y a sus familias», afirmó el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres.
En una declaración directa y alarmante sobre la crisis en la Franja de Gaza, Guterres afirmó el viernes último que la operación de ayuda respaldada por Estados Unidos en el enclave «es inherentemente insegura» y «está matando gente».
Tal vez, ya es hora de recordar a quienes tienen el poder de actuar para dar un ¡basta! a esta calamidad, que Gaza es hoy un infierno en la Tierra, un sitio donde los números de la barbarie desafían a la civilización.