La declaración de la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, de que la administración de Donald Trump «está dispuesta a utilizar todos los recursos del poder estadounidense para detener la entrada de drogas a nuestro país y llevar a los responsables ante la justicia», constituye un prepotente y descarado reconocimiento de que Washington está presto a usar la fuerza militar contra los países latinoamericanos y caribeños, usando la vieja mampara de la supuesta lucha contrael narcotráfico.
Se trata de una amenaza desembozada con el respaldo de un despliegue naval en aguas del Caribe hace tiempo no visto, y del que dio cuenta con pelos y señales el presidente venezolano Nicolás Maduro Moros en reciente conferencia de prensa, con toda razón.
Aunque Venezuela no ha sido mencionada por su nombre como objetivo de la parafernalia bélica enviada por EE. UU. a patrullar nuestras aguas, las malintencionadas diatribas contra el Jefe de Estado venezolano que intentan vincularlo con el denominado Cártel de los Soles —según la Casa Blanca—, y hasta el ofrecimiento vulgar de una «recompensa» por él, deja ver las cañoneras que otra vez EE. UU. ha vuelto a desplegar como una inadmisible amenaza a toda la región, pero enfiladas más directamente contra Venezuela.
El hecho de que desde el inicio de su mandato Trump haya calificado como terroristas a varios cárteles del narcotráfico será la carta blanca con la que los halcones pretenderán justificar cualquier acción bélica, y lo que es peor, donde quiera.
El poderío de que blasona Washington con esta operación de frustrado amedrentamiento o, quizá peor, preámbulo de otra desvergonzada in-
tervención militar en Nuestra América, se maneja a vox populi por medios que siguen su narrativa, y fue descrito por Maduro.
«Ocho barcos militares, con 1 200 misiles, y un submarino nuclear apuntan a Venezuela», denunció el líder bolivariano. Fuentes estadounidenses no identificadas detallaron a un medio de prensa que, entre otros potentes elementos de su sofisticada maquinaria bélica, se cuentan un buque de asalto anfibio, tres destructores, lanchas de desembarco y aviones patrulla y de reconocimiento.
Resulta sugerente que esta desmedida operación naval tenga lugar cuando Trump se halla, al menos en apariencia, enfrascado en su guerra arancelaria, la oprobiosa expulsión de los indocumentados, su suigéneris mediación en el conflicto Rusia-Ucrania que tensa las relaciones de Estados Unidos con Europa, y el respaldo a la guerra de tierra arrasada que lleva a cabo el premier israelí, Benjamin Netanyahu, en el Medio Oriente.
Por otro lado, preceden aeste inadmisible suceso, lastratativas entre enviados dela Casa Blanca y la dirigenciabolivariana, que significaron
un reconocimiento a la legitimidad de Maduro y consiguron la liberación de mercenarios estadounidenses detenidos por Caracas antes de ejecutar los planes violentos para los cuales fueron enviados al país.
Observadores y políticos de la región han identificado al secretario de Estado, Marco Rubio, como la cabeza pensante
de este plan con el que pretende obtener el reconocimiento del estratega que no es, y que
no tiene. Es muy probable que su anunciada y próxima visita a México esté relacionada con esos planes.
Sin embargo, una vez más las altisonantes amenazas de Washington, y el peligro real
que significa su despliegue en la zona, no amedrentan a nuestras naciones.
No se trata solo de que Venezuela haya reforzado su capacidad para la defensa como un modo de asegurar la paz, y avisar a los halcones de que un eventual asalto contra su nación no será un paseo.
Con el ALPA-TCP, a la cabeza, líderes latinoamericanos y caribeños han alzado sus voces para rechazar un eventual ata-
que yanqui y, en general, ese modo vulgar de poner en riesgo la integridad de sus países.
Desde el otro lado del mundo, China también ha rechazado la actuación estadounidense.
Movimientos populares y sociales se han sumado, lo que da cuenta de que, pese a cierta vuelta a la derecha en los Gobiernos de algunos países de la región, los cambios experimentados en las últimas décadas en ella han creado conciencia en la base, y sentido de soberanía e independencia. Latinoamérica y el Caribe no se amedrentan.