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Con Latinoamérica y el Caribe en la mirilla de TrumRoe

Presuntuosamente le ha llamado «Corolario Trump a la Doctrina Monroe», y en ese acápite de la Estrategia de Seguridad Nacional recién revelada, encierra las apetencias estadounidenses de más de 200 años sobre el continente que consideran su «patio trasero»

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

Tres frentes bien definidos tiene ahora el régimen de Donald Trump en sus guerras, con las cuales dice buscar «la paz» —aunque el tufo a intereses mezquinos de dominación de recursos sobrepasa cualquier pretexto—, pero a las que lleva armas y declaraciones incendiarias: el genocidio que perpetra Israel contra el pueblo palestino y la crisis en Ucrania que desde su comienzo enfrenta Rusia con la expansiva OTAN, y el retorno al que considera «patio trasero» bajo un inventado narco-terrorismo donde apenas puede esconder las apetencias que datan de la Doctrina Monroe y que algunos medios y analistas ya la califican «Doctrina Donroe» o «TrumpRoe».

Mucha tela por donde cortar, y no olvidemos las pretensiones en la región del Asia-Pacífico donde se yergue el gigante dragón chino, calificado hasta ahora como el «enemigo principal» en las proyecciones político-militares estadounidenses, pero con el que se decidió a negociar, probablemente con la intención de mantenerlo «dormido», porque sabe no puede dominar.

En ese panorama belicoso, si bien la presa principal que Donald Trump desea capturar, incluso desde su primera estancia en la Casa Blanca, es Venezuela, en su visión la perspectiva es más extensa e implica a toda Latinoamérica y el Caribe, región que quiere dominada mediante un «barrido» de los gobiernos que estima «enemigos», o cuando menos respondones, y que ahora llama «narco-terroristas» o «narco-comunistas» (léase todo aquel que no se le ha doblegado: Venezuela, Colombia, México, Cuba, Nicaragua y hasta ha tratado de apagar a Brasil).

Honduras parece haber caído bajo su férula con artimañas injerencistas en las recientes elecciones propias de un chantajista jefe mafioso y ya la está considerando sosegada y casi incorporada a los que a imagen y semejanza desde la subordinación están entregando soberanía, como son los casos de Argentina y Ecuador o aquellos que han hecho gestos de concesión soberana para que pueda estacionar o utilizar militarmente, como son los casos de República Dominicana para sus aviones o Panamá para el entrenamiento en condiciones de selva, por citar solo un par, sumadas a otras «cortejadas» del Caribe y América del Sur y, su retorno a Puerto Rico, la colonia.

El Salvador es ya su cárcel migratoria, y veamos que deja para Chile, también a punto de decidir nueva presidencia en próxima segunda vuelta comicial. Debemos reconocer que ha logrado dividir a nuestra región. De ahí que Venezuela sea el centro de atención, y ello responde a la táctica a seguir: «limpiar» al peligro mayor, también el de mayor riqueza apetecida —petróleo y mucho más—, y el que tiende la mano a las naciones vecinas mediante el ALBA-TCP y es ejemplo de independencia. Propósito anexo: que el resto caigamos fácil en sus redes sin el apoyo venezolano, y cumplir el «designio» estratégico: América para los americanos, gentilicio apropiado de manera exclusiva por los «excepcionales» del Norte, la potencia omnímoda y sin cuestionamiento de este Hemisferio.

Es multifacética la actual práctica intervencionista de Washington en la región, el garrote lo enarbolan la flota potente flota que en el Caribe responde al Comando Sur —reforzada con su más poderoso portaviones y su grupo de batalla procedente de su región habitual, el Mediterráneo y el Medio Oriente—, la CIA a la que abiertamente se le han dado tareas para operaciones en territorio venezolano y también se menciona por medios conocedores del tema, como prevaleciente en la amenaza de una guerra de destrucción y arrasamiento al Comando Conjunto de Operaciones Especiales, a quien se le sindican la dirección de los mortales ataques contra presuntas embarcaciones de narcotraficantes, tildados de terroristas.

Hasta la fecha, 22 embarcaciones han sido destruidas por misiles, matando a 83 personas, lo que es considerado ilegal, violatorio de las leyes internacionales y ejecuciones extrajudiciales por expertos de todo el mundo, incluido la ONU, parte previa intimidatoria de lo que pudiera conducir a una desquiciada, insensata, inconcebible e intolerable invasión a Venezuela o algún otro punto de la geografía hemisférica. En la otra garra imperial, sostienen lo que pudiéramos identificar como la zanahoria: la guerra comunicacional, la creación de los fantasmas y con ello del miedo que lleve a la anuente rendición o a la compra de conciencias. Esta se desata en las declaraciones diarias de los altos funcionarios trumpianos, en las redes sociales, en los medios poderosos que responden a los intereses imperiales, sea cual sea el partido que esté a cargo. Así le dan al presidente Nicolás Maduro el mote de jefe de un no existente cartel de Los Soles y han anunciado una recompensa de 50 millones de dólares por su captura o aniquilamiento…

Sin embargo, ambas vertientes de guerra ha encontrado un muro de contención firme y dispuestO a batallar en la República Bolivariana de Venezuela, sus líderes y pueblo, y entre quienes desde sus autoridades gubernamentales, o los movimientos populares regionales, constituyen frente de denuncia y resistencia ante el complot de quienes pretenden devorarnos.

En ese contexto, nos asomamos a un análisis de David Blair, comentarista Jefe de Asuntos Exteriores del británico Daily Telegraph, publicado el pasado 18 de noviembre, que llama especialmente la atención porque sitúa a Cuba como la presa principal de los actuales movimientos del trumpismo, aupados especialmente por el secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional, Marco Rubio, quien destila su obcecado revanchismo hacia la Revolución cubana y un pueblo resiliente y parece se lo susurra a diario en el oído a Trump. En definitiva desde la Operación Mangosta comenzada por el entonces presidente John F. Kennedy en 1961 tras el fracaso de la invasión por Girón, que le dejara en herencia Dwight Eisenhower, nunca hemos dejado de estar en la mirilla y ser principal prioridad de Washington.

Los cubanos estamos conscientes de nuestra historia y tenemos en cuenta la valía del ejemplo de este pedacito de tierra que sigue considerándose la «llave del Golfo», centro geopolítico que señala un camino otro en este Hemisferio. Recuerden que una de las primeras decisiones erráticas de Trump fue llamar «Golfo de América» al Golfo de México y esa parece ser la obsesión revanchista que el Rubio le susurra al oído de Trump día tras día. Recién sale un nuevo elemento a flote en ese pantano bélico dirigido por un sujeto que aspira ser considerado el Superman de la Paz, con una cohorte de aduladores desequilibrados que le siguen la parada y que le ofrece la posibilidad de ser «la potencia indiscutible y preeminente» del hemisferio occidental.

El pasado 5 de diciembre, Trump y su secretario de guerra, Pete Hegseth, dieron a conocer un documento de 33 páginas, el «Corolario Trump a la Doctrina Monroe», la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos 2025, donde aseguran desembozadamente: «Después de años de abandono, Estados Unidos reafirmará y hará cumplir la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia estadounidense en el Hemisferio Occidental, y para proteger nuestra patria y nuestro acceso a geografías clave en toda la región». Negaremos a los competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales, en nuestro Hemisferio».

Es obvio que para EE. UU. esos «competidore» son China, Rusia, Corea del Norte e Irán y la intención manifiesta es dejar redefinido que son la potencia en esta región, la consideran suya y en esas ínfulas imperiales no se la cederán a nadie.
¿Podrá llevar esta redefinida doctrina militar a una invasión de Venezuela o de cualquiera de los otros países que estima antagonistas a demoler en el continenteo se mantendrá en presiones cada vez mayores para lograr el objetivo de apoderarse de todo lo que considera esencial y parte de su América First?

No se puede bajar la guardia, se abre una nueva etapa de injerencias e intervenciones abiertas. No está de más, en este contexto altamente peligroso, darle validez a la opinión que el Donald Trump, hijo, soltó hace poco en el Foro de Doha, en Catar: «Lo bueno y lo especial de mi padre es que nunca sabes lo que va hacer. El hecho es que no es predecible. No sigue el guion de todos esos payasos que llevan décadas siendo burócratas». Si completamos su frase este es un fanático ambicioso fuera de sus cabales, capaz de violar hasta las reglas también maleables del poder establecido.

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