Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las memorias del pastor

Autor:

Luis Sexto

El reverendo Raúl Suárez Ramos tiene sus memorias en las librerías cubanas. Curiosamente, otras figuras de la política, la literatura, el arte —Raúl Valdés Vivó, Daniel Chavarría, Lionel Soto, Raúl Martínez— también han sacado al aire los recuerdos de los últimos 50 años y un poco más atrás. Al parecer, se impone en Cuba la tendencia a no dejar los hechos en los libros de Historia, distantes y asépticos, sino echarlos al aire contaminados con la subjetividad de cuantos se sumaron a esta época contradictoria de la Revolución.

Las memorias tal vez respondan a un propósito de decir: he vivido, que afirma y confirma a quien recuerda y cuenta. Pocos podrían discutir hoy que las memorias o los epistolarios azuzan la curiosidad, esa apenas consciente actitud de los lectores de conocer cómo este o aquel conciudadano resolvió o afrontó sus conflictos, cómo vio a su tiempo y la gente que lo rodeaba. Hemos de aceptar que componen una literatura atractiva. Nada —ha dicho algún pensador— es más interesante para un hombre que otro hombre, es decir, su semejante en la especie humana.

Los recuerdos del reverendo Suárez Ramos nos tientan con un título de resonancia bíblica: Cuando pasares por las aguas, y un subtítulo: Memorias de un pastor en revolución, publicado por la Editorial Caminos. Y si por algo hay que encarecer este volumen de 400 páginas es porque uno se percata de que habla un hombre de fe, un eclesiástico que ha sabido combinar, sin contradicciones insalvables, la religiosidad más acendrada con la práctica revolucionaria comprometida.

Suárez Ramos ha desempeñado un papel de equilibrio ente los bautistas cubanos, por su capacidad teológica, por su empeño de vivir el Evangelio cristiano de forma contextualizada y en actitud de renovar renovándose. Y por ello, Cuando pasares por las aguas, no clasifica solo como las memorias de un pastor, sino como las de un patriota cuya fe supo asumir el concepto de caridad más allá de la limosna al imbricarse con la causa política de los pobres y convertir las buenas obras en solidaridad.

Pero no creamos que las memorias del pastor Raúl Suárez Ramos juntan un rosario de recuerdos dulces y cómodos. Su infancia creció entre la pobreza, casi desamparado, en el capitalismo dependiente de la neocolonia norteamericana antes de 1959. En su juventud y luego en su madurez de creyente se mezcló en las luchas populares contra la dictadura de Batista y por la justicia social. Y a pesar de las recomendaciones de su conducta de servicio, tuvo que pasar por las aguas del prejuicio, las dudas, los equívocos de una etapa confusa, a veces cruenta, por momentos fetichizada.

Esa experiencia lamentable aparece en las memorias de Suárez Ramos. Pero el odio no las arruga. Comprende. Y aunque la decepción pudiera haber dejado su nombre en la conciencia del pastor, el cristiano emerge a la luz decidido a seguir en su patria, a continuar sirviendo a su país, dentro de la Revolución que, a pesar de errores de alguno de sus representantes, pretende cambiar la Historia de Cuba y poner en lo más alto la justicia. Y cierto día, en una marcha popular, confundido como un grano de maíz en el granero del pueblo, exclamó como en una oración: «Señor, con este pueblo yo me quedo».

Entre tanto, varios de sus correligionarios emigraron.

A pesar de que aceptamos que los memorialistas no poseen una patente de impunidad para cuanto vieron u oyeron. Y que por tanto en los que recuerdan resulta también prueba de sensatez el cribar el pasado y elegir entre lo conveniente y lo inconveniente, el lector podrá inclinarse a creer en este libro colmado de peripecias, de vacilaciones, de debates. Porque es un mensaje de ética salvadora. No solo los seres humanos han de salvarse para la inmortalidad del Paraíso, según la fe del cristiano, también han de hacerlo en este mundo para ser dignos de su tiempo, su patria y sus compatriotas. Raúl Suárez Ramos, pastor y diputado, hombre de fe y política, nos señala que el diálogo y el respeto, el compartir el destino de los más en plenitud de honradez es quizá el único modo de recordar el pasado sin avergonzarse.

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