Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Que en el futuro nadie falte

Autor:

Zorileidys Pimentel Miranda

«¿El coronavirus? Eso en Cuba no se va a propagar; son solo esos pocos extranjeros que andaban de paseo y ya. Aquí hay mucho calor y no deja que el bicho ese nos coja». 

Esa opinión la escuché hace unos días y no pude evitar el asombro. Con tanta información que se ha dado, todavía hay quienes creen que son cuentos de camino. 

Lo llamativo es que no son pocos quienes defienden esa idea con vehemencia, no importan las explicaciones científicas, los argumentos, ni siquiera las palabras del Ministro de Salud Pública, que en varias ocasiones ha insistido en el peligro que representa para el mundo la COVID-19.

Entonces me pregunto: ¿cuántas personas aún no entienden el riesgo de salir de su casa innecesariamente, visitar a las amistades, besarse o abrazarse? ¿Cuánto más tendrá que sufrir el mundo para que todos tomemos conciencia?

Más claro, imposible: Al nuevo coronavirus solo podemos ganarle con responsabilidad, conciencia y amor al prójimo. Cuando se habla de limpiar locales, mantenernos aislados, lavar las manos con frecuencia, usar el hipoclorito y el jabón, no se trata de un simple capricho o un discurso de rutina, sino de una alerta oportuna, porque lo que sí está claro es que esta enfermedad mata, sin importar sexo, edad, credos o posición social.

No debe ser tan difícil que quien sienta algún síntoma de gripe, fiebre o cuadros respiratorios acuda al médico con prontitud. O que las madres comprendan que ahora mismo, el lugar más seguro para sus hijos es la casa, no la calle. O que aquellos que no necesiten estar fuera del hogar lo hagan por el simple hecho de ir a las tiendas «a ver qué sacaron».

Ciertamente, en ocasiones es imprescindible salir en busca de suministros; pero, ¿por qué hacerlo sin precauciones? ¿Por qué llegar a una cola y no respetar el metro de distancia? ¿Por qué no solo compramos lo necesario y vamos de regreso a cuidar de los nuestros?

En estos momentos, mi gente, se necesita cordura, sentido común y, sobre todo, responsabilidad personal, pues la triste realidad es que, a este ritmo, la mayor amenaza quizá no sea el SARS-CoV-2, sino la desidia y la falta de percepción de riesgo.

Tal y como dice la repetida exhortación que circula por las redes sociales, quédense en casa, para que cuando nos volvamos a juntar no falte nadie.

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