Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Romper con el burocratismo

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Solo basta vernos envueltos por estos tiempos en algún trámite legal, a la espera de «respuestas» necesarias, o esperando por la simple anuencia de alguien, para toparnos muy a menudo y en primera persona con un vestigio empantanado que lleva por nombre burocratismo.

 Aún suena controversial y ápatica la palabra cuando el día a día exige al país dinamismos, menos trabas, agilidad. Sin embargo, pareciera que con los años el cubano ya se ha adaptado a estas situaciones que van desde las injustificadas demoras prestando un servicio hasta las distenciones por la firma menos trascendente. Pero en realidad es algo que incomoda y lastra, incluso en varios casos, hasta lo ponderable.

El burocratismo como eslabón que conduce hacia lo mediocre, tiende a consolidar ideales de incapacidad. Mas cuando los encargados de determinada tarea, ya sea un simple trabajador o directivo, inconscientes o no, dejan de buscar salidas creativas al asunto y no destraban un nudo que muchas veces parece fácil de zafar.

Quizá la comodidad o la apatía misma terminan perjudicando y haciendo presa del cansancio a los más. Todos, de una forma u otra, hemos vivido la
experiencia de sentirnos que perdemos el tiempo durante un trámite cualquiera y que se nos pinta en escena un problema mayúsculo, cuando las lógicas indican rutas menos tropelosas.

«Es lo que está estipulado», dicen algunos directivos o personal como respuesta gastada al público en los casos más estrictos. Luego se encuentran quienes sin apenas razonar y al borde de la negación expresan: «No podemos hacer nada para ayudarte». Y si de obstáculos se trata, están los que como emisario de tu propio mensaje te envían de institución en institución buscando aclarar el problema.

Por increíble que parezca, estas no son acciones del pasado. Incluso, tampoco sorprende que personas esperen aún, después de varios años,  por una firma, una lectura profunda para que se comprenda su situación o por el dictamen engavetado durante años en el triste baúl de la desidia. El burocratismo sigue siendo un perjuicio que, sin ahondar en elementos específicos, daña en esencia al propio país, a la Revolución y a nuestro socialismo.

¿Por qué no aprovechar entonces en mayor medida las bondades de los nuevos tiempos, las tecnologías y las formas que adopta el país en función de suprimir estas expresiones?

Decía el Che Guevara en su escrito de 1963 Contra el burocratismo, que debemos corregir la inferioridad que significa la falta de conocimientos en algunos casos. Porque hemos iniciado la gigantesca
tarea de transformar la sociedad de una punta a la otra en medio de la agresión imperialista, de un bloqueo cada vez más fuerte, de un cambio completo en nuestra tecnología, de agudas escaseces de materias primas y artículos alimenticios.

Y, por supuesto, que ese marco retador, vigente también en la actualidad, exige de quienes son responsables en tomar decisiones y tramitar, por qué no, las necesidades de otros, mayor creatividad y respeto. Todos estamos propensos a cometer errores y es de humanos cuando los hacemos sin percatarnos. Pero entorpecer las vías para dar soluciones, nos hace cómplices del lacerante burocratismo.

Lo ha dicho nuestro propio Presidente en años anteriores: «Hay burocracia al lado de nosotros, frente a nosotros, detrás de nosotros y, a veces, cuando uno se pone a buscar, se da cuenta de que estaban los recursos, estaba la voluntad, estaban las posibilidades y no se hacen las cosas porque alguien las trabó».

Frente a ello parece grande el reto. Sin embargo, cambiar la mentalidad es una tarea pendiente e impostergable. Si perseguimos el bien mayor de una sociedad más justa y en constante desarrollo desde todo punto de vista, si aspiramos a un socialismo de plena equidad, habrá que romper definitivamente esos vínculos que hoy nos siguen atando al burocratismo.

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