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Rachel, los niños y los buenos pasos

Por la salud comunitaria apuesta desde hace cinco años la iniciativa santiaguera Sembrando amor, premiada en el evento Ecojoven, de las Brigadas Técnicas Juveniles

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

Dos caminos, San Luis, Santiago de Cuba.— Esta es la historia de una joven educadora de círculos infantiles, enamorada de la veterinaria, que desde hace cinco años pone energías, pasión y conocimientos en función de conseguir un entorno saludable para su comunidad.

Rachel García Oliva es líder en la barriada de la Loma del Tanque, del poblado de Dos Caminos, en el municipio de San Luis, y con el apoyo de su abuela Victoria Pozo y su madre Yadira Oliva, consigue proteger al medio ambiente, en su acepción más amplia, sugerir caminos y transformar conductas desde el proyecto Sembrando amor.

Un tropiezo en las pruebas de ingreso alejó a Rachel de su sueño de ser veterinaria; pero sus deseos de crecer la conectaron con aquel curso de técnico medio en Educación Preescolar, que no solo la llevaría a laborar en la misma institución en la que se formó de pequeña, el círculo infantil Amiguitos de Teté, sino que le aportaría las herramientas para empinarse en la vida.

«Llegué al círculo con 20 años y ninguna experiencia, y no tenía cariño por la especialidad. Después de cuatro años de labor, veo el trabajo difícil, pero gratificante, pues se nota el resultado. Entonces pensé: si tengo el conocimiento y la metodología, quién mejor que yo para entender lo que pasan niños y adolescentes de mi comunidad, e intentar protegerlos de esos males sociales».

Tardes de crecimiento

«Nuestra comunidad no está caracterizada como vulnerable, pero tenemos una finca que se convierte en vertedero de desechos, y el tránsito constante genera peligro para los niños. También muchos adolescentes están ociosos, a merced de vicios… Entonces decidimos reunir a esos chicos en mi casa y empezar a hacer acciones para emplear su tiempo».

Así, su casa en las tardes devino escuela, taller, círculo recreativo… un entorno seguro de crecimiento espiritual donde, entre disfraces, redacciones, manualidades, dibujos, dramatizaciones de cuentos de Martí y acciones a favor del ambiente, se abrieron nuevos horizontes para los pequeños.

«Al principio eran unos 40. Según sus edades e intereses, dibujaban, redactaban, montábamos números culturales. Con ayuda de mi abuela, que es muy hábil para las manualidades, aprendieron a hacer gorritos, pelotas, marcadores, caretas, y a trabajar el papel maché. Algunos conocían la técnica del origami y la generalizaron. Esos objetos son premios de concursos entre ellos mismos o los donamos, como en la sala de oncohematología del hospital de Santiago.

«Entre todos limpiamos y transformamos el vertedero de la base de la Loma en un área abierta para jugar a la pelota o ensayar sin peligro, y aunque la basura vuelve a aparecer si nos descuidamos, ya vamos sembrando esa mentalidad de cuidado en la comunidad. Incluso tenemos un huerto de plantas medicinales y recogemos materias primas.

La joven educadora Rachel García, junto a sus niños del 3er. año de vida en el círculo infantil Amiguitos de Teté, de Dos Caminos. Fotos: Odalis Riquenes Cutiño

«Mi abuela, que es amante de la obra martiana y de la historia, y tiene muchos libros del Maestro, motiva a los alumnos a encontrar valores en sus textos; les dejamos como tarea investigar y redactar sobre lo escrito por Martí vinculado con la naturaleza y su cuidado; les hablamos de nuestros héroes, de Fidel, de la Sierra Maestra.

«Tenemos niños pequeñitos, otros con necesidades educativas especiales, y disímiles tipos de familias. Les hablamos del valor de compartir, ser solidarios, responsables; de los peligros del alcoholismo y de resolver los conflictos sin violencia, para irlos alejando de esos males.

«Disfrutamos disfrazarnos. Uno de los niños, cada vez que se ve vestido de militar dice: “Ese es mi sueño”. Yo descubrí mi talento para hacer reír, por eso me convertí en la payasita Canela, con la que animo fiestas y actividades.

«Nos movemos y hacemos mucho con nuestros medios. Antes nos reuníamos todos los días, hoy el tiempo no permite tanto, pero guardamos con cariño los asaltos a instituciones, los cumpleaños colectivos, intervenciones comunitarias, las celebraciones en fechas especiales, la animación de ferias y el intercambio con el proyecto de regulación ambiental de Cayo Granma, donde aprendimos a proteger el mar, y hasta participamos del festival de la jaiba Carijai».

Desvelos de una seño

Los logros de la fértil iniciativa son acicate para la seño Rachel, quien hoy cursa el cuarto año de la Licenciatura en Educación Prescolar en el Centro Universitario Municipal de San Luis, de la Universidad de Oriente: «Mi tesis puede aportarle mucho al proyecto. En ella relaciono la labor comunitaria con la educación prescolar desde el programa Educa a tu hijo».

Lo conseguido también refrenda la huella laboral de esta muchacha, que en su corta trayectoria de trabajo ya ha sido distinguida con el Premio Maestros por la Vida, y al concluir la licenciatura aspira a continuar sus estudios en un doctorado y categorizarse para, «sin abandonar a mis niños», contribuir a la formación de otros.

Además de su quehacer en el proyecto, Rachel integra el Comité Municipal de la UJC, preside el Movimiento Juvenil Martiano del municipio y encabeza la Red Juvenil Ambiental de Cuba (Rejac) en la provincia.

«Es difícil… Mi tiempo para descansar es poco; son varias las responsabilidades y es tremendo el compromiso. También está la vida personal, que nos lleva aprisa a todos, y mi amor por la veterinaria, que ejercito ayudando en la crianza de animales que tenemos en casa».

Los múltiples lauros del proyecto en diferentes eventos, entre ellos dos premios nacionales de las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ), como el Ecojoven 2022, confirman la valía de estos cinco años, trabajosos pero fructíferos, insiste Rachel. Por eso alienta el sueño de que su iniciativa pueda ser replicada por promotores en comunidades vulnerables de Dos Caminos, y sea punto de partida para el municipio.

Lamenta los aún insuficientes vínculos con instituciones de la comunidad. «En el último año tuvimos el apoyo de la casa de la cultura del poblado en el montaje artístico, audio, vestuario… Todavía la relación con el delegado no es lo que debiera, no hemos logrado que el Inder nos inserte en su programación ni conseguimos estrechar lazos con el Citma».

Aporte de familia

A un lustro de iniciado Sembrando amor, mantiene el interés de los pequeños y sus padres. «Hay avances en la escuela, la contribución de dictados, lecturas y redacciones se nota en los progresos en la caligrafía y la dicción. Las madres me dicen: cómo ha cambiado el niño», refiere Rachel.

«Los padres ven el proyecto como algo provechoso; saben que sus hijos están seguros, pues aquí se conversa de cosas sanas, y les enseñamos desde cómo manejar una tijera hasta normas de cortesía. En fin, hacen por su bienestar».

También es un proyecto de familia para las amorosas suplentes de Rachel su madre, jurista en la Empresa Alimentaria Santiago, y su abuela, quien a sus 64 años ve la iniciativa como una edificante terapia.

Al decir de Rachel, Sembrando amor es su oportunidad de participar y realizarse. «Este proyecto me ha abierto muchas puertas, me ha hecho crecer, superarme. Lo más gratificante, recalca, está en la pregunta de los niños: «¿Hay proyecto esta semana? Tengo una hoja, ¿qué hago…?».

«He llegado a casa contra reloj en medio de un apagón, después de horas difíciles de trabajo, dispuesta a resolver mis problemas, y al encontrarme esas caritas expectantes, sé que son una prioridad, y esa compensación me estimula a hacer más.

«Podría decir que ese no es mi problema, pero me educaron en que el bienestar de todos hace el de uno como persona; y ver que tu entrega es valorada te hace sentir bien.  Incluso, si nadie lo reconociera, me quedaría la satisfacción de saber que hago lo correcto».

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