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Nada de raros, solo humanos

Escandalizando al público más conservador, sobre todo por sus frecuentes escenas de sexo, esta Queer… británica logró, modestamente, pulverizar tabúes

Autor:

Frank Padrón

Le hacía falta a la comunidad gay internacional, pero sobre todo a los muchos que no pertenecen a ella, una serie como Queer as folk (Raros como todo el mundo, sería una aproximada traducción), pues son tantos los prejuicios y falsedades que se ciernen aún sobre quienes integran otras tendencias eróticas ajenas a la heteronormativa, que se imponía, desde el lenguaje sensible del dramatizado, una obra que pusiera —al menos algunos— puntos sobre las íes, como lo hace esta que tuvo dos versiones: la británica y la norteamericana/canadiense.

Con personajes creados por Rusell T. Davies (también autor de Bob and Rose, de similar temática) quien también escribió los libretos, la del Reino Unido salió al aire en 1999, en dos temporadas, transmitida por Chanel 4.

El título partió de una famosa frase dialectal del norte inglés que reza más o menos: «nada es tan extraño como la gente», pero que conservó la connotación bisémica del sustantivo queer, como se sabe, designación despectiva al gay, de la que después los estudios relativos a ello se apropiaron subvirtiendo su significado y creando una poderosa y respetada, aunque controvertida teoría; por todo lo cual se establecía un sabroso juego de palabras.

Ambientada en el Canal Street de Mánchester durante los años 90 del pasado siglo, los personajes principales son: Stuart, exitoso ejecutivo quien también lo es en su vida privada (particularmente la erótica), cuyo carácter cínico y pragmático esconde, sin embargo, un buen corazón; su amigo de la infancia, Vince Tyler, con quien mantiene una relación ambigua de amistad/amor que no desarrolla esa segunda condición; y el muy joven Nathaly, adolescente que se relaciona con el primero y trata de aprender los secretos y peculiaridades del mundo gay. Otros muchos personajes secundarios alcanzan cierto desarrollo, pero todo gravita alrededor de esa tríada, cuyos integrantes en la segunda temporada se comportan de manera más responsable, confiriendo a la serie una mayor gravedad.

Escandalizando al público más conservador, sobre todo por sus frecuentes escenas de sexo, esta Queer… británica logró, modestamente, pulverizar tabúes.

El protagonista, digamos, sin ser un hombre especialmente atractivo, se movía con majestuosidad y aureolado de victorias tanto profesionales como personales; las relaciones con el mundo de «los otros» (padres, familiares, compañeros de trabajo…) arrojó momentos muy notables, como cuando el sobrino adolescente le chantajea, provocando una confesión con pelos y señales ante los desconcertados progenitores de Stuart.

También acentuó la diversidad de tendencias: si el mundo gay puede ser promiscuo y «picaflor», también conoce de relaciones tan estables y serias como las de cualquier heterosexual, quienes, por otra parte, tampoco están ajenos a aquellas.

Las actuaciones (Aidan Gillen, Craig Kelly, Charlie Hunnam…) lograban asumir la peculiaridad de sus roles con suficientes autoridad y convicción.

A pesar de que Davies, el guionista, escribió esbozos del libreto para cuatro episodios y la línea principal a seguir destinada a otros 22, la serie fue cancelada antes de llegar a preproducción. Como resultado de la decisión de Channel 4, el autor rechazó un acuerdo para hacer otra de historias cortas basadas en Queer as Folk, que se publicarían en la página web de la cadena, y declaró que nunca volvería a trabajar con Channel 4.

Sin embargo, otros se encargarían de dar continuidad y mayor espesura al «maldito» folletín televisual, de retomarlo y ensancharlo: el canal de cable estadounidense Showtime realizó una versión emplazada en Pittsburgh (Pensilvania), conservando el título: surge así la coproducción entre Estados Unidos y Canadá.

Con muchos más personajes, peripecias y complejidades, la serie yanqui rodada en tierra estadounidense por cuestiones de producción, lleva a cinco el número de protagonistas, incorpora una pareja de lesbianas y confiere cierta relevancia a Debbie, la madre de Michael, quien sería el equivalente de Vince en la precedente británica, como Brian corresponde a Stuart, y Justin es el rubito que en la anterior fuera el quinceañero Nathaly (aquí con dos años más).

Coescrita por Ron Cowen y Daniel Lipman, quienes también la produjeron junto al presidente de Warner Bros., Tony Jonas, la serie se emitió durante cinco temporadas (2000 al 2005 en Showtime, y del 2001 al 2005 en Showcase) que conocieron un creciente éxito no solo (y he aquí lo mejor) dentro de la comunidad gay internacional, sino que, según ciertas encuestas y sondeos de opinión, miles de seguidores eran espectadores heterosexuales, y de los más variados estratos sociales y etarios.

Algunos criticaron lo crudo del erotismo expuesto en pantalla, pero la obra iba a calzón quitado (también literalmente): se trataba de hablar sin tapujos, de expresar zonas de la sexualidad no heteronormativa consideradas doblemente tabú, y los realizadores, más que una recepción numerosa impulsada por lo prohibido, o al menos poco visto en materiales de este tipo, aspiraban a poner dedos en llagas supurantes.

De cualquier manera, esto no es lo más importante en la Queer as… norteamericano-canadiense, sino el calado profundo, desprejuiciado y sensible, avalado además por un serio conocimiento de causa de muchos temas que, siendo universales, revisten aristas muy específicas cuando de la diversidad sexual se trata.

Las relaciones eróticas, humanas en general (un énfasis muy saludable se ponía en la amistad que generan los vínculos de quienes pertenecen a esta comunidad); los nexos paterno-filales —en especial con la madre, dentro de los cuales el personaje de Debby adquiere una relevancia dramática extraordinaria—; los ámbitos laborales, culturales, sociales; la influencia de la iglesia; la presencia de la enfermedad, especialmente el VIH (en dos personajes claves: el tío de Michael y un amante de este que aparece a partir de la segunda temporada) y muy en consonancia con todo, el constante reclamo de los derechos jurídicos, que como se sabe son derechos humanos: el matrimonio, los hijos, la posibilidad de trabajos dignos sin discriminación por albergar la maldita identidad erótica, mientras se acusaba de manera vehemente las formas de violencia y rechazo que implica la homofobia en cualquiera de sus manifestaciones.

Con la inevitable desigualdad de tantos capítulos que no podían exhibir el mismo nivel de logros estéticos, en términos generales los realizadores armaron no pocos episodios donde el equilibrio entre elementos humorísticos y graves se alcanzaba casi siempre, donde la factura correspondía a la fuerza de las ideas y mensajes emitidos, en los que se apreciaba un estimable acabado en el diseño de personajes —con perfiles muy definidos y ricos—, y donde los actores que los representaban hacían verdaderas creaciones de aquellos.

Valga mencionar al sexualmente voraz y desafiante Brian de Gale Harold; la ternura y vulnerabilidad de Michael (Hal Sparks); el extravagante y obvio pero tan auténtico Emmet, que bordó Peter Paige, la pareja lésbica de Thea Gill (Lindsay) y Michelle Clunie (Mell), luchando a brazo partido contra estereotipos e imposiciones patriarcales y hasta étnicas; o la deliciosa y simplemente genial Sharon Gless como Debby, esa madraza que todos quisiéramos al margen de nuestra filiación sexual.

Queer as Folk resultó una serie modélica para conocer el mundo gay, sus interioridades y singularidades, al margen de los contextos y sus connotaciones culturales y sociales, las cuales, sin embargo, no impedían a los espectadores más receptivos, más allá de sus tendencias eróticas y personalidades, confirmar el mensaje que se emitía desde su esencial título y se patentizaba en cada episodio: son gente como uno, simplemente humanos.

La música

 

La música constituyó otro de los valores destacables de Queer as Folk. De hecho, se editaron varios discos con la banda sonora de las diferentes temporadas. En esta serie cada capítulo termina con una canción distinta aludiendo a la trama del episodio, que se deja escuchar en la escena final y continúa en los créditos. La nómina de intérpretes incluye nombres como: Queen, Madonna, Cyndi Lauper, Daft Punk, Marilyn Manson, Kylie Minogue, ABBA, Origene, Scissor Sisters...

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