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Cuestión de esperanza y amor

Esta es nuestra familia, la serie que actualmente transmite Arte 7 por Cubavisión, intenta decirno desde el primer capítulo que en la vida no todo es en blanco y negro, que la educación y formación de nuestros hijos es tremendamente compleja, como esa misma sociedad moderna tan cambiante que no deja de retarnos con los avances científicos y tecnológicos que se suceden de forma vertiginos

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Todavía recuerdo con auténtica emoción aquellos domingos de mi infancia en que tal vez la familia más grande del mundo (así se me antojaba la mía, con tantos tíos y tías, hermanos, y primos hermanos, segundos y hasta cuartos) se reunía, tronara, lloviera o relampagueara, convocada por sus principales horcones: Gloria y Alicia, alias la Niña, mi abuela, sangre de su sangre por ambas vías. Era como una especie de práctica religiosa que inevitablemente terminaba en fiesta, en comidas, en alegría, y que duró mientras ellas vivieron. Después hubiera jurado que echaron pica-pica: en un santiamén, toda aquella confraternidad idílica se convirtió en lejanía, en disputa por espacios físicos, en numerosos desencuentros.

Mucho tiempo he intentado darle una explicación lógica que justifique tanto distanciamiento. Creo que por fin la encontré en This Is Us, la serie que bajo el título de Esta es nuestra familia transmite Arte 7 por Cubavisión (anda por el capítulo diez de la tercera temporada). El quid está en el amor. Esa es la clave de que los tres hijos de Jack (Milo Ventimiglia) y Rebecca Pearson (Mandy Moore): Kate (Chrissy Mets), Randall (Sterling K. Brown) y Kevin (Justin Hartley) puedan vivir en cada una de las emisiones de este emotivísimo dramatizado creado por Dan Fogelman, el milagro de permanecer unidos, queriéndose y apoyándose contra viento y marea, aunque conseguirlo no resulte tan sencillo ni siquiera en la ficción.

Ya se sabe que como regla, la llegada al mundo de la descendencia constituye un acto de felicidad suprema para los progenitores, pero también de responsabilidad mayúscula: criar a los hijos, sacarlos adelante, convertirlos en hombres y mujeres de bien, constituirá una tarea titánica que durará por siempre, que no terminará hasta que se deje de respirar.

En verdad sería genial si al menos existiera un librito donde encontrar el modo más inteligente de actuar cuando tu retoño se descubre rechazado porque es gordo o flaco, negro o blanco; cuando está lleno de inseguridades pues cree que no lo amas suficiente, que favoreces más con tu cariño a sus otros hermanos; cuando te percatas de su actitud egoísta, que solo piensa en sí mismo, aunque le enseñes que compartir lo engrandece; cuando considera que se lo merece todo y le importan un bledo tus aprietos económicos...

¿Habrá fórmulas para ser buenos padres; para conformar una sólida familia, esa que en verdad necesitamos que sea la base fundamental sobre la cual se erija la sociedad, a partir de que en ella nos armaremos de esos valores que conducen al progreso, que nos transforman en adultos seguros, independientes y solidarios? Internet lo encuentra muy fácil. Ahí nos ofrece páginas y más páginas de diez mandamientos, 11 claves, 22 pasos, siete principios y no sé cuántos consejos para alcanzar victoriosos esa difícil meta.

Yo siento que en ese sentido un producto como Esta es nuestra familia puede funcionar con mayor eficacia, al intentarnos decir que en la vida no todo es en blanco y negro, que la educación y formación de nuestros hijos es tremendamente compleja, como esa misma sociedad moderna tan cambiante que no deja de retarnos con los avances científicos y tecnológicos que se suceden de forma vertiginosa. Me gusta esta serie porque me parece estar constantemente entrometiéndome (con su consentimiento, claro) en la existencia de no poca gente que conozco, que me es muy cercana: amigos, vecinos, compañeros de trabajo...

Ojalá y todos ellos hallaran sus reflejos en ese espejo, cuya principal magia radica en presentarnos personajes que se nos antojan de carne y hueso, superreales, al retratar nuestra cotidianidad con bella exactitud.

Qué diferente sería este mundo si la mayoría de las personas buscaran actuar como Jack, el joven constructor que trabajaba sin descanso para sostener a los suyos; y como Rebecca, la bella muchacha de voz hermosa, capaz, no sin dolor, de abandonar su sueño individual de ser cantante en pos del colectivo.

La historia de esta serie arranca en los años 80, cuando el enamorado matrimonio aguarda la llegada de sus trillizos. Inesperadamente el parto se complica y uno de los pequeños no consigue nacer. Para hacer menos traumática la pérdida, Jack decide adoptar a Randall, un niño afroamericano que ha sido abandonado por William, su padre drogadicto (portentoso Ron Cephas Jones).

En lo adelante veremos a estos tres hermanos en la actualidad y comprenderemos sus presentes a medida que vayamos descubriendo sus pasados, gracias a flashbacks que nos narran cómo transcurrieron no solo sus vidas tanto en la infancia como en la difícil adolescencia, sino también las de sus padres, los problemas que enfrentaron como familia, etc. Y todo mostrado con una estructura que sobresale entre los principales logros artísticos de esta propuesta de 2016. El montaje se ha realizado de una forma tan fluida y orgánica, que pasamos de una línea temporal a otra (magnífica la dirección de arte que ha cuidado no solo la caracterización de los personajes, sino también la ambientación de las distintas épocas), casi sin darnos cuenta.

El guion también resulta fantástico al conmovernos y al mismo tiempo divertirnos e invitarnos a reflexionar con el día a día de los Pearson. Por dentro son todos tan bellos y tan llenos de demonios, ciertamente tan humanos, que no hay manera de que no consigan conectarse de inmediato con los espectadores, algo que por cierto no únicamente logran los protagonistas, sino además esos fabulosos secundarios que contribuyen decisivamente a completar la historia, al estilo de Beth (Susan Kelechi Watson), Toby (Chris Sullivan) y Miguel (Jon Huertas), sin olvidarnos de estelares invitados de la talla de Gerald McRaney (Dr. Nathan Katowski) y Denis O’Hare (Jesse, expareja de William), por solo citar dos nombres.

De cualquier modo quienes asumen los roles principales se llevan las mayores palmas, empezando por ese Jack interpretado de modo admirable por Ventimiglia, quien nos entrega un padre que asemeja un «extraterrestre» de lo perfecto que es: no existe para él nada más importante que estar listo para acompañar a su esposa (la química, la física y hasta la biología que consigue con Mandy Moore es impresionante) e hijos, incluso cuando no lo necesiten.

Para Jack nada es más urgente que permanecer atento a sus problemas, que escucharlos, participar en sus actividades, abrazarlos, decirles que los quiere con el alma, que sin ellos no es capaz de sobrevivir, y se los demuestra a cada instante... ahí están sus emociones, todas a flor de piel: no las esconde, no teme admitir que se ha equivocado, porque un segundo después estará empeñado en hacerlo mejor, como resolver su adicción por el alcohol, o los celos que siente por su esposa, aunque sepa que no se lo merece.

Mucho se agradece ver en la pequeña pantalla a personajes como Jack, pero también como Kate intentando subir su autoestima o como ese Randall que no concibe la imperfección y que no puede dejar de buscar su propia identidad.

Uno siente cierto alivio cuando se entera de que This Is Us lograra atrapar desde su primer episodio en Estados Unidos más de 15 millones de espectadores, por solo poner un ejemplo del país donde la cadena NBC realizó esta producción, que consigue que sus actores se involucren al punto de que expresen que esperan, como lo hizo Milo Ventimiglia, «que la gente tome todo lo que pueda de la serie y que sea un poco más compasiva y un poco más amable con los que están a su alrededor. Yo trato de serlo. Trato de poner algo de bondad en el mundo, pero sí, creo que es lo que necesitamos ahora mismo».

La vida, esa que también nos regala grandes alegrías y satisfacciones, está colmada de problemas, miedos, contradicciones, dudas, sueños rotos, pero debemos tener la seguridad de que igual se hacen menores, más llevaderos, cuando la familia permanece unida y cada uno de sus integrantes lucha por la felicidad y vive con positividad, con esperanzas, con amor. 

El primero

Sterling K. Brown

Hasta la fecha con tres temporadas, desde su salida This Is Us ha sido aclamada por el público y la crítica. Ese mismo primer año de transmisión fue nominada tanto a los Golden Globe y los Critics Choice Awards, como a los prestigiosos Emmy, en los que compitió en 11 apartados, entre ellos, mejor serie dramática. Solo consiguió ganarlo Sterling K. Brown por su interpretación de Randall Pearson. Honor que también le otorgó el Globo de Oro  a quien es recordado por su destacada participación en series como American Crime Story, Urgencias, Boston Legal, Sobrenatural... Con ello se convirtió en el primer afroamericano que lo consigue en la categoría de actor principal de drama.

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