Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Narran demolición de la Casa de la Juventud en Copenhague

Johnny Mortensen, de la Asociación de Amistad Danesa-Cubana, detalla a JR lo que parece ser una guerra contra las fuerzas de izquierda

Autor:

Luis Luque Álvarez

La policía danesa reprimió a los jóvenes manifestantes. Foto: AP Las imágenes de la policía danesa cargando contra los jóvenes que protestaban contra el desalojo de la Casa de la Juventud, en Copenhague, dieron la vuelta al mundo hace unos días. La calle Jagtvej, donde se encontraba, fue bloqueada por los manifestantes... con flores.

Ningún símbolo detuvo a las fuerzas represivas, que coronaron su embestida con la demolición del inmueble. La secta fundamentalista que lo había adquirido, Faderhuset (Casa del Padre), se negó a venderlo a un fondo privado que pretendía rescatarla para los jóvenes, y ya derribado, tampoco tiene planes de construir nada allí. Solo queda un placer desolado. Coincidentemente, gracias a las acrobacias del idioma, ¡por placer!

«La Municipalidad de Copenhague entregó el inmueble de la calle Jagtvej 69 a un grupo de jóvenes, en 1982. El acuerdo era que la Casa, desde entonces llamada “de la Juventud”, funcionaría como centro para seminarios, exhibiciones y otros sucesos culturales. Veinticuatro años después, gracias al trabajo duro y sin salarios de esos jóvenes, se creó uno de los mejores sitios culturales de la ciudad».

Johnny Mortensen, miembro de la Asociación de Amistad Danesa-Cubana, es quien refiere la historia. Ha estado en Cuba 17 veces, algunas con la brigada Nórdica, otra con los Pastores por la Paz. Su relato sobre los sucesos de Copenhague, que nos envía por correo electrónico, se aparta de las tradicionales versiones sobre «anarquistas» que abundaron en la prensa.

«A pesar del acuerdo (de 1982), la Municipalidad vendió el edificio en 2001 a la secta Faderhuset. Desde entonces hubo batallas legales entre ambas instituciones, hasta que la Corte Nacional decidió recientemente que el complejo no pertenecía más a la juventud. Faderhuset tiene la ley de su parte, pero no es justo y no debe ser aceptado».

—¿Qué actividades tenían lugar en la Casa de la Juventud?

—Musicales. Se presentaban bandas de mucha o de poca experiencia. También se organizaban debates. O sea, música y diálogo, con solidaridad.

—¿Vivían personas en el edificio?

—Normalmente no, aunque podía haber un pequeño grupo durmiendo allí. La Casa era abierta, y ellos tenían sus propias reglas, organizaban las actividades... Había también un grupo de líderes que se quedaban, pero la mayoría de los que venían era para escuchar música, vestidos todos en el mismo estilo, principalmente de negro.

—¿Qué opciones tienen los jóvenes ahora que fue demolida?

—Esperar y buscar una nueva casa que ocupar, y entonces, librar otra batalla contra la brutalidad de la policía. Hasta que los políticos ofrezcan una nueva casa, vamos a esperar y ver. Tomará mucho tiempo antes de que pase algo bueno.

—¿Qué van a hacer entonces?

—Algunos piensan ejecutar acciones de venganza. Otros muchos esperarán por una nueva casa, lo que puede ser solo un sueño, pues los políticos han perdido el buen juicio, no actúan. Ellos no comprenden que se procedió violentamente contra los jóvenes.

—¿Es esta una batalla perdida?

—Sí, aunque seguramente habrá actos de revancha. Por ahora, seguirán las acciones de este tipo: la quema de camiones y vehículos de aquellos que trabajan para Faderhuset. La Casa, de todos modos, ya no existe, así que, por mucho tiempo, habrá hechos de violencia.

«Los políticos tuvieron la posibilidad de frenar el conflicto. Ellos estaban obligados a echar atrás la venta de la Casa y devolvérsela a los jóvenes, pero no lo hicieron. Entonces una parte de Dinamarca se convirtió en una zona de conflicto, al tiempo que los políticos se lavaban las manos. En realidad, esta parece ser una guerra contra las fuerzas de izquierda».

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