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Aprender no tiene fronteras

Todos los días, 14 jóvenes brasileños cruzan la frontera de su país para estudiar Medicina en Venezuela. Los anima el prestigio de la ciencia cubana

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SANTA ELENA DE UAIRÉN, Venezuela.— Por ahora son más las preguntas que las respuestas. ¿Dónde obtendrán empleo? ¿Quién validará su título? ¿Cómo los recibirá el colegio médico? A pesar de la incertidumbre, 14 jóvenes brasileños cruzan todos los días la frontera de su país para estudiar medicina en Venezuela.

Las misiones educativas han abierto las puertas de la Universidad a jóvenes de Venezuela y de Brasil.

Los anima el prestigio de la ciencia cubana, y la posibilidad de realizar el sueño que les negaron en su propia tierra.

Detrás de cada uno hay una historia de frustración, y la esperanza de conseguir en seis años los conocimientos que obliguen a la asociación de galenos del Brasil a verlos como colegas.

Vienen de La línea, a pocos metros de la franja que demarca un país del otro, o de Boa Vista, a más de dos horas por carretera. Su destino: las instalaciones de Barrio Adentro en Santa Elena de Uairén, extremo sudeste de Venezuela, la ciudad que inspiró a Carpentier a escribir Los pasos perdidos, y que medio siglo después de recibir al novelista, parece haber encontrado un rumbo gracias a la colaboración cubana.

Difícil dos veces les resulta la Medicina, una carrera de por sí compleja, debido a la diferencia de idioma y a todos los sacrificios que deben hacer para llegar a clases cada mañana.

«Aunque el español y el portugués se parecen, los cubanos hablan rápido», afirma Sandor Andrés Márquez, estudiante de primer año.

«Al principio comprendía muy poco y tenía miedo de no poder seguir. No obstante, entre periódicos y diccionarios he mejorado mucho. Todavía me cuesta hablar, pero lo entiendo todo».

EDUCACIÓN Y PARADIGMAS

Tal vez los mayores riesgos no sean la distancia ni las conferencias en lengua ajena, sino formar parte de un programa alternativo, que algunos se niegan aún a ver con buenos ojos.

En Santa Elena de Uairén, y en todos los rincones de Venezuela, los galenos cubanos han tomado los libros para formar médicos comunitarios.

Sandor cursa altos estudios, pero no asiste a una Universidad. Es parte de la Misión Sucre, de inspiración cubana e impulsada por el gobierno bolivariano para acabar con la tendencia elitista y excluyente de la Educación Superior.

Luego de tres años de creada, la Misión Sucre ha sido ampliamente elogiada por abrirles las puertas de la Universidad, en sus propios municipios, a más de 320 000 venezolanos. Pero sobre ella sigue pesando el escepticismo acerca de la validez de un proyecto que pretende reformar conceptos tradicionales.

«¿Formar profesionales de esa manera? Claro que es posible», asegura el profesor cubano Orlando Gutiérrez, Doctor en Ciencias Económicas, con 25 años de experiencia como docente.

«La gran barrera a romper es el esquema de que la Universidad es esa mole de concreto, con aula magna, departamentos y decanatos, y demostrar que se puede llevar a las comunidades. Es un problema de paradigmas.

«La cuestión es muy simple: esos centros no dan abasto para formar los profesionales que se necesitan en muchos países. Siempre quedan personas que nunca consiguen cupo. Nosotros defendemos la idea de que para que haya Universidad solo tiene que existir alguien que necesite las clases y otro que las imparta.

—¿Y la calidad?

—La calidad en la Educación Superior es un concepto muy amplio que debe ir más allá del plano académico e incluir los componentes de equidad y pertinencia. Hoy existen especialidades en las que el conocimiento se pierde, se desactualiza en año y medio. Por ello se habla de educación permanente y de universalización.

«Además, se hace imprescindible hacer pertinente ese conocimiento acercándolo a los lugares donde se está produciendo. Nadie mejor que un médico de Barrio Adentro, por ejemplo, para formar a quienes ocuparán un consultorio en una comunidad».

FACULTAD VERDE AMARELA

Francisco Assunçao tiene 35 años y una vocación bien definida desde pequeño. Por ello, cuando lo rechazaron en la universidad, buscó de todos modos un empleo en el hospital.

«Atendiendo la parte estadística, claro. Sin embargo, sé que cuando concluya acá estaré capacitado para revalidar el título en mi país».

Tiene a su disposición la bibliografía más actualizada, materiales multimedia con explicaciones didácticas sobre el cuerpo humano y las enfermedades, conferencias en video impartidas por los mejores especialistas de Cuba. El resto, queda de su parte.

Se afirma que con este sistema, los estudiantes están en condiciones de aprender ocho veces más que del modo tradicional. No obstante, lo que más los impacta son los valores de los doctores de la Isla que asumen la docencia en las aulas, consultorios, o el Centro de Diagnóstico Integral.

«Yo había escuchado que Cuba era una potencia médica, pero ahora lo he comprobado con mis propios ojos», confiesa Raquel Barroso, de primer año. Es realmente hermosa esa sensibilidad ante el dolor ajeno, el trato humano, el mismo cariño hacia todos, sin distinciones.

«Hay muchos que critican lo que estamos haciendo acá. Dicen que lo que nos enseñan no tiene que ver con lo que se da en Brasil. Pero lo de menos es donde impartan las clases. Si tus profesores son buenos, tú tienes que ser buen estudiante y aprender».

Convencidos de ello y con la tarjeta que certifica que están vacunados contra la fiebre amarilla, el único documento exigido por las autoridades aduaneras de esta zona, siguen cruzando todos los días del país de la samba y el fútbol, a la nación del joropo y el béisbol, donde los doctores cubanos hacen realidad, sin estridencias, el sueño martiano de la integración.

Las misiones educativas han abierto las puertas de la Universidad a jóvenes de Venezuela y de Brasil.

En Santa Elena de Uairén, y en todos los rincones de Venezuela, los galenos cubanos han tomado los libros para formar médicos comunitarios.

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