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La foto del 2007, premiada por UNICEF, denuncia tradición que afecta a la niñez

Millones de niñas en el mundo son obligadas a contraer  matrimonio con hombres mayores para paliar la pobreza familiar

Autor:

Yailé Balloqui Bonzón

Un abuso de las costumbres que avergüenza. La instantánea, ganadora del premio de la UNICEF como la foto del año y que fue tomada en Afganistán en 2006, no puede ofrecer un mayor contraste entre sus personajes: un hombre de 40 años —que aparenta tener más edad— posa junto a su esposa, Ghulam, una niña con rostro asustado que apenas acaba de cumplir los 11 años.  

«Necesitábamos el dinero», dicen los padres de Ghulam. Ellos se acogieron a esa tradición tan común en Afganistán de arreglar matrimonios de niñas con hombres mayores para paliar un poco su pobreza.

Estimaciones de la Organización de Naciones Unidas para la Infancia y la Adolescencia (UNICEF), calculan que en el mundo hay 51 millones de menores, entre los 10 y 19 años, víctimas de esta costumbre practicada en varios países. Stephanie Sinclair, la autora de la imagen, también viajó a Nepal y Etiopía con el fin de demostrar que Afganistán no es donde único se lleva a cabo esta práctica.

Aunque aproximadamente la mitad de las chicas afganas son obligadas a contraer matrimonio antes de cumplir los 18 años, la fotógrafa premiada relató que la familia de Ghulam decidió «venderla» a su marido para poder alimentar al resto de sus hijos, aunque añadió que «se sentían avergonzados» por ello.

Explicó además que la idea del reportaje surgió de un trabajo anterior sobre mujeres que se suicidaban prendiéndose fuego, muchas de las cuales eran niñas cuando fueron entregadas a sus maridos.

Dicen que los progenitores consienten en esa unión para protegerlas contra las agresiones sexuales, evitar embarazos sin estar casadas, alargar sus años de fecundidad o asegurar su obediencia en el hogar del marido.

Pero, el matrimonio infantil —presionado por necesidades económicas o como un medio de proporcionarle tutela masculina a las niñas y muchachas— puede acarrear trabajos forzados, esclavitud, prostitución y violencia contra las víctimas, quienes además se exponen a graves riesgos para su salud, embarazos prematuros, infecciones transmitidas sexualmente y, cada vez más, al sida.

Tan lamentable práctica entre niñas de corta edad también afecta, aunque en menos medida, a los pequeños del sexo masculino. No son más que infancias robadas por la necesidad de unos o la avaricia de otros.

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