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Vietnam, un país en constante Doi Moi

A pesar de las huellas de la guerra contra el mayor ejército del planeta, es espectacular el desarrollo económico de la tierra de los anamitas, que ha sido acompañado y apoyado por los cubanos

Autor:

Nyliam Vázquez García

«¡Y todo era manos contra cráter: manos asidas a sogas, mimbres, maderos, ruedas, manos ansiosas, poseídas, airadas, que, a veces coléricas, se iban en un puñado de tierra hasta la entraña del monstruo!...». Así describió José Massip, premio nacional de cine 2012, una de las imágenes que más lo impresionó durante su estancia en Vietnam en 1973, en plena guerra contra el ejército más poderoso del mundo.

Una toma de cine registró la escena y Massip revivió hace seis años sus recuerdos de ese viaje y del pueblo vietnamita.

Comentó entonces que, aún sin terminar la guerra, pero seguros de la victoria, ya estaban obsesionados por limpiar todo rastro de la metralla enemiga, de las edificaciones deshechas, del metal doblegado por las bombas. Borrar la imagen de tierra deshecha, a fuerza de trabajo y sacrificio ha sido desde hace casi cuatro décadas la prioridad de Vietnam.

Y aunque las marcas en la memoria de varias generaciones permanecen, lo cierto es que el país ha avanzado aceleradamente en el desarrollo económico y el bienestar de la población, que no ha dejado descansar las manos en ese camino para «impulsar el desarrollo sostenible y la renovación integral, a fin de construir una nación próspera, equitativa y civilizada, promoviendo la democracia y considerando al hombre como un factor clave en el desarrollo nacional», como aseguran los documentos oficiales.

Cuando en 1986 Vietnam inició el proceso de Renovación —conocido como Doi Moi—, muchos pensaron que sus líderes habían equivocado el camino y otros apostaron porque fuera el primer paso para apartarse del socialismo. Sin embargo, nada más lejos de la verdad.

Los vietnamitas supieron adecuar su proyecto a su realidad y las necesidades concretas del país y de la gente. Guiados por el Partido Comunista de Vietnam, el pueblo palpa en las calles, en la prosperidad de los negocios familiares, quizá hasta en el aire, los logros de más de dos décadas de Doi Moi, proceso que contempla la introducción de las lógicas del mercado en la economía, pero con orientación socialista.

La inclusión y desarrollo del modelo de mercado, la evolución del sector privado, la integración a la economía global y la atracción de inversiones extranjeras han sido importantes para el despegue económico, pero siempre a partir de la estabilidad de la nación. En poco tiempo se han convertido en exportadores de petróleo y otros productos, así como en los segundos productores de café del mundo.

La eliminación de las hambrunas y la reducción de la pobreza tienen gran significación, sobre todo, si se tiene en cuenta que hace dos décadas más del 50 por ciento de la población era pobre y en la actualidad ese índice afecta solo al 10,6 por ciento de la población, según la Oficina Nacional de Estadísticas del país asiático.

Para el pueblo de Vietnam el proceso iniciado en 1986 ha sido un elemento central para hacer del país un referente no solo económico. Expertos aseguran que les permitió enfrentar mejor la caída del campo socialista europeo.

Vietnam es una nación apegada a sus tradiciones, al culto a sus antepasados, un pueblo hecho de héroes, porque la mayoría de las familias perdieron a alguien en la guerra, pero sobre todo un pueblo que sigue juntando sus manos para rellenar los cráteres de un pasado de guerras imperialistas.

Primero contra el colonialismo francés, luego contra los yanquis, no hubo retroceso. Ahora tampoco, porque se trata del bienestar de más de 86 millones de habitantes, pertenecientes a las 54 etnias nacionales. Los logros son evidentes, hacia lo interno con el salto económico y las transformaciones sociales, y en lo externo, hacia una política exterior más activa en la búsqueda del multilateralismo.

No resultó casual, en medio de la resistencia heroica, que el líder de la Revolución Cubana asegurara que por Vietnam esta isla, a miles de kilómetros, estaba dispuesta a dar hasta la última gota de sangre. Fue cierto.

Cada nuevo paso de avance en la tierra de los anamitas llena de orgullo a los cubanos que sufrieron cada día de guerra y fueron protagonistas de un masivo movimiento de solidaridad.

Desde que en diciembre de 1960 ambos países establecieran relaciones diplomáticas, el entendimiento y la cooperación forman parte inseparable de las relaciones. De la tierra del Tío Ho los cubanos han consumido toneladas de arroz, luego que, después del Doi Moi, el país no solo fue capaz de autoabastecerse, sino que se ha convertido en el segundo que más grano exporta en el planeta, después de Tailandia.

Desde el triunfo de la Revolución se han graduado en Cuba más de 2 000 vietnamitas. Más de cinco décadas de coincidencias y presencia en los momentos difíciles deja en manos de los más jóvenes hijos de ambos pueblos la preservación de ese legado histórico.

Las manos de los vietnamitas siguen ahí, entrelazadas en el empeño descomunal de crecerse, asidas a su tiempo y los retos del futuro, como las describió hace más de tres décadas el cineasta. No han cambiado. Siembran, siguen haciendo desaparecer los cráteres del pasado… Y en ese empeño no están solos.

 

 

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