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Cifras que desmienten la paz de las «protestas» en Venezuela

Muchas de las protestas opositoras no tienen un ápice de pacíficas. Así lo demuestra que hasta ayer 28 personas habían fallecido y 365 resultaron lesionadas por las acciones de vandalismo realizadas en algunos territorios de la nación

Autor:

Osviel Castro Medel

CARACAS.—  Después de 29 días de la llamada «salida» decretada por sectores recalcitrantes de la derecha para derrocar el Gobierno constitucional de este país, las cifras y los hechos demuestran que muchas de las protestas opositoras no tienen un ápice de pacíficas, aunque los grandes medios sigan intentando regalar ese cuento.

Hasta ayer 28 personas habían fallecido y 365 resultaron lesionadas por las acciones de vandalismo realizadas en algunos territorios de la nación.

Entre los que perdieron la vida hay civiles —tanto chavistas como opositores— y militares. Por ejemplo, tres efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana murieron por impactos de bala y otros 21 resultaron heridos por armas de fuego. Probablemente para ciertos jinetes del reporterismo esas realidades sean «manifestaciones estudiantiles».

Eso, sin hablar de los numerosos actos de terrorismo cometidos contra instituciones públicas y privadas, como los realizados para perjudicar al sistema de Metrobús de Caracas (más de 90 unidades de transporte han sido apedreadas); o los perpetrados en la sede principal del Ministerio de la Vivienda, que causaron daños valorados en unos seis millones de bolívares.

Desde Ginebra, Suiza, la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz —según reseñó la Agencia Venezolana de Noticias— dio otros datos que desmienten la cacareada bandera de paz de la derecha: a los «pobres» manifestantes se les han incautado 25 armas de fuego, más de 200 artefactos explosivos entre bombas molotov y C4, alambradas y todo un arsenal que habla de «muy buenas intenciones». Un simple jueguito de guerra.

El jueves, en un allanamiento en El Trigal, en el estado de Carabobo, se capturaron a seis personas con armas de fuego, según denuncias del presidente Nicolás Maduro. Y hace unos días, en un estacionamiento próximo a la Plaza Altamira (al este de Caracas), se aprehendieron a varios individuos que ocultaban capuchas, clavos, cables, explosivos y botellas incendiarias.

En ambos casos, seguramente, se perseguía generar acciones pacíficas para llamar la atención del mundo sobre la «grave crisis de inseguridad» que vive Venezuela. Es decir, con el empleo de armas se construye ahora «la seguridad».

Mientras en San Cristóbal, en el estado de Táchira (el que pretendió visitar para «estimularlo» el mismísimo Leopoldo López, sindicado como impulsor de las acciones violentas) las protestas han llegado a tal extremo de «armonía» que muchos árboles han sido arrancados de raíz, varias piedras gigantescas se han movido hasta el centro de las calles y algunas alcantarillas vieron desaparecer sus tapas. Claro, en son de paz y de conservación de la ecología.

Todo eso es correcto, al menos para los grandes medios. Uno de los libelos de aquí, refiriéndose a la jornada del miércoles último, tituló: «La represión se desbordó». Mejor pudo haber rotulado también con letras enormes y a todo color: «La paz se desbordó». No os asombréis de nada.

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