Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El ideal de Bolívar debe ser nuestra aspiración, el de Monroe es nuestra muerte

La próxima Cumbre de las Américas sitúa a la juventud de nuestra región ante la misma disyuntiva de todos los «grandes espíritus», como los llamó Julio Antonio Mella. En un artículo bajo el título La cruz del sur, en el número 6 de la revista Alma Máter, en 1923, ese líder de talla continental, planteaba: «Los pueblos débiles de la América tenemos que escoger, entre caer en el seno de la gran constelación (?) del Norte atraídos e hipnotizados por su grandeza, o fusionémonos como pequeños asteroides en un nuevo Congreso en Panamá»

Autor:

Julio Antonio Mella

Dicen algunos periódicos que la Conferencia Pan Americana de Chile ha fracasado. ¡No! Ha sido un triunfo grandísimo para nuestra raza.

Bolívar se encontró no vamos a decir frente a Washington, los soldados de la libertad siempre son hermanos, se encontró frente a Rockefeller, y el triunfo no había que dudarlo, fue del genio de América.

Otras veces el yankee había pedido hacer sentir su hegemonía bárbara sobre los pueblos de la América Latina, en que entonces imperaba el caciquismo y la codicia de los mercaderes del gobierno; pero cuando todas las naciones se unieron en el ideal grandioso del Libertador, entonces el filibusterismo que inició Roosevelt y que hoy sostiene Hughes, tenía que salir derrotado.

Buen ejemplo debíamos tomar todos los pueblos ibero-americanos de este gran triunfo, resultante de la genialidad irónica de los representantes de una nación pequeña en territorio, pero grande en cultura y progreso: Costa Rica.

Nosotros sentimos un momento de pesar y de duda, y era que tantas veces habíamos visto a cubanos hacer el papel de sumisos siervos de nuestro Amo, que pensamos, ahora íbamos a ratificar nuestra actitud; mas parece que nuestros delegados en la Conferencia no son de la madera de nuestros políticos y supieron ponerse al lado de la raza, del honor, del interés nacional.

El yankee es poderoso; no debemos rebelarnos inútilmente, pero sí podemos protestar, escudados en nuestro derecho de la violación de nuestra dignidad de pueblo soberano, no porque la protesta sea oída por lo que tiene de justa, los oídos de los mercaderes solo perciben el ruido del oro, la eficacia de nuestra protesta estriba en que esos mismos mercaderes saben que la América virgen que anhelan para desarrollar su genio activo y emprendedor, llegará a odiarlos y a huirles, ante la repetición de los asesinatos de Haití y Santo Domingo, ante las imposiciones vergonzosas al gobierno de nuestra nación, ante el estrangulamiento de la Federación Centro Americana y los robos de repúblicas, terreno y petróleo que convierte al país que gobernara Lincoln en una vulgar Isla de las Tortugas, guarida de piratas, aprendamos el ejemplo saludable de la actual unión de los países latinos; en Chile y cambiando la ruta de nuestra nave que erróneamente se guía por la Estrella Polar, dirijámoslas por la Cruz del Sur; allí encontraremos la felicidad y la seguridad de nuestro pueblo y de nuestra soberanía.

El ideal de Bolívar debe ser nuestra aspiración, el de Monroe es nuestra muerte.

Los pueblos débiles de la América tenemos que escoger, entre caer en el seno de la gran constelación (?) del Norte atraídos e hipnotizados por su grandeza, o fusionémonos como pequeños asteroides en un nuevo Congreso en Panamá. Esta fusión no tiene que ser política y definitiva, como aspiraba el Libertador; nuestro atraso lo impide; pero mientras más unidos estemos los pueblos débiles del Continente, aunque solo sea espiritualmente, más difícil le será al Corsario Rubio saquearnos y matarnos.

Sabemos que esta obra no la comenzará el gobierno, en nuestra América los gobiernos no comienzan ninguna obra, mas la actual juventud que tiene en sus manos el porvenir de la sociedad, puede hacer mucho en provecho de los ideales que han acariciado todos los grandes espíritus desde Bolívar y San Martín hasta Rodó y Chocano.

Julio Antonio Mella

Alma Máter, año II, No. 6, p. 11. La Habana, abril de 1923 (Seder, Stadium Universitario, Universidad de La Habana)

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