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Breves apuntes bélicos… sobre aranceles

Una guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo podría desencadenar graves consecuencias

Autor:

Marylín Luis Grillo

A inicios de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) alertaba sobre un crecimiento económico global por debajo de lo esperado en 2018 y 2019. ¿La causa principal? Una guerra de aranceles entre Estados Unidos y China, con la consecuente inseguridad financiera y comercial que se extendía a todo el orbe.

«Cuando las dos economías más importantes del mundo se enfrentan (…) crean una situación en la que todo el mundo va a sufrir», dijo el economista jefe del FMI, Maurice Obstfeld, quien destacó en ese momento que «el crecimiento es mucho más desigual» que hace seis meses, al inicio de la disputa.

Ahora, tras la reunión del G-20 en Argentina, China y Estados Unidos parecen haber pactado. El propio Donald Trump anunció la decisión bilateral de no aumentar los aranceles el 1ro. de enero de 2019. Por supuesto, si Trump hiciera caso a las estimaciones del FMI, habría propuesto tregua desde antes, pues el organismo internacional afirma que la economía estadounidense será la más perjudicada por las barreras arancelarias.

La decisión de un presidente

¿Está el mundo preparado para una guerra económica global? Para casi la totalidad de los analistas y las instituciones financieras la respuesta es clara: no; pues, aunque en los anales internacionales el fin de la última crisis sistémica se circunscribe a 2010, la verdadera recuperación no ha ocurrido. Sin embargo, tras asumir el cargo en enero de 2017, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece llevar al planeta hacia un conflicto entre monedas e importaciones y exportaciones.

A solo tres meses en la Casa Blanca, en abril, Trump hizo una primera movida e inició una investigación sobre las importaciones de acero. El magnate, devenido en mandatario, instruyó al Departamento de Comercio sobre una pesquisa para determinar si el metal que se introducía al país procedente de China y otras naciones representaba una «amenaza a la seguridad nacional».

En agosto de ese año, ya circunscribió mejor quién sería su víctima predilecta en la cruzada económica que se disponía a lanzar. En esa ocasión, pidió al representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, que estudiara las «prácticas comerciales desleales» de China y que se centrara particularmente en el presunto robo de propiedad intelectual estadounidense.

Los resultados de Lighthizer respondían a los intereses del jefe, y estimó que el supuesto «robo chino» le cuesta a EE. UU. «entre 225 000 y 600 000 millones de dólares» al año.

La respuesta desde Asia no tardó en llegar. El Gobierno de Xi Jinping censuró «el unilateralismo y proteccionismo» de la administración norteamericana, mientras, desde los análisis televisados se preveía que la investigación «envenenaría» la relación entre ambos países.

Las previsiones se harían realidad en 2018 (Ver recuadro).

Causas y consecuencias

China no es la única implicada en la cruzada arancelaria estadounidense. La Unión Europea, México, Canadá, Rusia e India son otros de los afectados. Según narra la BBC, todo comenzó con los aranceles al hierro y al aluminio que instaló Donald Trump en marzo pasado. «Estados Unidos está buscando recortar sus pérdidas añadiendo impuestos a sus principales socios», indicó la publicación británica.

Pero ¿dónde radica la necesidad de esas medidas? La nación norteña pierde demasiado dinero, es así de sencillo. Si bien, EE. UU. es el segundo mayor exportador (luego de China), sus importaciones exceden en demasía lo que venden. A esa diferencia entre «lo que entra y lo que sale», se le denomina déficit comercial, el cual llegó a un tope en 2017 (ver gráfico).

La balanza comercial entre el país norteamericano y China es abismal, pues en los últimos 17 años, Estados Unidos perdió 375 000 millones de dólares. Y esa diferencia, es la que Trump pretende recortar a base de impuestos:

«Cuando un país (EE. UU.) está perdiendo muchos millones de millones de dólares en el comercio con prácticamente todos los países con los que hace negocios, la guerra comercial es buena y fácil de ganar. Ejemplo, cuando nosotros perdemos 100 000 millones con cierto país y ellos obtienen ganancias, no negociemos más —nosotros ganamos en grande. ¡Es simple!», explicaba en Twitter, el «ilustrado» presidente.

En cuanto a la justificación de la defensa de la propiedad intelectual, sus explicaciones se circunscriben a que, según los análisis made in Trump, gran parte de las pérdidas del país se explican porque las empresas chinas copian productos tecnológicos americanos para venderlos de vuelta mucho más baratos.

Más allá de las tecnologías, Washington estipula que las tarifas arancelarias impuestas a todos los productos harán que los fabricados en Estados Unidos sean más baratos que los importados, y así alentarán a los consumidores a comprar productos estadounidenses. Pero esta teoría tiene múltiples fallos.

Empresas como Apple, Dell y Hewlett Packard Enterprise (HP), gigantes tecnológicos globales que se han opuesto a la guerra de aranceles, temen que la situación conlleve un aumento en los precios de sus productos, muchos de los cuales son de fabricación china.

Incluso, ya existe hasta una coalición de agricultores, fabricantes, empresarios de redes minoristas y otros grupos de distintas industrias estadounidenses que se oponen a los aranceles de importación, pues explican que en realidad los más afectados son las propias familias estadounidenses.

«Los impuestos ya han resultado en despidos, y esta escalada continuará exprimiendo a las empresas estadounidenses con mayores costos de insumos, y a los agricultores con un descenso en el valor de productos básicos», dijo Jonathan Gold, vocero de la coalición, en la página oficial de la misma.

Todos imponen aranceles, los productos se encarecen y los bolsillos se aprietan —concluye BBC. 

Otra víctima: el dólar

Diez años atrás, el economista Peter Schiff predijo correctamente (uno de los pocos) la crisis financiera que acontecería luego de septiembre de 2008. Hace un año, en diciembre de 2017, anunciaba en un artículo publicado por USAWatchdog.com: «El verdadero colapso (financiero) (…) está por venir».

Según Schiff, Estados Unidos ha inflado otra gigante burbuja y cuando se rompa las consecuencias globales serán dolorosas para la economía y mucho mayores que las de la caída de 2008.

Quizás con esa misma previsión y en la búsqueda de afianzar su moneda, sea que China —junto a socios como países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), Irán y otras naciones asiáticas— ha ido impulsando, frente al dólar estadounidense (USD), su Sistema de Pago Internacional, con el yuan como moneda para sus transacciones fuera de las fronteras nacionales.

Pero en la lucha del yuan y otras monedas contra el dólar, el papel bancario estadounidense cuenta con otro enemigo, además de su falta de respaldo en oro, y es la propia guerra económica.

Aquellos países afectados por las imposiciones arancelarias estadounidenses, rehúyen cada vez más de realizar negocios en USD, y con la fuerza de economías como Rusia y China, ya se ejecuta por algunos la desdolarización del comercio y de las finanzas globales.

En mayo, el presidente ruso Vladimir Putin, afirmó que su nación no podía sostener la dominación del sistema financiero del dólar desde que EE. UU. impuso sanciones unilaterales y violó las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). El monopolio del dólar es inseguro y peligroso para la economía global, afirmó.

Para Putin y varios analistas, las consecuencias van más allá, se trata del fin de una era. «Parece que nuestros compañeros estadounidenses están cometiendo un error estratégico colosal. Eso es un típico error en cualquier imperio y las consecuencias vendrán temprano o tarde», dijo el mandatario ruso.

Los imperios no son eternos. ¿Será este el inicio de la caída?

Escalada de tensiones

  • 23 de marzo: Estados Unidos impone a las importaciones chinas impuestos valuados en 3 000 millones de dólares.
  • 2 de abril: China responde con tarifas arancelarias de igual valor a los productos estadounidenses.
  • 6 de julio: Ambos países imponen nuevos impuestos valuados, cada uno, en 34 000 millones de dólares. A finales de mes, Estados Unidos actualiza la lista de productos y eleva los aranceles a 50 000 millones.
  • 23 de agosto: Una nueva ronda de impuestos, en esta ocasión, cada país impone multas de 16 000 millones de dólares al comercio con el otro.
  • 17 de septiembre: Las importaciones chinas en Estados Unidos reciben aranceles estimados en 200 000 millones de dólares.
  • 24 de septiembre: China responde con impuestos valuados en 60 000 millones.

 

      Datos: BBC, AP y el Instituto Peterson de Economía Internacional

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