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Declaración final del 18vo. Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes

El 18vo. CLAE, después de seis días de intensas discusiones sobre la coyuntura política, sobre la coyuntura educativa y sobre la estructura del movimiento estudiantil, exhorta a los estudiantes de todo el continente a defender una América Latina libre que sea guiada por los más verdaderos anhelos populares, por el trabajo digno en pro de la colectividad, por la igualdad de oportunidades para personas de todos los géneros, razas, creencias y por una educación descolonizadora, emancipadora, universal, compulsiva, gratuita y de calidad

Autor:

Juventud Rebelde

La lucha de los estudiantes en todo el continente tiene un impresionante histórico de osadía, combatividad y victorias que, a lo largo de los tiempos, inspiró a las masas populares a levantarse y organizarse en defensa de la dignidad, de la igualdad y de la construcción de un sistema social que abraza los más profundos y verdaderos anhelos, necesidades y sueños de los pueblos. El papel vanguardista del movimiento estudiantil puede ser verificado fácilmente a partir de los hechos clavados en la historia que retratan las más diversas conquistas sociales de las clases explotadas ante las clases explotadoras.

La centenaria y emblemática Reforma Universitaria de 1918, la Reforma de Córdoba, fue un movimiento que, además de demostrar la capacidad de los estudiantes de influir y cambiar la realidad a la que están insertados, introdujo en el seno del movimiento estudiantil a nivel continental un fuerte carácter democrático, emancipador y antiimperialista. Hace 101 años el ímpetu, la resistencia y el coraje de los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba resultaron en un nuevo modelo democrático de gestión académica, con participación de los profesores, estudiantes y egresados por primera vez en nuestro continente.

Después de un período en que la integración solidaria y el desarrollo socioeconómico pautaron las relaciones políticas en gran parte de América Latina, el cerco imperialista yanqui se intensifica con el ascenso al poder de fuerzas políticas entreguistas, subservientes y lacayos en muchos países latinos. La tradicional política de guerra del imperio, sin embargo, se desarrolla de una manera poco convencional: las tropas, los tanques y los misiles dan lugar a un robusto aparato mediático, al apareamiento de la justicia, a la cooptación de líderes e instituciones políticas y al boicot económico.

La guerra híbrida —como viene siendo llamado este conjunto articulado de ataques— sin embargo, tiene resultados tales como las guerras tradicionales: ataca la moral, el bienestar, la dignidad, la soberanía y la independencia de los pueblos con el gran objetivo de saquear las riquezas, controlar rutas comerciales, promover la miseria, el desempleo, radicalizar la explotación capitalista del trabajo en el campo y en las ciudades, subyugar a los pueblos originarios y destruir toda la formidable estructura construida por el esfuerzo público como escuelas, universidades, hospitales, empresas y servicios, es decir, ese nuevo tipo de guerra es la principal herramienta para empujar a los países latinoamericanos de vuelta a la condición de colonia.

Sede del 18vo. CLAE, la República Bolivariana de Venezuela es un claro y actual ejemplo de cómo el imperialismo puede llegar a niveles tan bajos, deshonestos e inhumanos para poner en práctica su política internacional de dominación, injerencia y supresión de la autodeterminación de los pueblos. Para lograr éxito en sus objetivos unilaterales el imperialismo yanqui utiliza desde noticias falsas hasta las cada vez más comunes y altamente condenables amenazas de intervención militar directa. Los países como Palestina, Irak, Yemen, Saharaui, Siria, Libia, RPDC, Puerto Rico y Cuba sufren las consecuencias de las acciones directas de desestabilización imperialista, algunos por la vía de las ocupaciones militares ilegales de territorio, otros por la política de boicot económico.

La disolución y el debilitamiento de las iniciativas continentales de integración solidaria y desarrollista entre los países de América Latina como el Mercosur, la Unasur, Alba y CELAC cumplen papel estratégico en la táctica imperialista de impedir el desarrollo regional soberano para que se mantenga la actual estructura de la división internacional del trabajo, donde la imposición de los poderosos es que algunos países producen la materia prima y otros producen tecnología y manufacturas de alto valor agregado. Y para legitimar esa concepción subserviente de la diplomacia latinoamericana es que se crea el Prosul (Foro para el Progreso de América del Sur) y se amplía el protagonismo de la OEA en las resoluciones sobre los países latinos.

Además, es inevitable notar el avance predador del capital internacional sobre los sistemas educativos públicos de los países e incluso sobre los sistemas privados de carácter nacionalista, aquellos que tienen compromiso con el desarrollo social, económico y de las fuerzas productivas locales. Los intentos constantes de acabar con la educación pública, gratuita y de calidad, los ataques al conocimiento científico, los ataques al libre pensamiento y el creciente revisionismo de la historia tienen como finalidad hundir a la clase trabajadora en la ignorancia abriendo caminos para la alienación irrestricta del trabajo, para la dominación cultural y para el debilitamiento de la soberanía de las naciones.

Sin embargo, el heroico pueblo heredero de los incansables luchadores por la independencia de nuestro continente, Simón Bolívar, Fidel Castro y Hugo Chávez, se niega a vivir de rodillas. La fuerte e inspiradora resistencia de las revoluciones cubana, bolivariana y sandinista a los intentos de golpe de Estado, estrangulamiento económico e intervención militar externa, las grandes huelgas y marchas de las trabajadoras y de los trabajadores latinos como respuesta a los ataques a los derechos laborales más fundamentales, configuran obstáculos a los objetivos del neoliberalismo del siglo XXI —representado por la nueva carta de intenciones del FMI— y mantiene viva la esperanza en la construcción de la Patria Grande, fraterna y solidaria.

Los levantamientos estudiantiles contra los recortes presupuestarios, contra las privatizaciones, contra los roles de género impuestos por el sistema patriarcal, contra la repetida discriminación hacia los sectores LGTB+ y la defensa intransigente de la educación como derecho humano fundamental e inalienable, ratifican el carácter emancipacionista, inclusivo y feminista del movimiento estudiantil. Y en el mundo de hoy no hay emancipación sin independencia productiva, siendo así, los estudiantes de todo el continente tienen el sofisticado desafío de transformar las instituciones de enseñanza en herramientas para el desarrollo de las fuerzas productivas y ponerlas al servicio de los sectores populares de la sociedad. La vocación vanguardista de los estudiantes es una de las más indispensables características para el éxito del proceso revolucionario de liberación soberana de los pueblos de las garras del imperio.

Y es justamente por eso que persiste el intento oscuro de criminalizar las protestas sociales, las organizaciones estudiantiles, la organización sindical y los movimientos organizados por el pueblo. Los asesinatos, desapariciones y arrestos de líderes populares forman parte de la política terrorista de represión y disolución de la resistencia antiimperialista. Al final, no hay imperio capaz de derrotar a la indestructible unidad de la clase trabajadora, de los campesinos y de los obreros, de los estudiantes, artistas, hombres y mujeres que defienden la posibilidad de dirigir sus destinos con sus propias manos.

El 18vo. CLAE, después de seis días de intensas discusiones sobre la coyuntura política, sobre la coyuntura educativa y sobre la estructura del movimiento estudiantil, exhorta a los estudiantes de todo el continente a defender una América Latina libre que sea guiada por los más verdaderos anhelos populares, por el trabajo digno en pro de la colectividad, por la igualdad de oportunidades para personas de todos los géneros, razas, creencias y por una educación descolonizadora, emancipadora, universal, compulsiva, gratuita y de calidad.

Por todos aquellos y aquellas que dieron sus vidas por los pueblos de nuestro continente la Oclae reafirma su compromiso con la lucha incansable por el derecho de cada país a construir su propio camino hacia la paz y la prosperidad. Hasta la gran victoria final.

 

¡Que vivan los estudiantes!

¡Que viva América Latina!

 

24 de mayo de 2019.

Caracas, Distrito Capital, República Bolivariana de Venezuela

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