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Autopsia del «Macho» Camacho y su alter ego Carlos Mesa

Camacho ha cumplido su ofrenda farisea: llevar a las mismas entrañas del suelo andino boliviano a las transnacionales estadounidenses, y a los ambiciosos y racistas oligarcas

Autor:

Juana Carrasco Martín

El que se hace llamar «Macho» Camacho, quien prometió «llevar a Dios de vuelta al Palacio Quemado», y colideró el fascista golpe de Estado, ha cumplido su ofrenda farisea, la cierta, la que motiva los desmanes cometidos y los que continúan en Bolivia: llevar a las mismas entrañas del suelo andino a las transnacionales estadounidenses, a los ambiciosos y racistas oligarcas de la Media Luna, a las fuerzas policiacas y militares, a apoderarse de Bolivia.

Presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, desde los segmentos más conservadores del catolicismo y las iglesias  evangélicas, urdió la trama junto a otras fuerzas oscuras. Unas con residencia en Estados Unidos y credenciales de legisladores-consejeros de Donald Trump para la América Latina (Marco Rubio, Ted Cruz, Bob Menéndez) y «asilados» bolivianos; otras en el vecino Brasil, con cuyo canciller  —el de Jair Bolsonaro—, tuvo encuentros antes de las elecciones del pasado 20 de octubre, esas que le dieron la victoria en las urnas a Evo Morales y no quisieron reconocer.

Dice Víctor Farinelli en un artículo publicado en hilodirecto.com.mx que «Macho» Camacho, dueño del Grupo Empresarial Nacional Vida S.A., que posee inversiones directa o indirectamente en compañías como Conecta, Tecorp, Xperience, Fenix Seguros, además de Nacional Seguros Vida, del proyecto de Clínica Metropolitana de las Américas,  cuenta con registros de que algunas de esas inversiones están involucradas con el escándalo Panamá Papers, de evasión de divisas en paraísos fiscales centroamericanos.

Entonces, el fraude y el engaño están en los genes del cruceño, instrumento del imperio para dar un golpe no solo a Evo y sobre todo a los más humildes del pueblo boliviano, sino a los pueblos del continente. Sin embargo, la hipocresía y el cinismo pintó su convocatoria primera al paro regional acusando al gobierno del Estado Plurinacional de «fraude descomunal» en los comicios, y las redes sociales y medios privados cómplices del plan lo convirtieron de inmediato en «clamor» nacional e internacional, junto al epíteto de «dictador» para Evo.

Desde sus raíces fundamentalistas, Camacho montó el teatro de un ritual, con biblia incluida, en el Palacio Quemado, pero sus declaraciones muestran el inmenso deseo de venganza y racismo hacia los pueblos indígenas, cuando ha usado estas palabras para incitar la violencia: «Anotar los nombres de los traicioneros de este pueblo porque queremos que el día de mañana vayan presos, pero no por rencor y odio, sino por justicia».

Lo reiteró tras la consumación del golpe «no es odio, es justicia divina», cuando fue capaz de invocar hasta los métodos del capo narco colombiano Pablo Escobar para dar paso al escarmiento a los seguidores del presidente Evo Morales. El «Macho» Camacho está dispuesto a una «limpieza étnica».

La policía y los espurios grupos de choque de la derecha —calcados de las guarimbas en Venezuela— se han encargado ya de esas odiosas funciones de sicarios en la conjura. La cacería comenzó desde los días finales de la semana para garantizar la restauración conservadora de los poderes fácticos.

Reportes de prensa detallan que el abogado Camacho es Integrante de la Logia Caballeros del Oriente, selecto grupo que defiende la supremacía de una élite, descendiente de europeos, frente a los indios y remontan su militancia racista a la Unión Juvenil Cruceñista, que lideró.

Al parecer, el «Macho» ha logrado opacar al coliderato del golpe, el expresidente Carlos Mesa, quien lleva por dentro una especial razón para alimentar un odio visceral contra el Evo del pueblo: fue presidente de 2003 a 2005, mandato que no pudo concluir porque recibió el repudio del pueblo en manifestaciones de calle y bloqueos de carreteras en La Paz, El Alto y Santa Cruz, y tampoco contó con el apoyo de la clase política instaurada en el Congreso de la República para aplicar el referendo sobre las autonomías y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. El domingo 6 de marzo de 2005, Mesa presentó su renuncia y en junio salió del cargo.

La ambición de ser presidente mueve la participación de Mesa en la conjura, pues el 20 de octubre de este 2019 fue otra vez el gran derrotado en las elecciones que ratificaban a Evo como Presidente de la nación, y que el candidato por el movimiento Comunidad Ciudadana no quiso reconocer.

Más «moderado» en su posición golpista, Mesa puede lucrar de la situación a costa de su expediente político, donde se incluye haber sido vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada, quien también rindiera su cargo a las presiones y protestas por su proyecto de exportación del gas, y del cual fue sucesor constitucional.

Perdedor por antonomasia, Mesa se mueve tras bambalinas, y no cuenta con el beneplácito del «Macho» Camacho.

Ahora se trata de un pueblo que saque a los ocupas de su casa.

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