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El oscuro camino de Donald Trump

Una derrota no reconocida o admitida a regañadientes, y un compromiso obligado a una transición pacífica del poder, están aún lejos de ser el cierre final del caos 

Autor:

Juana Carrasco Martín

Estados Unidos ha vivido un trago bien amargo del acíbar o purgante que ha hecho beber en más de una ocasión a otras naciones del mundo con nombres de estaciones o de colores. Como un hecho insólito para la idílica imagen con que la democracia estadounidense se ha vendido y ha engañado al planeta a lo largo de tres siglos, se ha presenciado una insurrección de la más extrema y violenta ultraderecha, empeñada en mantener el poder político de quien es su imagen y semejanza. 

Turbas proTrump  —alentadas durante cuatro años por el mandatario y soliviantadas el mismo día de los acontecimientos con un discurso desde la Casa Blanca en el cual reiteró la falacia de que le robaron las elecciones— asaltaron violentamente el Congreso cuando se desarrollaba la ceremonia formal de autentificar la votación del Colegio Electoral que certifica a Joe Biden como presidente electo.

Sencillamente, hemos presenciado una versión Made in USA de un intento de golpe de Estado, un vergonzoso evento que desacredita totalmente a la nación, incluso entre sus más cercanos  aliados. Basta con ver los calificativos o comentarios de esos gobernantes, condenatorios de las «escenas impactantes» protagonizadas en el Capitolio de EE. UU. por quienes Ivanka Trump llamó en un tuit —luego eliminado y sustituido por uno versionado— «patriotas estadounidenses».

Otro tanto hizo el padre cuando llamó patriotas a sus seguidores y aseguró que las violentas acciones son «algo que sucede cuando una sagrada victoria absoluta les es quitada de manera tan poco ceremoniosa y violenta». Dijo en algún otro momento: «Los queremos, son tan especiales»…

Las banderas de Trump desfilaron por los pasillos y en las a fueras del Capitolio cuando no eran tantas las estadounidenses; se sucedieron hechos vandálicos como asaltar y destrozar la oficina de la speaker Nancy Pelosi, mientras uno de esos soldados de infantería del magnate se sentaba en la silla desde donde hablan los representantes del país y ponía sus botas sobre los documentos del cuerpo legislativo.

Cualquiera que presenciara la situación se preguntaría: ¿cómo pudo esa turba entrar en la sede de uno de los cuatro sacrosantos poderes? ¿Dónde estaba la fuerza de la ley y el orden que pone coto de inmediato y empleando cualquier medio represivo a los manifestantes contra la brutalidad policial y el racismo? ¿Acaso eran ciertos los rumores de una posible confabulación con ciertos uniformados para garantizar la permanencia de Donald Trump en la Casa Blanca?

No creo que los 74 223 744 estadounidenses que votaron a  favor del incumbente aprueben este ultraje a sus creencias conservadoras en los valores norteamericanos; pero hay sectores entre ellos que son feroces engendros fascistoides dispuestos a todo, incluso a llevar al país a una guerra civil. No volteen la cara a otro lado, ya probaron que están dispuestos al caos y el desgobierno.

Los asaltantes forzaron la entrada principal del Capitolio. Foto: Tomada de Thecameroontoday

Esos eran miles y respondieron a las palabras que les dirigió el Presidente poco antes de iniciarse la sesión de certificación en el Congreso que fue interrumpida de manera tan violenta: «este país ha tenido suficiente»; «no lo toleraremos más» y «detendremos el robo».

En ese discurso en el mitin en el Elipse, cerca de la Casa Blanca, Trump alentó a la muchedumbre a «luchar como el infierno y si no luchas como el infierno, ya no tendrás un país», y concluyó la diatriba diciéndoles: «caminen por la avenida Pensilvania»  —la que conduce al Capitolio—, para que apoyaran a los legisladores republicanos que harían objeciones a la certificación de Biden con el propósito de anular el voto decisivo del Colegio Electoral. 

Si esas palabras no eran una orden a la acción, podría considerarse lo más parecido en su discurso de odio.

Trump ha dividido más aún a Estados (des)Unidos y ahora también al propio Partido Republicano, en el que se rechaza esta acción, e incluso a su equipo de trabajo, donde se están produciendo deserciones.

En los ámbitos políticos y en los medios de comunicación, algunos mencionan el impeachment, pero también se habla de la enmienda 25 de la Constitución que regula la sucesión que debe hacerse de encontrarse el presidente inhabilitado para continuar en su cargo, por ejemplo, por no estar en su sano juicio, como no pocos en el mundo intuyen desde hace mucho y en estos momentos se ven evidencias claras.

Trump puede haber cavado su propia tumba en la política estadounidense al hacer estallar de tan burda manera la democracia, y con esa explosión se ha anotado daños colaterales, la de los políticos profesionales que se afiliaron a sus mentiras incitadoras de la violencia.

El gran sobresalto de este miércoles no ha hecho más que demorar por algunas horas la certificación de Joe Biden como Presidente 46, la que se producía en medio de la madrugada cuando con los votos de Vermont se sobrepasaban los 270 votos electorales y, al final, la suma de 306. Sin embargo, ha abierto la puerta de la incertidumbre para el futuro político inmediato de un imperio sin dudas en decadencia.

La junta editorial del diario The Washington Post fue clara y precisa en la valoración del mandatario publicada el mismo día de los hechos que impactaron, avergonzaron e indignaron a buena parte de los estadounidenses: la «negativa de Trump a aceptar su derrota electoral y su incesante incitación a sus partidarios llevó el miércoles a lo impensable… La responsabilidad de este acto de sedición recae directamente en el presidente, que ha demostrado que su permanencia en el cargo representa una grave amenaza para la democracia estadounidense. Debe ser removido».

«El Sr. Trump es una amenaza y mientras permanezca en la Casa Blanca, el país estará en peligro», concluyó el editorial.

Me remito a esa última aseveración para destacar lo que muy poca prensa ha mencionado, pero que podría considerarse que  los desmanes de la capital eran la punta del iceberg de un mal que corroe a Estados Unidos y puede llevar a ese infierno que mencionó el revanchista. Escenas de desorden semejantes se estaban produciendo en otras ciudades: en Los Ángeles  hubo  confrontaciones violentas entre partidarios  trumpistas y miembros del movimiento Black Lives Matters; en el estado de Washington manifestantes armados intentaron asaltar la residencia del gobernador Jay Inslee, y partidarios de Trump, armados, se reunieron en Salem, Oregon, para apoyar su permanencia en la Casa Blanca.

El día después de las horas cuando reinaron los desmanes, la anarquía, el desgobierno, el caos y el terror, y con ello la sorpresa, el desconcierto y la alarma, Donald Trump —censurado por Twitter, Facebook e Instagram— publicó en la cuenta de su jefe de gabinete adjunto, Dan Scavino, una breve declaración de compromiso, pero también de marcada altanería y mucho más, llena de arrogantes y peligrosas amenazas.

«Aunque estoy totalmente en desacuerdo con el resultado de las elecciones, y los hechos me respaldan, habrá sin embargo una transición ordenada el 20 de enero».

«Siempre dije que continuaríamos nuestra lucha para asegurarnos de que solo se contaran los votos legales. Aunque esto representa el final del mejor primer mandato presidencial de la historia, es solo el principio de nuestra lucha por hacer a EE. UU. grande de nuevo».

¡Alerta, Estados Unidos; alerta, mundo! Estos vientos solo anuncian la posibilidad de que traigan destructivas y mayores tempestades. El neofascismo estaba antes de Trump, este solo lo exacerbó y lo utilizó…

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