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Vergüenza y dignidad cubana vs. Bloqueo

Estados Unidos consideró enemigo a la Revolución Cubana desde el mismo triunfo del pueblo el 1ro. de enero de 1959 al recuperar independencia y soberanía para desarrollarse como nación, comenzando un acoso que «legalizó» el 3 de febrero de 1962

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

Desde Miami, New York, Las Vegas y Phoenix, cubanos y estadounidenses demostraron que los #PuentesDeAmor entre los pueblos trascienden cualquier política hostil. 

Este era el texto de un tuit de otro fin de semana en que no solo en Estados Unidos, sino también en la propia Cuba y en otras ciudades del mundo se expresó el rechazo al bloqueo estadounidense contra los cubanos que el próximo 3 de febrero cumplirá —oficialmente, desde la legalidad del imperio— 60 años de acoso y guerra económica extremadamente dañina, pero obsoleta en su intención primigenia y continuada de doblegar a un país y a un pueblo, cuya decisión irreductible es desarrollar el proyecto socio-económico revolucionario, soberano e independiente.

Sin embargo, no fue con la firma el 3 de febrero del entonces presidente John F. Kennedy de la orden ejecutiva 3447 y de su puesta en vigor el 7 de febrero —que de manera insólita e irracional apelaba a la Ley de Comercio con el Enemigo del año 1917, cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial contra el imperio alemán y sus aliados—, cuando las administraciones de la Casa Blanca le declararon la guerra económica a la pequeña nación caribeña que se había atrevido a retar a las poderosas fuerzas del capital, que la habían mantenido como neocolonia durante más de medio siglo, bajo el eufemismo de república, cuando en realidad era un Estado mediatizado.

En 1959, el 73 por ciento de las exportaciones se hacían a Estados Unidos y el 70 por ciento de las importaciones procedían de ese territorio. Las ataduras parecían eternas para un país que estaba marcado fatalmente por la existencia del latifundio, la monoproducción azucarera y la presencia casi exclusiva del capital estadounidense en los puntos vitales de la economía de la que consideró desde el siglo XVIII la fruta madura.

El boicot al gobierno rebelde comenzó desde el mismo año del triunfo revolucionario, cuando Estados Unidos recibió y dio impunidad e inmunidad a los cabecillas de la dictadura de Fulgencio Batista, quienes se llevaron cuantiosas fortunas esquilmadas al tesoro público y al pueblo.

Desde el 6 de febrero de 1959, el Banco Nacional de Cuba consignó que su depósito en bancos norteamericanos de 424 000 000 de dólares fue robado por los batistianos, y ni un solo centavo ha sido devuelto.

Golpes y contragolpes se hicieron patentes. Tal y como había planteado Fidel en la programática autodefensa por los asaltos a los cuarteles Moncada y de Bayamo, en mayo de 1959 se sella el compromiso con el segmento del pueblo cubano más explotado y empobrecido, al decretarse la Primera Ley de Reforma Agraria que expropió los enormes latifundios, muchos de ellos en poder de consorcios estadounidenses. Ese derecho de cualquier país independiente en defensa de su interés nacional de desarrollo, no estaba en la visión y el interés económico del explotador mayor.

Tan temprano como junio de 1959, siendo presidente Dwight Eisenhower, el republicano canceló la cuota azucarera cubana en el mercado estadounidense, despojándola de su principal ingreso económico y financiero.

Fue una fortísima medida de presión que Washington combinó con la negación, en abril, de suministrar y refinar el petróleo, por parte de las «tres hermanas», las empresas Esso, Texaco y Shell, que monopolizaban esa actividad energética en la Isla.

El Comandante en Jefe Fidel Castro definió la situación con total claridad: «Nos quitarán las cuotas, ¡pero con las cuotas que nos quiten tendrán que acabarse de arrancar la careta de explotadores y enemigos de la humanidad!, nos quitarán las cuotas, ¡pero con las cuotas tendrán que arrancarse para siempre la simpatía del pueblo de Cuba!, nos quitarán las cuotas, ¡pero con las cuotas no podrán quitarnos la vergüenza y la dignidad con que estamos dispuestos a morir en nuestra tierra».

El 6 de agosto de 1960 tal y como estaba anunciado en el programa del Moncada, fueron nacionalizadas 26 empresas extranjeras, entre ellas las tres refinerías petroleras, la  Compañía de Electricidad, la de teléfono y 36 centrales azucareros.

En 1960 la Unión Soviética se comprometió con Cuba a comprar el diez por ciento de la producción azucarera a cambio del suministro de petróleo. Puntillazo justificativo para que  Washington desplegara otras sanciones y boicots, como notificar el 24 de septiembre de 1960, la suspensión de
las operaciones de la planta de níquel de Nicaro, propiedad estadounidense; el 19 de octubre pusieron en vigor medidas generales prohibiendo exportaciones norteamericanas a Cuba, y el 16 de diciembre, Eisenhower suprime totalmente la cuota azucarera cubana para los primeros tres meses de 1961.

Incluye en el acoso una última medida de su administración, el rompimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba el 3 de enero de 1961, para unos días después, suspender el comercio con la Isla, amparado en la Ley del Comercio con el Enemigo que le permitía prohibir, limitar o regular las transacciones comerciales y financieras con países considerados hostiles a Estados Unidos y, definitivamente, dejarle como legado al demócrata Kennedy una invasión militar que supuestamente derrotaría totalmente a la naciente Revolución, luego de paralizarla y ahogarla económicamente.

Previamente, Kennedy decide el 31 de marzo de 1961, suprimir totalmente la cuota azucarera cubana en el mercado norteamericano (tres millones de toneladas).

Casi un año después, firmada ya por Kennedy la Proclama Presidencial 3447, el 24 de marzo de 1962, el Departamento del Tesoro del Gobierno norteamericano anunció la prohibición de entrada en territorio norteamericano de cualquier artículo elaborado, total o parcialmente, con productos de origen cubano, aunque fuese hecho en un tercer país. Entraba en vigor un cierre comercial que dura hasta hoy, aunque en determinado momento de la administración Obama  se permitiera momentáneamente la «flexibilización» del por ciento de los componentes de esos productos.

La telaraña del bloqueo

La derrota en Girón exacerbó al imperio y comenzó a construirse el entramado jurídico que es el bloqueo, como ya dijimos, el oficial y legalizado con una buena cantidad de resoluciones, normas y leyes, que ahora cumple 60 años y que fue ampliándose de manera sistemática y continuada durante 12 administraciones, hasta llegar a la vergonzosa
posición de Biden, que ha asumido las 243 medidas puestas en vigor como reforzamiento del criminal genocidio por el trumpismo.

 Hay otros hitos en la espiral de esta guerra. En julio de 1963 pusieron en vigor el Reglamento para el control de los activos cubanos, prohibiendo todas las transacciones con Cuba y congelando los valores del Estado cubano dentro de Estados Unidos y en mayo de 1964, el Departamento de Comercio norteamericano prohibió de manera total los embarques de alimentos y medicinas a Cuba, lo que ya venía sucediendo en la práctica.

 La infamia del bloqueo se fue fabricando peldaño a peldaño para condenarnos a un abismo, aunque sea uno solo, perverso y criminal. Se sustenta sobre medidas repudiadas por la inmensa mayoría de los Estados reconocidos del planeta, por movimientos sociales, personalidades y pueblos:

 

—Ley de Comercio con el Enemigo, de 1917, sección 5.b

—Ley de Cooperación Internacional, de 1961, sección 620.a

—Regulaciones al Control de los Activos Cubanos, de 1963

—Ley para la Democracia en Cuba, del 23 de octubre de 1992, conocida como Ley Torricelli, bajo la egida de George H. W. Bush.

—Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubanas, del 12 de marzo de 1996, conocida como Ley Helms-Burton, rubricada por el presidente Bill Clinton.

—Ley de Sanciones Comerciales e Incremento del Comercio, de 2000.

—El presidente Donald Trump en su administración desde 2017 a enero de 2021 aplicó 243 medidas coercitivas unilaterales contra Cuba que recrudecieron el bloqueo.

En este punto nos encontramos. El imperio no cede, pero los cubanos seguimos de pie, resistiendo y también desarrollándonos pese a tanta miseria casablanquina. Nos acompaña el mundo en el reclamo de que cese el acto de guerra que no ha podido doblegarnos, pero nos agrega a diario sufrimientos que violan nuestro derecho y reclamo a existir en paz, de manera independiente y soberana.

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