Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una generación en la mirilla del arma

En 1977 un tercio de la población estadounidense tenía entre sus aficiones favoritas la cacería, en 2023 parece que las «piezas» más buscadas son sus congéneres

Autor:

Juana Carrasco Martín

 Las estadísticas no son nada halagüeñas, por el contrario, muestran un panorama lesivo, hostil, perjudicial en grado sumo. Una quinta parte de los hogares estadounidenses compraron armas durante la pandemia de la COVID-19: casi 60 millones de nuevos artefactos letales en poder de los civiles entre 2020 y 2021, en un país donde la violencia armada constituye parte sustancial de su cultura como nación. Según la organización The Trace, responsable de esa investigación, esas ventas anuales prácticamente duplican ahora el nivel de hace 15 o 20 años y alimentan las muertes por armas de fuego que también alcanzaron niveles récord en igual lapso. Incluso, hay una característica que multiplica la aberrante y peligrosa situación, décadas atrás las ventas eran fundamentalmente de rifles de caza, mientras hoy en día son los fusiles de asalto, las armas automáticas o semiautomáticas, los implementos habituales de un ejército o de las identificadas como fuerzas del orden.

Los estudios del tema han encontrado que 7,5 millones de estadounidenses se convirtieron en propietarios neófitos y ese nuevo arsenal doméstico ocupa espacio compartido por 17 millones de personas, incluidos cinco millones de niños…

Pero 20 millones ya poseían al menos un arma de fuego, y resulta tendenciosa la justificación que la mayoría de los compradores han dado a su conducta reiterativa en esas compras, según constataba Matthew Miller, profesor de ciencias de la salud y epidemiología en la Universidad Northeastern: «Compré el arma para protegerme a mí y a mi familia contra la invasión de la casa».

De manera que en el 46 por ciento de los hogares estadounidenses hay cuando menos un arma en una gaveta en el dormitorio o en la cajuela del automóvil, en la cartera o portafolio y hasta en la mochila escolar del adolescente rumbo a las aulas. Los conmina el recelo, la aprensión, el prejuicio y, a su vez, contribuyen a potenciar ese miedo que se adueña de una sociedad
enferma de sicosis, entre otros males.

Según esos estudios, el aumento acelerado de la posesión de armas comenzó a partir de 2005, cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que protegía en gran medida a los fabricantes de responsabilidad cuando sus productos se usaban en delitos, por lo que intensificaron su publicidad como «una herramienta esencial para defender el hogar estadounidense». De los 50 estados de la Unión 33 tienen legislaciones que dan casi total inmunidad a los fabricantes de armas, y en 26 son bien flexibles los «requisitos» para comprarlas. El más reciente con esa laxitud en las exigencias es la
Florida del gobernador Ron DeSantis, un aspirante con probabilidades altas a la candidatura presidencial republicana.

Estremece con solo ver las cifras de 2021, cuando los homicidios y suicidios por armas de fuego totalizaron 48 830 y los niños víctimas se duplicaron, al tiempo que marcaron récord los tiroteos masivos, 690 (donde hubo cuatro o más personas víctimas mortales o heridas). Este tipo de violentos y dramáticos eventos sumaron 646 en 2022.

Hasta el 19 de abril de este 2023 ya sumaban 146 tiroteos masivos.

Matando inocencia y futuro

En el año 2020, las estadísticas referidas a la cantidad de niños y adolescentes muertos en Estados Unidos sufrieron un cambio sustancial. Los accidentes automovilísticos dejaron de encabezar el registro de «causa» para cederlo a los «disparos por arma de fuego», y desde entonces se mantiene esa tendencia.

Las armas de fuego representaron casi el 19 por ciento de las muertes infantiles (de uno a 18 años) en 2021, según la base de datos Wonder de los
Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la entidad oficial de Estados Unidos para implementar estrategias de prevención de enfermedades y mantener estadísticas nacionales de salud. Por debajo de esa causal estuvieron los accidentes automovilísticos, las sobredosis de drogas y la COVID-19.

El  tiroteo del 27 de marzo de 2023 en The Covenant School en Nashville, una escuela privada de la Iglesia Prebisteriana, marcó el tiroteo número 16 este año en los grados primarios y secundarios. Con seis personas muertas —tres niños de nueve años de edad y tres adultos—, se le considera hasta ahora el más mortífero desde la masacre de la Escuela Elemental Robb en Uvalde, Texas, del año pasado, cuando las víctimas mortales fueron 19 niños entre siete y diez años de edad y dos maestras.

El 2022 totalizó con más de 1 630 menores muertos por armas de fuego.

Aiden Hale, quien perpetró el crimen de Convenant, no tenía antecedentes penales, estaba bajo cuidados por un desorden emocional, lo que no impidió que entre octubre de 2020 y junio de 2022 comprara legalmente siete armas de fuego, incluidas las tres recobradas en la escena del tiroteo.

Un orgulloso padre estadounidense enseña «valores» a su hijo. Foto: AFP/Getty Images

Por lógica, se esperaría una alta preocupación por estos acontecimientos; sin embargo, una encuesta del Pew Research Center lleva a una irracional percepción en un gran segmento de los estadounidenses. Solo el 22 por ciento de los padres y madres dijeron tener mucho o un gran miedo a que sus hijos de menos de 18 años sean tiroteados. El 23 por ciento dijo sentirse algo preocupado y más de la mitad no están en absoluto preocupados.

Esto ocurre en Estados Unidos, donde hay 120 armas de fuego por cada cien habitantes, y las terribles escenas de tiroteos masivos repetidos una y otra vez no limita a quienes consideran que deben enseñarles a sus hijos el manejo
de las armas y tan peligrosa afición.

Del 14 al 16 de abril en el Convention Center Indianapolis, en el estado de Indiana, tuvo lugar la Convención Anual de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), y sus organizadores se jactaron de que era «el lugar más seguro en los EE. UU. para estar hoy». Allí se presentaron las novedades en esas «herramientas», y resultan patéticas, e indignantes, las imágenes que les mostramos. Pequeñines enarbolando armas, algunas diseñadas para sus edades.

Vigilias, memoriales, flores con fotos, globos de colores y muñecos de peluche no son la solución para el grave problema.

Tampoco que el presidente de EE. UU. , Joe Biden, reconozca: «Tenemos que hacer más para detener la violencia armada. Está destrozando nuestras comunidades, destrozando el alma de esta nación, tenemos que hacer más para proteger nuestras escuelas», y ordene que las banderas ondeen a media asta.

La NRA, que bien pudiera considerarse una organización terrorista por la violencia que de hecho engendra, tienen poderosos y leales amigos en las instituciones del poder político estadounidense y todo un ejército de cabilderos dando dinero para garantizar que cualquier propuesta de ley para limitar la tenencia de armas de fuego en los arsenales civiles se vuelva agua entre las manos.

Si los 70 millones de dólares que ha dado a campañas electorales no pueden comprar a todos, está la advertencia que en la Convención hizo el director ejecutivo de la Asociación Nacional del Rifle, Wayne LaPierre: «Lo único que puede detener a un tipo malo con un arma es un tipo bueno con un arma», y sentenció: «Los políticos que odian las armas nunca deben irse a la cama sin miedo de lo que esta asociación y todos nuestros millones de miembros, pueden hacerle a sus carreras políticas».

Bajo esa filosofía, las armas no son el problema, ni siquiera parte del problema. De esta manera el fusil de asalto AR-15 puede ser declarado el «arma nacional» y darle el mismo respeto que a la bandera de las barras y las estrellas y al himno nacional.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.