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Siembra de amor y justicia

A Hugo Chávez Frías se le cultiva en el corazón de los bolivarianos de la América Nuestra, lugar especial para dar continuidad, desde la lucha sin tregua, a la Revolución continuadora con raíces en Bolívar y Martí, de la que es uno de sus artífices

Autor:

Juana Carrasco Martín

Todo lo que se siembra, florece. A Hugo Chávez Frías se le cultiva en el corazón de los bolivarianos de la América Nuestra, lugar especial para dar continuidad, desde la lucha sin tregua, a la Revolución continuadora con raíces en Bolívar y Martí, de la que es uno de sus artífices.

No lo vean como frases hechas, son realidades por la voluntad de los pueblos. El Comandante Eterno, el mejor amigo de Cuba, es elemento esencial en la necesaria unidad latinoamericana y caribeña que se nos quiere hacer quebrar. Él y Fidel, padre y amigo, son guardianes de ella y apremian a sus defensores a hacerlo con mayor ahínco. Es legado que honra y compromete porque nos jugamos lo hecho y lo logrado, el presente y el futuro.

Como flor que lo resguarda, con nosotros están los cuatro elementos de la vida: agua, fuego, tierra y aire, aderezados con su amor y voluntad de justicia. Con ellos y por él, aquí estamos, enfrentados a un imperio que nos quiere rendidos de rodillas, que nos sanciona y cerca. Ya seamos venezolanos o cubanos, o de cualquiera de los pueblos y naciones que dignifican e integran el hemisferio sur del continente.

Nos lo dijo con precisión: «Al imperio no hay que subestimarlo, pero tampoco hay que temerle. Quien pretenda llevar adelante un proyecto de transformación, inevitablemente chocará con el imperio norteamericano».

Aunque también previó la respuesta de los pueblos: «Si yo me callo, gritarían las piedras de los pueblos de América Latina, que están dispuestos a ser libres de todo colonialismo después de 500 años de coloniaje».

Este 5 de marzo, a las 4:25 de la tarde, como desde hace 11 años y será por siempre, en el centro del popular barrio 23 de Enero, en el Cuartel de la Montaña, tronará el cañonazo despertador y el grito perenne que también vibra en nuestros corazones sin hora, día, ni tiempo: «¡Chávez vive, carajo! ¡La patria sigue!».

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