Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El problema del cuidado de la salud en EE. UU.

Autor:

Lázaro Fariñas

Para nadie medianamente inteligente es desconocido que uno de los problemas más grandes que tiene internamente Estados Unidos es el de la salud pública y el costo de la misma. En muchísimas ocasiones se ha planteado la necesidad de resolver la grave situación por la que atraviesan  millones de ciudadanos que no tienen acceso regular a los servicios médicos.

Básicamente, la política del Partido Republicano es la de sálvese quien pueda, es decir, que el Estado no debe proveer a las personas los servicios de salud, ya que, según ellos, eso es un problema puramente de responsabilidad personal. Es verdad que desde hace muchos años existe el programa de salud conocido por Medicare, del cual se benefician las personas mayores de 65 años, pero incluso este solo se hace cargo del 80 por ciento de la factura médica. Por supuesto, este programa no es gratuito ya que desde que las personas empiezan a trabajar, también empiezan a aportar obligatoriamente al mantenimiento del mismo, sin tener derecho a disfrutarlo hasta sobrepasar la edad antes mencionada; pero, es más, cuando empiezan a recibir los beneficios de su Seguro Social, del mismo es descontada cierta cantidad de dinero para seguir pagando por el Medicare.

Mediante este programa, por lo menos las personas de la tercera edad tienen un alivio con el cuidado de su salud, pero ¿qué pasa con los millones de personas menores de 65 años que no califican para el Medicare?

Hillary Clinton, la esposa del expresidente Bill Clinton, trató, cuando era primera dama del país, de hacer una reforma de salud que pudiera proteger a esa inmensa cantidad de personas que por su edad no tenían acceso al Medicare y por sus recursos no podían pagar un seguro que les cubriera los gastos médicos y de medicamentos. A la pobre mujer la acribillaron con críticas, casi acusándola de comunista por intentar hacer ese tipo de reforma. Barack Obama logró que el Congreso le aprobara una tibia versión de una reforma de salud, programa que todos popularmente conocen como Obamacare y aun siendo tibia y limitada, como es, ha habido varios intentos por parte de los Republicanos para eliminarla.

El hecho de que millones de personas no tengan seguro de salud crea un caos en los centros de emergencia de los hospitales, ya que estas personas sin seguro se presentan en los mismos cuando les llega una crisis médica. De entrada, las personas sin acceso a la consulta de un médico no pueden prever una enfermedad hasta que esta no les hace crisis.

Por otra parte, el costo de los medicamentos se ha ido a la estratósfera. Los laboratorios hacen lo que les da la gana con el precio de los mismos. Para una persona común y corriente pagar por los medicamentos, aunque esté asegurada, se le hace casi imposible, ya que muchos de los seguros o no los cubren o lo hacen a medias, teniendo el paciente que asumir un altísimo copago.

Hace unos días, la cadena de televisión norteamericana CBS presentó en su programa 60 minutos, que se transmite todos los domingos, un interesantísimo reportaje sobre lo que le había subido el costo de un medicamento a una ciudad en el estado de Illinois. La ciudad de Rockford, en vez      de pagarle a los empleados   un seguro para la compra de los medicamentos, se los suministra a los mismos comprándolos directamente a los laboratorios.

Dos niños, hijos de unos empleados, padecían de una rarísima enfermedad llamada espasmos infantiles. Para el tratamiento de la misma se usa un medicamento llamado Acthar. Pues bien, el tener que comprar dicho medicamento para tratar la enfermedad de esos dos niños creó una crisis financiera de gran magnitud en dicha ciudad. Resulta que el costo de un pomito de cinco miligramos que costaba 40 dólares subió mil veces su valor y la ciudad terminó pagando 40 000 dólares por el mismo pomito de medicina.

El laboratorio Mallinckrodt, que es el que fabrica tal medicamento, justificó la subida alegando que ellos habían gastado muchísimo dinero en estudios. Cuando le preguntaron cuánto habían gastado en esos estudios, contestaron que eso era un secreto comercial. Por cierto, como dicho medicamento es para una muy baja población de pacientes, por lo raro de la enfermedad, se les ocurrió comercializarla para la cura de la artritis reumática que, según varios expertos en salud que fueron entrevistados para el programa, no hay nada que indique que sea una cura efectiva.

Como son pocas las regulaciones existentes para proteger a los pacientes de las hambrientas ambiciones de los laboratorios, un medicamento que en Canadá o México cuesta, digamos, 30 dólares bien puede costar 750 dólares en EE. UU.

No tengo la menor idea de cómo se va a resolver el problema de la salud y el costo de los medicamentos en este país, pero algo hay que hacer. Espero que algún día los que gobiernan puedan hacer frente a esta grave situación y resolverla.

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