Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

«Mamífero nacional», se busca…

Autor:

Ricardo Ronquillo Bello

Démonos «un saltico» por cualquiera de los mercados agropecuarios cubanos, desde la más populosa de nuestras ciudades hasta el más humilde de los bateyes. Le proponemos hacer una única pregunta, o si no desea hablar —por lo incómodo de hacerlo con el nasobuco— mire las tablillas de venta: ¿en cuál de estas encontrará aquellos sustanciosos pollos criollos? De localizarlo, páguelo a precio de oro, aunque el costo sea especulativo…

La primera vez que sentí el espoleo de esas ausencias fue hace unos años, mientras veía el «trillo» que abrían los integrantes de algunas cooperativas de producción agropecuaria o de unidades básicas de producción cooperativa desde sus asentamientos a los mercados de los poblados cercanos en busca de provisiones, sobre todo cárnicas, y después de otros muchos productos. Lo mismo ocurría y ocurre con campesinos de las cooperativas de créditos y servicios y los denominados independientes.

Algunos la clasificarían, por su persistencia y extensión, como una malformación congénita. Otros la verán como una atrofia «muscular» interna…, pero lo cierto es que a la hora de cubrir la mesa y satisfacer las urgencias inexcusables del estómago no son pocos en Cuba los que han mirado más para el barco que para el patio, asumiendo este último desde el más abarcador de las tierras del país, o ese más cercano que rodea miles de nuestras casas, no pocos, incluso, de habitantes rurales con posibilidades de crianza que, —reconozcamos también—, no todos las tienen.

A tal punto nos habíamos desbocado hacia esa dependencia externa en la que —como lo «criollo» en la poesía— nos haría falta una incursión meticulosa, profunda, para rencontrar ese atributo en grandes porciones de lo que tenemos para llevar ahora mismo a la boca.

Aquel eslogan comercial recurrente en diversas etapas de nuestro país de «Lo mío primero» o «Consumamos productos cubanos» no siempre encontró terreno fértil donde prodigarnos con sus bendiciones, porque perdió el rumbo o sencillamente se esfumó, como el globo de Matías Pérez.

Muy poco de huevos criollos, puercos criollos u otros comestibles con esas propiedades, en la misma medida que razas más prometedoras por sus cualidades se esparcían por el país al ritmo de la modernización y las crianzas intensivas, pero al costo de volúmenes de importación que engordaban tanto como los susodichos animalitos.

Las consecuencias palmarias pueden verse en la extinción casi total de los mercados del país en este período pandémico del rebautizado, graciosa y magistralmente, como el «mamífero nacional» por el dúo Buena Fe, junto con otros menos mamíferos, pero no menos necesarios.

Una de las sonadas debilidades de la entusiasta crecida de las producciones porcinas cubanas de los últimos años estuvo en que, si bien descentralizó el engorde, centralizó la dependencia de las importaciones de alimentos —que ahora intenta conjurarse con diversos proyectos nacionales—, y hasta el manejo de los precios por el sector privado.

En el caso de la avicultura las autoridades del sector reconocían recientemente, durante una Mesa Redonda que, pese a significativos programas en marcha, tanto a escala intensiva como de otra naturaleza, que incluyen el pollo campero y las aves semirrústicas, las importaciones sobrepasan los 300 millones de dólares anuales en carnes y subproductos que, con la adecuada tecnología, pueden lograrse en el Archipiélago.

Todo el panorama anterior no hace más que acentuar la significación de rescatar de las gavetas del olvido, o de la falta de fijador o consistencia —a donde fueron a parar algunas de las proyecciones para superar el dramático período especial—, el concepto del «autoabastecimiento municipal», del que escuché por vez primera precisamente en esa etapa.

En ello podemos pensar, críticamente, cada vez que levantamos el teléfono por estos días pandémicos y preguntamos a familiares, amigos o compañeros de labor de muchos municipios o pequeños pueblos o comunidades cómo se las arreglan para conseguir los alimentos esenciales.

En el complejo ajedrez de la soberanía cubana una pieza clave es la alimentaria, no por casualidad clasificada por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central Partido, como un asunto de seguridad nacional.

En el acomodo o movimiento oportuno de las fichas de ese sensible juego no basta con ver los sinuosos, tercos y persistentes movimientos del bloqueo económico, comercial y financiero norteamericano. Como alecciona sin piedad la inusitada propagación del coronavirus, la fragilidad de la humanidad toda, los países, las regiones y otros espacios geográficos dentro de estos, está sujeta no solo a los caprichos o vaivenes políticos, sino a variables que nadie, como vemos, podía siquiera imaginar o prever.

En situaciones como estas, ahora podemos verlo con dolorosa claridad, hasta las fronteras se achican de manera asfixiante, incluyendo las de las importaciones, internacionales o nacionales.

Así que nunca sobrará que en la guásima de todos los patios posibles se sienta cada día el cantío madrugador de un acriollado gallo corne, o que en la manigua cercana despierte el cacareo ponedor de alguna gallinita; no importa cuán rústica o semirrústica la catalogue la genética. Al fin y al cabo la insaciable mesa las iguala.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.