Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Asalto al futuro

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

El panorama político en Cuba desde la usurpación yanqui a finales del siglo XIX y hasta la década de 1950 era muy complejo. La tan anhelada independencia de la metrópolis española fue truncada por el emergente imperio estadounidense que, con enmiendas y tratados unilateralmente ventajosos, hizo del país insular su patio trasero.

Bajo esta situación de desorden constitucional, el clímax social de la Isla se agravó considerablemente y la militarización de las calles fue un hecho doloroso ante las protestas y descontentos populares, sobre todo, en las etapas de dictaduras cruentas como fueron las de Gerardo Machado y Fulgencio Batista.

En todo ese período de insatisfacciones la juventud revolucionaria y progresista fue quizás la que más vías de lucha buscó en pos de desprenderse del injusto modelo neocolonial. Sin embargo, a pesar de los intentos unitarios de las nuevas generaciones, algunos trascendentales por su enseñanza posterior, no es hasta la memorable fecha del 26 de julio de 1953, que el ímpetu juvenil toma fuerza y se empina hacia el irreversible camino armado.

Con el liderazgo absoluto del joven licenciado en derecho, Fidel Castro Ruz y acompañado de una generación que no dejó caer las ideas del Apóstol en el año de su centenario, fueron asaltados los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. En aquel 26 profundamente martiano se escucharon al unísono, como acto de continuidad histórica, las campanas de la Demajagua, el Grito de Baire y los definitivos disparos rebeldes que abrieron paso al triunfo revolucionario de 1959.

Si bien es cierto que en la práctica esta acción armada fracasó y hubo que lamentar la muerte de valerosos jóvenes, es válido resaltar que de ella derivó como logro indiscutible un movimiento de liberación nacional que fue capaz de arrastrar, primero desde la clandestinidad y luego en las serranías cubanas, a las masas identificadas con un porvenir de justicia social para nuestro país.

El devenir histórico después de la gesta revolucionaria es conocido por todos. Cuba se fundió en un ejército cada vez más rebelde, subió con su fusil libertario a la Sierra Maestra y con la entrada triunfal del Comandante en Jefe a Santiago, el 1ro. de enero de 1959, terminaban los años de dependencia y sumisión política para un país que era ahora más que todo, independiente.

Tan alto significado tuvo para nosotros los cubanos la fecha del 26 de julio que después de la victoria de Enero, fue el día elegido para congregarnos junto a nuestros líderes y celebrar los logros de la nación cada año. Es el momento donde convergen el tributo y la gratitud eterna a quienes nos legaron el presente y pagaron con su sangre el precio de la libertad.

Para la juventud de hoy, tan alejada en el tiempo de aquella generación histórica, mas no en ideales y disposición de lucha, el compromiso con esos hombres rebeldes de ayer y con el futuro crece. Las batallas actuales no requieren de disparos ni armas, pero nuestro Moncada debe ser el de alzarnos con un pensamiento transformador que aporte y enriquezca el modelo social que decidimos construir bajo cualquier circunstancia.

Esos preceptos de luchar hasta alcanzar las máximas aspiraciones de la sociedad también nos la inculcó la Generación del Centenario. Cuando el panorama global se torna inestable y Cuba, no ajena a este, sufre el recrudecimiento de políticas hostiles de bloqueo económico, el deseo de millones tiene que ir encaminado a buscar esa salida colectiva de combate moral que nos identifica desde hace 67 años.

Muchos retos imponen entonces el presente y futuro de la nación. Sin embargo, la clave del éxito continúa estando en superar cada escollo con la misma determinación con que lo hicieron los jóvenes asaltantes al Moncada. Sus ejemplos siguen guiando cada paso certero de este país que, como en aquel 26 de julio de 1953, terminará venciendo las batallas que imponga el tiempo.

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