Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los jóvenes, el pueblo y la Cuba de hoy

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

En estos tiempos complejos donde se impone contra Cuba un discurso hostil por parte de los grandes medios informativos, pareciera que toda una sociedad naufraga en el caos desde esas visiones incoherentes. Sin embargo ya a estas alturas debiéramos estar curados de esos espantos que encuentran en el show mediático al aliado perfecto para construir una realidad que todos sabemos no existe o no se fundamenta en un sentir mayoritario del pueblo.

Poco a poco a este noviembre lo intentaron asemejar noticiosamente a ese desconcierto que, como otras tantas veces en los años de Revolución, tiene su génesis en manuales y patrones ya arcaicos que se dictan desde un norte imperial por naturaleza. Ahora el discurso volvió a montarse en los mismos temas de siempre, pero en este caso tocando a fondo unas supuestas rupturas y marcadas disonancias dentro de los jóvenes.

Solo basta revisar cualesquiera de estos artículos al azar para leer expresiones que tienden a generalizar posturas y que poseen en su interior una distorsión semántica. Claro que todos los jóvenes de hoy no pensamos igual y creo que si no hubiese esa pluralidad de ideas, tal vez nuestra vida y razón social fuera en verdad muy triste. Pero de ahí a que se afirme categóricamente que existe de nuestra parte un desapego a la causa de la Revolución y al socialismo es cuando menos cuestionable.

Quién ante lo minúsculo sueñe realidades paralelas estará engañándose a sí mismo por siempre. Y eso es algo que al parecer llevan como premisas los grandes medios, porque se intentan engañar ellos primero y luego a los demás. Lo cierto es que en Cuba está vivo un ideal de izquierda y antimperialista que nadie puede ocultar por más que lo pretendan.

Así lo ratificó el pueblo cubano hace apenas dos años cuando fue aprobada la nueva Constitución de la República con el 86,85 por ciento de los votos. En particular los jóvenes fuimos protagonistas de esa construcción legítima y unida de nuestra realidad, donde nadie nos impuso criterios y sí pudimos refrendar lo que creemos mejor para el futuro del país.

Dentro de los acápites que consideramos innegociables en la Carta Magna está el artículo 4, el cual plantea el carácter irrevocable del socialismo y, por ende, el de no volver jamás a un modelo sustentado en el capitalismo. Esa, sin duda, es la prueba más importante del respaldo mayoritario que recibe hoy el Gobierno y nuestro sistema político.

Pero lo significativo no es refrendar, aunque es de sumo valor, sino actuar ante cada contexto con esos preceptos que defendemos. El triunfo del socialismo también radica en aglutinar, unir a las masas y este difícil año hemos tenido la fortuna en alguna medida de alcanzar los dos propósitos. El solo hecho de que miles de universitarios se sumaran a las labores productivas y al enfrentamiento directo a la COVID-19, ¿no representa acaso un gesto de unidad en torno a un ideal?

Esa pregunta la debieran responder los grandes medios en sus páginas, aunque nosotros la tenemos clara. Si en algo concuerdo con sus opiniones es cuando afirman que esta juventud es «rebelde» y «dispuesta», pero se les olvida que siempre ha sido así. Omiten la autenticidad y autonomía del pensamiento crítico que se ejerce desde las Universidades cubanas, esas a las que acudía Fidel y hoy lo hace el Presidente de la República para edificar entre todos un mejor modelo de país.

Ante los hechos más recientes donde queda clara la postura anexionista de un pequeño grupo de personas, pareciera que en Cuba la aspiración de unos pocos debe ir delante de lo popular. Otra vez se equivocan de sociedad, porque, como dijera el destacado político Fernando Martínez Heredia: «ya este pueblo ha ejercido la justicia social, la libertad y piensa con su propia cabeza y se ha acostumbrado a hacerlo».

Es cierto que queda mucho por perfeccionar en nuestro sistema social socialista y lo sabemos. Sin embargo, ese progreso debe darse bajo el respeto a la firme decisión de las mayorías. Nadie puede imponer cambios a una sociedad que no sean los que los jóvenes y el pueblo quieran darse libremente, en el ejercicio de la cultura, los ideales, los proyectos y la soberanía del país.

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