Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Bailando al son de tumbar… al consumidor

Autor:

Nelson García Santos

 ¿Que dónde están los inspectores encargados de proteger al consumidor? Bueno, acá en la geografía villaclareña han andado, y andan, enfrentando los desmanes en la red gastronómica y comercial, que desde hace rato resultan tantas que ni a la velocidad de un rayo les llegan a todas.

Para colmo, los que son esquilmados suelen vociferar en do mayor, injustamente: «¡¿Dónde están los inspectores?!», como si les correspondiera solo a ellos evitar el trastazo contra el cliente.

Y los administradores, sus segundos, los jefes de turno, ¿en qué lugar estarán a la hora de los mameyes? Usted lo imagina, igual que yo: para la empresa o con ojos y oídos apagados hasta la hora del cuadre. Bueno, eso piensa mucha gente.

Tampoco a nadie se le ocurra creer que voy a hilvanar una loa sobre los inspectores, aunque los hay buenos. Simplemente quiero connotar la responsabilidad de la parte administrativa, incapaz de detectar las transgresiones que se les ¿esfuman? entre las manos en el establecimiento bajo su control, las mismas que descubren los órganos inspectores de afuera.

La prueba de esa aseveración resulta irrefutable. Ahí les va en cifras: de enero a marzo, por el Decreto 30, que trata sobre las medidas por infracciones en la política de precios y tarifas, se realizaron 7 041 inspecciones en Villa Clara, la mayoría en el sector estatal.

¿Qué se destapó? Cerca de 7 176 violaciones. Las más recurrentes: los quebrantamientos de precios y el engaño al consumidor (es decir: trampas en el pesaje y cobrar más de lo establecido); precios abusivos; mercancías en los almacenes que no se ponen a la venta; incumplimiento de normas técnicas en la elaboración de productos; favoritismo a favor de los compinches y falta de información a los clientes.

Las visitas de la Dirección de Inspección Provincial abarcaron en parte establecimientos pertenecientes al comercio y la gastronomía popular, además de unidades de la Agricultura, el sistema de Acopio, entidades de Turismo y comedores, donde la característica común fue que en todas había bastantes empleados bailando al compás del son de tumbar al consumidor.

Más allá de las multas impuestas, por un valor de poco más de 10 400 000 pesos, hay un elemento que reafirma que las grietas del descontrol las sustenta un malsano compadreo. ¿Por qué? Sencillamente porque de las sugerencias disciplinarias complementarias que dejó al sector estatal el órgano de inspección, 434 terminaron en amonestaciones y 313 en otras medidas leves. Solo hubo 16 separaciones del puesto de trabajo y una democión.

Les dejo a ustedes, avezados lectores, que califiquen a su manera esa benevolencia con aquellos a quienes no les tiembla el brazo para apropiarse de lo ajeno.

Pero le ronca el mango que después de que no controlan adecuadamente, tampoco aplican con rigor las sanciones; y sin un control primario eficaz, ni un ejército de inspectores podrá contener ese río caudaloso de violaciones de los que quieren vivir a costa del bolsillo ajeno.

Control y rigor. ¡Lo demás es pura ilusión!

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