Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El rival de Stevenson

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

Desde hace tiempo, al puñetazo de Teófilo Stevenson le ha salido una buena cantidad de rivales en Cuba. Esos contendientes ya son conocidos. Se han sufrido y denunciado por todas partes (sin provocar, hasta el momento, un cambio que los ponga en retirada); pero no por ello se pueden dejar a un lado las señalizaciones y críticas cuando sea necesario.

Esos competidores se pueden resumir en pocas palabras: precios excesivos. Solo que, a partir de ahí, aparecen los otros anexos que componen el fenómeno: adulteración de productos; baja calidad (cuando muchas veces se pregona lo contrario); esquilmación, ineficiencia que se intenta enmascarar con un atentado al bolsillo; usura o compadreo a diversas instancias y, para no seguir con el listado, pongan ustedes, amables lectores, todo lo demás.

Si los golpes de aquel titán de Las Tunas llenaban de felicidad a un pueblo, estos otros provocan lo contrario: desconcierto, tristeza, desapegos, laceraciones e indignación.

El fenómeno de los precios, con su tendencia a culebrear hacia el alza, llega ahora al primer verano después de los momentos más álgidos de la pandemia. Sí, porque, vamos a hablar claro: el período estival del año pasado no cuenta por las restricciones sanitarias.El que vale, el de verdad, es este.

Solo que, llegada la hora de la diversión, la apertura ha sido pareja. Para los precios y las personas. O más para los primeros que para las segundas, expresados en cervezas aguadas a no menos de diez pesos el vasito; jugo de frutas dicen que naturales también a diez pesos y pasados por agua; dulces con más azúcar que harina o más merengue que masa.

O panes no tan multiplicados como los peces que se anuncian con jamón y algo más, y cualquiera piensa que vale la pena pasar el rato al menos por lo que piden para, al final, ponerte a meditar cuando te lo ponen delante, porque, sinceramente, al verlo a uno le da una lástima tremenda hasta de enseñar los dientes.

Del tema y sus causas se ha hablado. Sin embargo, uno de los puntos de la cuestión es cómo controlar algo que rebasa el funcionamiento puramente técnico de la economía y se adentra en el mundo de los valores, la vida cotidiana y las maneras de dirigir.

Sin duda el Estado debe velar por esas torceduras y enmendarlas. Es su deber. Pero en ese asunto el control popular, algo no tan mencionado, debe ser una de las piezas claves; si no para solucionarlas, al menos, para ponerlas en jaque.

Una forma de ese activismo popular sería la mención por las redes sociales, realizada con ética y elementos concretos, donde se señale lo negativo y se reconozca lo valedero.

Otra: que las autoridades a nivel de municipio o provincia convoquen a un premio de la calidad, cuyos ganadores sean elegidos por la población.

Este sería un espacio para que, a nivel de barrio y cuadra, los vecinos reconozcan al trabajador por cuenta propia, a la bodega donde no te roben en la pesa y siempre se encuentre engalanada, o a la entidad estatal donde en verdad se atienda y no se torture al público con burocracias y malos tratos.

Otra alternativa, reclamada en distintas cartas por varios lectores, serían los inspectores populares: hombres y mujeres de la base que, debidamente preparados, con ética, investidos de autoridad y de forma voluntaria contribuyan a sancionar las chapucerías.

Las iniciativas podrían ser variadas, tantas como ideas buenas y honestas puedan existir. Lo más importante sería crear un mecanismo en el que el pueblo sea una parte activa y bien decisora, no el lado pasivo sobre el que recaen impunemente los daños en medio de cartas, reclamos, quejas, apatía e indolencia.

Poner en jaque a ese mal desde lo popular, desde los de abajo, desde los que realmente deben mandar, sería poner en acción los puñetazos de aquella gloria de Cuba. Esos que sonaban en el ring con hidalguía y, también, con mucha vergüenza. La de Teófilo Stevenson.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.